❀ Frágil como una rosa
El año 3050 estaba en todo su esplendor en adelantos para el bien de las nuevas generaciones. En opinión de sus contemporáneos, no había mejor tiempo para estar vivo que el que ahora presenciaban. Hoy el futuro que sus antepasados tanto anhelaban sin poder siquiera imaginarlo.
Los robots eran el milagro. Todo lo que un humano no podría resolver, estos lo hacían en menos de lo que se tardaba alguien en darse cuenta del problema frente a ellos. Contados estaban quienes se dedicaban a la inversión de nuevos prototipos. La mayoría optaba en esa profesión por los beneficios monetarios. Sí, ni con todos los cambios en la sociedad se acababa la avaricia del hombre. Un mal del cual al parecer se tendría que vivir por la eternidad.
Al haber fallecido repentinamente uno de estos inventores, también sus proyectos se desvanecieron en su último exhalar. Una capa ligera de polvo lo revestía como condena del mismo olvido. Él era un androide más inconcluso pero se diferenciaba a los muchos otros en los que trabajó el señor. Un deseo noble. Razón por la cual resultaba ser único en cuanto a todo su diseño. Podría fácilmente ser confundido con un humano, excepto que su mirada le delataba al emanar cierto brillo.
Un robot con la capacidad de sentir cualquier emoción humana, incluso dolor. Únicamente necesitaba asimilar toda esa información. Nunca pudo ser activado en lo que su dueño llamó la etapa de aprendizaje. Una habitación abandonada, en un hogar solitario donde la vida artificial no vio la luz... aún.
Un accidente le hizo despertar. Aquel día la curiosidad de una joven —la nieta del inventor— activó sistema del androide. DM-003, el nombre de este. Desde su encuentro la muchacha día tras día volvía a la casa de su abuelo para intercambiar palabras con él. Así fue que la fase uno (aprendizaje) iba en marcha.
¿Quién dijo que un robot no puede mantener un lazo afectivo? Obviamente ni el sabía o entendía por el momento cosas como esas.
A la doncella le apasionaba la lectura, ella no podía estar sin poseer un libro en las manos; extraña, siendo que desde ya hacía milenios que ya no se usaba ninguno en físico teniendo la posibilidad de leer donde quiera por medio de hologramas. Otra cosa que la distinguía de los jóvenes de su era, el amor al pasado. Si, sorprendía que esta pudiera recitar a detalle casi sin pausar el como solía ser la vida para los años 2000.
«¿El cielo era azul? ¿De qué están hechas las nubes? ¿A qué huele una rosa?» Cuestiones de un infante solían del curioso autómata. Siempre lograba acorralar a la chica a un dilema. Aun si se le daba respuestas a todas ellas de la manera más ingeniosa, tal como un niño proseguía con el enmudecedor «¿Y por qué?»
Dashiell —El nombre que le dio ella en vez de su anterior tan sin sentido— los lapsos en los que se encontraba solo, con su capacidad se disponía a memorizar cada letra de los libros que le eran dejados. Le parecía tan maravilloso lo que la vida implicaba. Por las noches al dormir —proceso que no necesitaba y que sin importar eso lo hacía— soñaba con cada una de las cosas que aprendía. Con una vida que jamás viviría, su apreciada falsedad.
Por más que fuese instruido o estudiara sobre la existencia no le sería posible nunca el ser un ser humano. Un robot no es ni será un mortal. El tener emociones o sentir dolor no lo convertía en un ser viviente. La ilusión de un hueco en su pecho molestaba y punzaba con insistencia al estar junto con muchacha.
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Gracias a esa amistad encontró una de sus aficiones. Le encantaba observar los libros que hablaban de los jardines. Le cautivaba la naturaleza, cosa que en esos días escaseaba debido a que la generaciones pasadas explotaron el planeta casi acabando con todo espacio verde. La persona que tuviera aunque sea una sola planta se le consideraba afortunada. En uno de los muchos ejemplares se encontró con una pequeña semilla. Sus ojos se iluminaron al darse cuenta del gran hallazgo que por el momento mantuvo en secreto.
Cada que veía a la joven, se contenía de contarle. Tarea difícil siendo que a ella también le fascinaban las flores y por lo que sabía nunca esta había presenciado una. Paciencia, su secreto dejaría de serlo hasta ver el retoño florecer. Ahora bien, últimamente notaba a la de claros cabellos de forma extraña. Le preocupaba, sin embargo, al preguntar un «no es nada» salía de los labios adversos. Comentarios sin sentidos en ocasiones.
—¿Qué harías si llegara el día en que no regresara?
Cuestión que lograba desanimar al robot. Estaba tan acostumbrado a estar en compañía de ella que no se imaginaba nada como respuesta a ello. Finalmente pudo experimentar lo que los humanos llaman miedo. Una vez que la menor cruzaba la puerta para marcharse corría a la ventana para observarle irse y llegó a no moverse hasta que nuevamente lograba percatarse de su lejana silueta.
El tiempo pasó. Un día, dos, cuatro y así fueron hasta llegar las dos semanas sin saber nada de ella. ¿Qué significaba esa repentina ausencia? ¿Se enteraría de su secreto y se molestaría por no decírselo? ¿Volvería a verla? Ciertamente no poseía un corazón literal, no obstante, podía asegurar que algo se encogía en su interior.
Luego de tanto, el sonido del código de la puerta resonaba haciendo que el autómata apresurara su andar hasta tal sitio. La chica estaba allí frente suyo luciendo un aspecto que le dejó mudo. Su semblante más pálido de lo normal, exceptuando las ojeras que se marcaban de un tono oscuro, sin mencionar la máscara de oxígeno que traía en mano. Todo se aclaró en su mente en esos instantes.
«No digas nada, disfrutemos este día juntos...»
Por el modo en que le fue dicho, pudo darse cuenta de otra cosa que ignoró todo este tiempo. Ese día sin duda, logró conocer la felicidad, una que tendría que guardar ya que no se repetiría. A ella le regaló la oportunidad de ver la pequeña plantita que aunque todavía no dejaba ver mucho consiguió como recompensa ver la sonrisa más hermosa.
Lo que ignoró, eso que también lo diferenciaba de los humanos es que no podía morir. Podría ser desconectado, si, pero experimentar la muerte jamás. Otra lección, la vida es muy frágil. Así fue que junto con el último aliento dado por la doncella y una vez que la rosa floreció, hubo algo en el robot que le hizo no volver abrir sus ojos cuando soñaba con una vida junto a la felicidad.
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✿ Nota: Este escrito lo cree
cuando nos pidieron en el rol en el
que una vez estuve que hiciéramos
un plot futurista. Me basé en la película
de «Inteligencia artificial» y bueno
quería compartirlo con ustedes. En fin,
disfrútenlo. Daiki les manda muchos
saludos llenos de dango♡
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❝Un prado por sí mismo es solo pasto, flores y el sol
que se asoma por los árboles es sólo un rayo de luz.
ᅝᅝᅝᅝᅝPero los juntas y puede ser mágico❞
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