CAPÍTULO 1
El reino vecino está en llamas.
Corro por todas las calles, callejones, plazas…
Compruebo que no hay ningún herido.
Paro, para recuperar el aliento.
Toso por culpa del humo.
Al levantar mi rostro veo salir a una pareja de una casa en llamas.
Las quemaduras laten.
Son profundas, cubren gran parte de mi cuerpo.
Mi ropa está calcinada.
Contemplo la escena, con sorpresa.
Distingo los rasgos del hombre y la mujer que sujeta lánguida en sus brazos.
Ella no respira.
Su cabello es de todos los colores que hay en este mundo.
Está desnudo, al igual que yo, por culpa del fuego.
Uno de sus ojos es marrón y el otro completamente negro.
Me mira con ternura.
La sangre resbala por mi cuerpo, por mi rostro.
“Por fin nos reencontramos, Jonathan.”
Compungido, sostengo su mirada.
“Hoy era nuestro Aniversario.”
Miramos a la mujer que sostiene en sus brazos.
Su rostro está echado hacia atrás.
De su espalda sobresale algo, colgando inerte hasta rozar el suelo.
“¿Plumas…? ¿Alas?”
“Ella es tu madre. Murió hace años en un incendio.”
Noto como mi corazón se rompe.
Me duele el pecho al respirar.
Entre sudores.
“Eres Alexander, el prometido de Lirio.”
“No logro comprenderlo.
No, no quiero entenderlo.
Me niego.”
_Has provocado este incendio. _Logro decir con voz ronca por culpa del humo.
Una segunda voz sale de su garganta, de su boca.
“Naciste en medio de un incendio como este. Muerto.
Traté de manteneros a los dos con vida.
Se lo supliqué al resto de dioses.
No quisieron creerme.
Creer que alguien como ellos podría sentir esto por una humana, una mortal.
Traté de darle la inmortalidad con estas alas, para que este humano dejara de llorar, de hacerme sentir así, pero no lo logré a tiempo.”
“Débil, destrozado.” Pensamos.
Su voz se quiebra.
De su ojo oscuro comienza a brotar sangre que se derrama por su mejilla izquierda.
“Es la primera vez que veía llorar a uno de los míos…
...y que ese alguien fuera mi padre biológico.
Mi creador.”
Su ojo marrón comienza a derramar lágrimas cristalinas.
La casa termina de arder, veo como todo el fuego la consume a sus espaldas.
“Mi hogar.”
Es como ver el infierno ante mí.
_ ¿Estás aquí por una mujer también, verdad?
Jadeante, aparto mis ojos de él y observo el cadáver de ella.
Es delgada, su cuerpo solo está cubierto por una falda corta y un top negros.
Su cabello moreno cae lacio hasta el suelo, como las plumas que forman sus dos alas.
Grito en un arrebato de rabia, impotencia.
Las lágrimas caen por mi rostro.
Noto mis ojos hinchados, enrojecidos.
Me dejo caer de rodillas.
La voz de Alexander suena aún en mis oídos ahora tranquila, serena.
“Lo último que me pidió fue que vivieras, por eso se dejó morir.”
Mis pupilas se tornan rojas por completo, tembloroso, lloro sangre.
Siento un dolor palpitante, dentro y fuera de mi cuerpo.
Empiezo a ver borroso.
Respiro forzosamente.
Me apoyo con las palmas de las manos.
Por último, caigo al suelo.
Cuando levanto el rostro, frente a mí solo hay una nota y un collar que el viento se lleva volando a alguna parte.
“Lo siento, perdóname.
No he podido hacerlo.”
CAPÍTULO 2
Tumbado, bocarriba, con el rostro girado hacia los restos de mi casa.
Miro todo lo que queda del infierno de ayer.
Mi pecho se mueve con dificultad.
Me duele respirar.
Mi cuerpo sigue quemado.
La herida de mi cabeza aun la siento, latente.
Con un gran esfuerzo, giro mi cabeza hacia arriba.
Veo el cielo azul, cubierto por algunas pequeñas nubes blancas.
Un hilo de sangre cae de mi labio roto, por la barbilla.
Con cada movimiento que hago las heridas se van abriendo, lentamente.
Giro mi cabeza al otro lado.
Consigo ponerme bocabajo.
