Aquí estoy yo, sentada en el váter, con las bragas por los tobillos y estoy temblando. No me atrevo a abrir los ojos, no después de lo que me hizo Carlos, no después de eso, de abandonarme, de dejarme sola, de dejarme sin más, después de 7 años casados, no sé qué haré si abro los ojos, y confirmo mis sospechas.

Negativo. Los he abierto y la prueba de embarazo ha dado negativo.

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Deja de llorar ya, venga duérmete cariño, por favor, que tu mamá quiere dormir, que mañana tengo que hacer un montón de cosas, tengo que ir al banco temprano, pagar la luz, venga, duérmete.

Muy bien. Así me gusta. Buen niño. Mi pequeño Carlitos, eres un angelito. La verdad no puedo creer que este niño sea hijo de Carlos, tan guapo y tan bueno, su padre era un mal hombre, que no dudó en irse de mi lado cuando más lo necesitaba.

Voy a llamarlo.

- Andrea, tú otra vez –es su voz, reprochándome que lo llame, como si yo tuviese la culpa de que este niño naciera.

- Carlos, el niño ya tiene un mes y tres días y ni siquiera te has dignado a venir a verlo. ¡Eres un mal padre!

- A saber si ese niño es mío, a saber si no lo has engendrado con algún gigoló para intentar atarme a ti, estás loca Andrea, sé qué harías cualquier cosa por intentar retenerme a tu lado.

- No, ese niño es tuyo –ya no me doy aguantado más, las lágrimas acuden a mis ojos.

- Ya estás, puedo oír tus sollozos Andrea, no me gusta que sufras, pero deberías plantearte ir a un psiquiatra, deberían hacerte una evaluación médica, te lo digo seriamente y desde el cariño que te pueda tener todavía.

- ¿Tú? ¿Cariño? No me hagas reír Carlos, siempre me has utilizado, y ahora, mi pequeño Carlitos paga tus fechorías, en serio, eres el peor padre del mundo.

- Vete a la mierda, no eres más que una puta.

Ha cortado la llamada, me ha dejado, como siempre, destrozada, desolada, y Carlitos durmiendo como un angelito en su cuna. No sé cuánto tiempo más podré estar así, la baja por maternidad no me durará mucho y Carlitos necesita un padre, necesita a su padre.

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- Carlitos, ¿Qué te pasa hijo mío? ¿Fiebre? –toco su piel y está ardiendo, mi pobre hijo no para de llorar –no tengas miedo hijo mío, llamaré a tu papá y vendrá a por ti.

Ni yo me lo creo, sé que Carlos no vendrá, sé que por mucho que lo llame no va a venir a por una criatura que él no puede asegurar que sea su hijo, es un mal padre y siempre fue un mal marido, nunca me trató como debía, y yo siempre he sido su esclava.

Pero aún así, cometiendo la enésima estupidez de mi existencia, le llamo.

- ¡Tú otra vez! –dice a voz en grito- ¡Andrea! ¡Ya no sé cómo explicarte que no quiero saber nada de ti ni de ese engendro mal parido!

- Pero…

- ¡Ni pero ni hostias! ¡Déjame en paz zorra de mierda!

- Pero…

Y cuelga, como siempre, me deja con la palabra en la boca, ni siquiera puedo explicarle como se encuentra Carlitos, y creo que está grave, temo que sea meningitis. En este estado dudo que pueda conducir hasta el hospital.

Pero tengo que relajarme, tengo que relajarme por Carlitos, por mi hijo, para que él pueda salvarse.

Respiro hondo, varias veces, pensando en la sonrisa de mi bebé, en sus ojitos de felicidad cuando juego con él, en la carita que pone cuando le hago carantoñas, en él, en todo él.

Cojo a Carlitos y lo meto en su cestita, vamos al médico.

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- Buenas noches, en qué puedo ayudarle señora –una señora de urgencias atiende a Andrea que viene con la cestita en la mano, algo alterada y sofocada.

- Mi hijo, creo que tiene algo, que puede tener –traga saliva- algún virus o algo así, no para de llorar, y tiene la fiebre elevada.

La enfermera asiente mientras anota y coge el teléfono.

