El videojuego de todos los récords
La cifra va por delante de lo demás. 380 millones de euros por un videojuego, Destiny (Bungie), la obra narrativa más cara de toda la historia. El título, que se estrena hoy para las dos grandes rivales, PlayStation 4 y Xbox One, y en versiones menos espectaculares para la anterior generación de consolas, le saca más de 160 millones de euros a la película más costosa de todos los tiempos, Piratas del Caribe 3. En el fin del mundo (2007), que costó unos 227 millones de euros. Un número de vértigo desvelado por el presidente de Activision (la distribuidora), Bobby Kotick.
La razón de tal coste reside en la ambición de dos veteranos del videojuego: Jonty Barnes (director de producción) y Derek Carroll (diseñador jefe), dos de los responsables de la franquicia Halo, que ha vendido más de 50 millones de unidades. Barnes explica el porqué de semejante inversión: “Estamos pensando a 10 años vista. Es curioso, ahora todas las artes competimos por el tiempo de la gente. Con todo el ocio que hay para móviles, tabletas, consolas… yo no recuerdo la última vez que he estado aburrido. Así que con Destiny queremos crear algo más que un juego. Queremos crear un hobby”.
Para lograr tal hazaña, Bungie, la compañía desarrolladora, aplica la fórmula de moda: el transmedia. Aprovechando su condición de industria cultural líder —70.000 millones de euros anuales, el doble de la taquilla de cine mundial—, el videojuego está absorbiendo el talento de otros medios. Así Destiny ha fichado al actor más popular de la serie más popular: Peter Dinklage, Tiryon Lannister de Juego de tronos. Con la casualidad de que Dinklage es un tremendo fan de los videojuegos. “No éramos capaz de que soltara el mando y dejara de jugar a los coches”, bromea Barnes. Su papel, hacer de lazarillo robótico del jugador. Encarna a Fantasma, un ingenio volador y parlanchín que acompañará al usuario en su epopeya.
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