La acción se narra desde el punto de vista de Bruno, el hijo de nueve años hijo de un militar de alto rango nazi.
Él y su familia se ven obligados a abandonar Berlín cuando a su padre lo destinan para trabajar en el campo de concentración de Auschwitz.
La familia acepta el cambio pero no sin resignación.
El joven desde la ventana de su habitación puede vislumbrar varias casas y muchas personas que visten “pijamas de rayas”.
La inocencia característica de un niño de su edad le hace creer que son granjeros, cuando en realidad son los judíos presos del campo.
Cansado de estar solo en su nueva casa sin ningún amigo con el que jugar, se va a explorar los alrededores y a través de una alambrada conoce a Shmuel, con el cual comienza una bonita amistad.
Sin que sus padres sepan nada al respecto, Bruno va cada día a jugar y a llevarle comida a su nuevo amigo, mientras este le cuenta la historia de cómo llegó allí y las terribles condiciones en las que vive.
Elsa, la madre de Bruno, un día se percata de un humo oscuro y maloliente procedente del campo de exterminio y se entera de la verdadera misión de su marido.
Es entonces cuando decide que no es el lugar adecuado para criar a sus hijos, así ella da el paso de abandonar Auschwitz junto a sus hijos en un par de días.
Bruno decide contarle a Shmuel que abandona su nuevo hogar y ante su evidente tristeza, su amigo le cuenta que su padre ha desaparecido, por lo que Bruno se compromete a pasar su último día junto a él al otro lado de la alambrada, para así poder ayudarle a encontrarlo.
Tras disfrazarse con uno de los pijamas de rayas y cavar un agujero para poder entrar, comienzan su aventura.
De repente los acontecimientos dan un giro inesperado: Comienza a llover y los soldados conducen a un grupo de prisioneros (entre los cuales se encuentran los dos niños), hacia la ducha, o al menos eso pensaban los jóvenes.
Mientras tanto los padres de Bruno notan su ausencia y empiezan a buscarlo.
Al darse cuenta de a dónde se había dirigido su hijo comienzan a correr desesperadamente hasta encontrar su ropa frente a un agujero bajo la alambrada.
El padre al ver la falta de prisioneros se da cuenta de que han activado la cámara de gas, pero ya es tarde, ya solamente les queda el lamento.
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Gracias a Muffet y a Voldia por sus Firmas.