- Hay un bebé que puede tener algún virus, ¿Quién puede atenderle? –la enfermera se queda un rato en silencio, escuchando- Vale, entonces le digo que se dirija ahí.

La mira y le sonríe, esa sonrisa alivia de alguna manera a Andrea.

- Diríjase usted a la segunda planta a la puerta 8, el doctor Daniel Graham le atenderá, no se preocupe, su bebé se pondrá bien.

- Muchas gracias señorita.

Andrea se encuentra más tranquila, y camina con paso firme hacia el segundo piso, su bebé parece ya no llorar tanto, le da la impresión de que él sabe que pronto se pondrá bien.

Ve la puerta 8, y llama antes de entrar.

- Pase –le dice una voz desde el interior de la habitación.

Andrea abre la puerta y entra.

- ¿Es usted la madre del niño enfermo? ¿No?

- S-sí –responde entrecortadamente- sálvelo por favor.

- Tiéndalo en la camilla, por favor, mientras voy cogiendo unos guantes –el Médico se da la vuelta y se dirige a un armario pequeño.

Andrea coge a Carlitos y lo pone encima de la camilla.

- Muy bien –dice el médico dándose la vuelta y mira para la camilla, e inmediatamente abre los ojos como platos- ¿Qué demonios? ¿Así que por eso no lloraba?

El médico se queda mirando con cara de horror a Andrea y niega con la cabeza.

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Día 1.

Me han metido en esta celda y solo escucho gritos en las otras salas, esto es un manicomio, no me cabe la menor duda.

Hace horas que me quitaron a Carlitos, me lo quitó aquel médico, ni siquiera sé qué pasó con él, qué le hicieron, simplemente lo arrebataron de mis brazos.

El médico llamó a alguien por teléfono cuando estábamos ahí y de repente llegaron dos hombres y me agarraron para que el Señor Graham me administrase un calmante y poco a poco, sin yo quererlo, mis pataleos y mis gritos fueron cesando, hasta que me dormí.

Y aparecí aquí.

No sé nada, solo murmuraban, me cansé de gritar, llorar, patalear, me cansé y ahora estoy escribiendo, esto, para que al menos si no salgo de aquí alguien lo lea, que no estoy loca, que me robaron a mi Carlitos.

Se me pasan miles de cosas por la cabeza, tráfico de niños, que Carlos quisiese apoderarse de él y meterme aquí, cualquier cosa, al final sí que voy a acabar loca.

Solo me gustaría, que mi Carlitos, no me olvidara, pero es tan pequeño, que nunca sabrá qué fue de su madre.

Tengo las lágrimas en la garganta. Es doloroso pensar que le puede pasar después de esto a mi hijo, que le van a hacer, si lo darán en acogida y lo tratarán bien o mal, no lo sé, sólo sé que yo nunca dejaré de quererle.

Al fin y al cabo, es el fruto del amor.

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- ¡Carlos! ¡Vamos que se nos va a hacer tarde! –la voz de Violeta se escucha desde la parte de debajo de la casa.

Carlos está con la mirada fija en el ordenador, en un artículo de “wikipedia”.

“Un embarazo psicológico se da cuando una mujer cree estar embarazada sin estarlo realmente y presenta, además, la mayoría de los signos y síntomas gestacionales. Es un problema psicológico en el que el principal desencadenante suele ser el deseo desmedido de ser madre. La pseudociesis también puede darse en varones aunque con una frecuencia mucho menor, así como también en animales de compañía.

Causas: La causa principal de este suceso parte del deseo incontrolable de tener un hijo, sin embargo, hay otros factores como: la necesidad de fortalecer aún más los nexos conyugales o sentirse joven y productiva.”

Cierra la tapa del ordenador, y mira sus fotos con Andrea.

- ¿Por qué no lo aceptaste? ¿Por qué no te diste de cuenta de que todo fue producto de tu imaginación? ¿Por qué?

Carlos piensa por enésima vez que todo fue su culpa y acaricia la tapa del ordenador.

- Solo era un peluche, el primer peluche que te había regalado, solo eso.

Se levanta con lágrimas en los ojos y baja.

- ¡Cariño! ¡Qué vamos a llegar tarde al entierro!

Y entonces, se oyen las campanas del final.