La pata de mono, de W. W. Jacobs, es el relato que más hondamente me ha perturbado. Por ejemplificar su influencia, de dicha obra embebe el mamotreto de Stephen King Pet Sematary (Cementerio de mascotas); y, de éste, un traumático filme homónimo de finales de los años ochenta dirigido por Mary Lambert.
Si bien la película me impactó —desde mi época escolar le debo cinco años de insomnio—, el libro me fascinó y me animó a buscar lo que a la postre descubriría como el origen asombroso de tanta genialidad. El alma mater, la esencia del miedo, que encontré concentrada en no más de tres hojas, petrifica recuerdos indelebles, imborrables; aún inspira a los genios del terror moderno y continúa sobrevolando a los durmientes, provocando sus pesadillas.
Como seguidor de cine y literatura zombi, he encontrado pocos momentos que prioricen el concepto del muerto viviente. Aún menos escenas o pasajes fulgurantes sobre el significado social y psicológico de resucitar. Resulta inexplicable si consideramos que, antropológicamente, la muerte marca las pautas del arte y el comportamiento humano y se enraiza en la psique y la cultura aflorando en forma de manifestaciones artísticas. No obstante, los blockbusters, los bestsellers, la literatura clásica, las producciones de serie B... no suelen incidir de raíz en el terror en su estado más puro.
Olvidaos de producciones que subrayen verdaderamente el impacto psicológico e impredecible que supondría que un cadáver regresara a la vida, sin zarandajas: sea quizá porque es excesivo e impensable para ser contado, o por falta de imaginación. Es más, se opta por desviar nuestra atención hacia otras cien cuestiones que en realidad no tienen relación con la temática: acción, violencia, sexo, efectos especiales...
Es una costumbre estética muy extendida ésta del maquillaje forense para disimular una explicación, más bien pobre, sobre la resurrección. Por otra parte, es curioso, o ridículo, que podamos sustituir, sin cambiar apenas una línea del guion, a estos hombres maltrechos y resacosos, de cara nívea y salpicados con salsa de tomate, por cualquier otra atracción de feria —aliens, gremlins, vacas voladoras del espacio exterior...—, y todo ello sin trastocar nada (así es la comida rápida).
Pero seamos serios, ¿no es ya terrorífico y magnético pensar en el despertar de la tumba?, ¿no es bastante grotesco para los cinéfilos y lectores que aún necesitan doble ración de vísceras y rubias escotadas?, ¿o es porque en los condimentos no hay sustancia suficiente y sí demasiado edulcorante? A propósito, «palomiteros» o no, todos quedarían empachados hasta el hartazgo si encontrasen, solo por un instante, lo que subconscientemente buscan. No obstante, estas revelaciones no suelen darse. A lo sumo, podría descubriros dos o tres; pero por suerte compensan el tiempo perdido, los pastiches y hasta las odiosas parrafadas para adolescentes.
Es por ello que os recomiendo este cuento:
http://www.ciudadseva.com/…/…/ing/jacobs/la_pata_de_mono.htm
Artículo leído: :thumbup:
Si bien la película me impactó —desde mi época escolar le debo cinco años de insomnio—, el libro me fascinó y me animó a buscar lo que a la postre descubriría como el origen asombroso de tanta genialidad. El alma mater, la esencia del miedo, que encontré concentrada en no más de tres hojas, petrifica recuerdos indelebles, imborrables; aún inspira a los genios del terror moderno y continúa sobrevolando a los durmientes, provocando sus pesadillas.
Como seguidor de cine y literatura zombi, he encontrado pocos momentos que prioricen el concepto del muerto viviente. Aún menos escenas o pasajes fulgurantes sobre el significado social y psicológico de resucitar. Resulta inexplicable si consideramos que, antropológicamente, la muerte marca las pautas del arte y el comportamiento humano y se enraiza en la psique y la cultura aflorando en forma de manifestaciones artísticas. No obstante, los blockbusters, los bestsellers, la literatura clásica, las producciones de serie B... no suelen incidir de raíz en el terror en su estado más puro.
Olvidaos de producciones que subrayen verdaderamente el impacto psicológico e impredecible que supondría que un cadáver regresara a la vida, sin zarandajas: sea quizá porque es excesivo e impensable para ser contado, o por falta de imaginación. Es más, se opta por desviar nuestra atención hacia otras cien cuestiones que en realidad no tienen relación con la temática: acción, violencia, sexo, efectos especiales...
Es una costumbre estética muy extendida ésta del maquillaje forense para disimular una explicación, más bien pobre, sobre la resurrección. Por otra parte, es curioso, o ridículo, que podamos sustituir, sin cambiar apenas una línea del guion, a estos hombres maltrechos y resacosos, de cara nívea y salpicados con salsa de tomate, por cualquier otra atracción de feria —aliens, gremlins, vacas voladoras del espacio exterior...—, y todo ello sin trastocar nada (así es la comida rápida).
Pero seamos serios, ¿no es ya terrorífico y magnético pensar en el despertar de la tumba?, ¿no es bastante grotesco para los cinéfilos y lectores que aún necesitan doble ración de vísceras y rubias escotadas?, ¿o es porque en los condimentos no hay sustancia suficiente y sí demasiado edulcorante? A propósito, «palomiteros» o no, todos quedarían empachados hasta el hartazgo si encontrasen, solo por un instante, lo que subconscientemente buscan. No obstante, estas revelaciones no suelen darse. A lo sumo, podría descubriros dos o tres; pero por suerte compensan el tiempo perdido, los pastiches y hasta las odiosas parrafadas para adolescentes.
Es por ello que os recomiendo este cuento:
http://www.ciudadseva.com/…/…/ing/jacobs/la_pata_de_mono.htm
Artículo leído: :thumbup:
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