La inscripción melódica —con letra— más antigua que se conoce, el Epitafio de Seikilos, data del siglo I y procede de Asia menor. Así, descubrimos el último mensaje que grabó Sícilo para su mujer, Euterpe, que ha perdurado 2000 años, petrificado en una columna sobre el sepulcro de ella.
Por la época y la situación, se diría que las connotaciones mágicas de este tesoro antiguo son suficientes para hacer soñar al más amargo. Además, habría que incidir en el significado, poderoso, que encierra la traducción del compromiso de un hombre olvidado con su esposa; nos desvela un secreto epicúreo, que trasciende de la relación de dos amantes desconocidos.
Nos alecciona, pues, a todos, lo que William Ramsay encontró en Turquía en 1883, hoy conservado en el Museo Nacional de Dinamarca. Os invito a escuchar una canción, que a ninguna otra se parece, y reverbera las palabras de una tumba lejana, a través de los ecos del tiempo, para deleite de los que se aventuren a profanar el cementerio de las ideas.
EL EPITAFIO DE SEIKILOS:
<<Soy una imagen de piedra, Sícilo me puso aquí, donde soy por siempre, símbolo del eterno recuerdo.
>>Mientras vivas, brilla, no dejes que nada te entristezca, más allá de la medida; porque corta es la vida, por cierto, y el tiempo exige su tributo>>.
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