Incluso cuando hablaba de su enfermedad, Tito Vilanova desdramatizaba y se refería a la clínica como un taller por el que tenía que pasar con una cierta regularidad por exigencias de la ITV. La última parada ha sido mortal. Tito Vilanova ha fallecido a los 45 años en Barcelona víctima del cáncer en la glándula parótida que sufría desde 2011 y que le apartó del fútbol.
Había aprendido Tito a convivir tanto con su dolencia que suavizaba la situación más tensa, también la última, cuando informó a un pariente suyo que en lugar de acudir a su finca para descansar durante la Semana Santa ingresaría en la clínica Quirón de Barcelona. Tenía un virus y su sistema inmunológico no respondía después de que tampoco hubiera funcionado el tratamiento experimental que había seguido en Francia. No le dio mayor importancia, como si fuera una rutina, porque al fin y al cabo desde hace ya un tiempo Vilanova entraba y salía de la clínica, iba y venía del campo de fútbol en que jugaba su hijo Adrià con el juvenil B del Barça y de vez en cuando se pasaba a cenar por algún restaurante con su esposa Montse.
Aunque pretendía hacer una vida normal, la gente hablaba sobre su aspecto, sobre el pañuelo que cubría su cuello, sobre su gorro de lana, sobre sus relaciones con Pep Guardiola y también sobre lo bien que se estaba portando Sandro Rosell. Hubo algún amigo íntimo que dejó de visitarle porque le daba apuro verle y conversar sobre la vida con la entereza que hablaba Tito. Quizá por su carácter de ampurdanés (Bellcaire, 17, septiembre de 1968), había aprendido a convivir con su dolencia, a relativizar su dolor, a desafiar a la muerte que anunciaba la maledicencia. Los propios médicos, o al menos algunos de los doctores que le trataban, preveían en abril del año pasado que podía afrontar la temporada con un renovado optimismo: “Me siento fuerte”, anunció para recaer poco después ante la sorpresa del club, de la clínica y de los oncólogos que le habían recomendado trabajar como el mejor de los remedios. Aquel día hubo quien sentenció en el club: “A la que dejas de ser entrenador del Barça, pasas a ser un enfermo común. No es la mejor terapia”.
El Barça le dio vida a Tito y Tito se desvivió por seguir en el Barça desde que regresó a la entidad en la temporada 2007-2008. Guardiola le llamó para que fuera su ayudante en el Barcelona B. Ambos eran buenos amigos desde que convivieron en La Masia. Aunque habían sido centrocampistas virtuosos, vivían el fútbol desde puntos opuestos: la rauxa de Guardiola contrastaba con el seny de Tito. La mezcla funcionó estupendamente y si el filial consiguió el ascenso a Segunda B fue por el buen conocimiento de los rivales que tenía Tito, exjugador del Figueres, Lleida y Gramanet, además del Celta, Badajoz, Mallorca y Elche; técnico del Palafrugell; y director deportivo del Figueres y Terrassa. Ha dicho Guardiola que el título que más recuerda fue el de campeón de Tercera. Así se explica que no dudara en reafirmar a Tito como su segundo cuando al año siguiente llegó al Camp Nou. Guardiola procuró que a Tito no le faltara de nada y consiguió que Rosell le extendiera un contrato propio del mejor técnico de la Primera División.
El Marqués, como se le calificaba en sus tiempos de jugador de los equipos inferiores del Barça, el mismo que había perdido la plaza de interior en el filial de Lluís Pujol en beneficio de Danny Muller, por entonces novio de una de las hijas de Johan Cruyff, era ahora el complemento ideal de Guardiola, igual que cuando mandaban Cruyff y Carles Rexach. Tito preparaba la estrategia, aconsejaba fichajes como el de Cesc, sabía a quién y en qué momento había que cambiar, entendía a Messi y concedía entrevistas con el visto bueno de Guardiola. El Barcelona se convirtió en el mejor equipo del mundo a partir del tándem Guardiola-Vilanova, 14 títulos en 19 competiciones. Hasta que en una consulta relacionada con los problemas de oído que había tenido desde pequeño se supo que tenía un tumor en la glándula parótida del que fue operado en noviembre de 2011 cuando el equipo viajaba a Milán. El cáncer ya no abandonó a Tito mientras Guardiola se distanciaba del Barça.
Guardiola y Tito también se fueron separando y les fueron enfrentando de forma progresiva hasta llegar a la ruptura y más tarde a la reconciliación, cuando ya no había ni intermediarios ni familiares de por medio, ambos alejados del Barça. Quizá Pep quería que la historia acabara como había empezado y puede que Tito pretendiera asegurar el futuro de su familia y dirigir la transición del Barça. El título de Liga de 2013 avala las intenciones de Vilanova, a cuyo regazo se entregó la plantilla, agotada por la cultura del esfuerzo de Guardiola. No pareció un ataque de vanidad sino que, consecuente con su personalidad, Tito consiguió relativizar el papel del entrenador del Barça frente a la figura de Messi. Y si alguna vez se dio importancia fue para combatir el menosprecio de quienes ninguneaban sus conocimientos.
Iba y venía Tito, como si no hubiera pasada nada, no sufriera ningún mal, igual que si estuviera de paso por la vida y por el Barça.
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