“Y entonces…
...la veo a unos metros de mí.”
Está de espaldas.
Veo unas pequeñas gotas, cayendo al suelo.
Escucho su llanto, tratando de hacerlo lo más silencioso posible.
Me arrastro como un animal malherido.
La mitad de mi rostro comienza a sangrar.
Mi cuerpo también.
Balbuceo su nombre con un gruñido ronco.
Extiendo mi brazo con la palma de mi mano abierta.
“Es como cuando la conocí.
Hice el mismo gesto.
Tenía resaca y no sabía dónde dejarme caer para aliviar mi dolor de cabeza.
Necesitaba claridad, despejarme.”
La oigo llorar en mi cabeza.
Tengo los ojos húmedos también.
Consigo decir bien su nombre.
“Lirio.”
Mueve su cabeza.
Me ve por encima del hombro.
Escupo sangre por la boca.
Me atraganto.
Sus ojos me miran con sorpresa y horror.
A la luz del Sol se ven dorados, como su cabello.
Lleva la nota que perdí de vista ayer, entre sus manos.
Aparto la vista, avergonzado.
“De mi actitud.
De lo que queda de mí.
De todo.
Todo lo que debe estar sufriendo ahora.
Lo último que puede que me lleve de vuelta será su mirada, su tristeza.”
Lagrimas cristalinas caen por mis mejillas.
Noto sus pies, sus pasos, acercándose a mí.
Pierdo el conocimiento.
Desplomado en el suelo, inconsciente.
CAPÍTULO 3
Abro mis ojos y veo su vestido.
Sus piernas.
Está sentada en una silla, junto a mi cama.
Sonríe con ternura al verme despierto.
Le contemplo con brillo en mis pupilas negras.
Vuelvo a respirar con normalidad.
Mis heridas han cicatrizado.
Mi rostro está limpio.
“Me miraste como si fuera un monstruo.”
Hace una mueca, dolida.
“Te estabas muriendo delante mía.
Empezaste a sufrir espasmos, agonizaste y dejaste de moverte, de respirar.
Me negué a creerlo.
Te traje de vuelta aquí.
Lavé todas tus heridas a mano, pasé todas las noches contigo.”
“Y volviste a mí.”
Su voz se quiebra, cierra sus ojos y se lleva una de mis manos a su mejilla.
Noto sus lágrimas, calientes.
Besa mi palma.
Los latidos de mi corazón se aceleran.
Mis ojos se abren, contemplándola, emocionado.
Coloca sus manos en mis hombros.
Me siento en la cama, apoyando la espalda en la almohada.
Sube una de sus manos a mi nuca y con la otra me acerca, envolviéndome, estrechándome contra su cuerpo.
Apoyo mi cabeza en su hombro y inspiro oliendo el aroma de su piel, de los mechones de su cabello.
Noto como agarra mi nuca y echa mi rostro hacia atrás.
Toma mi cara entre sus manos y nos miramos a los ojos.
Su mirada es fría, severa.
Me veo reflejado en ellos, aun pálido, temeroso.
Acerca su boca a mi oído, sintiendo su respiración calmada.
_Cuéntamelo, dime todo. _Susurra con voz aterciopelada.
Mis manos se aferran a las sabanas.
Le cuento todo lo que vi y descubrí la noche en la que me envió a detener al causante del incendio.
Mis labios comienzan a temblar, mis manos también.
_Shhh... Tranquilo.
Su voz ahora, es apenas un débil susurro, dulce.
Masajea mi nuca, noto el va y ven de sus dedos por mi espalda.
Mis pupilas negras contraídas, sin brillo, no apartan la mirada de sus ojos.
Balbuceo, sudoroso.
Alza mi rostro y me limpia el sudor frío.
Suelto frases inconexas que escapan de mi garganta con la voz entrecortada.
Mi mirada está perdida en sus ojos, en su voz, tratando de indagar en lo más hondo de mi ser.
_Shhh, shhh... Suficiente. _Me dice, cortante.
La yema de su dedo índice se desliza por mis labios, sus otros dedos por mis pómulos.
Voy volviendo en mí.
El brillo y la vida vuelven a mi mirada.
Siento su cuerpo junto al mío.
Abro los ojos con sorpresa, al sentir como mueve mi mano entre sus senos, por el escote, sintiendo su canalillo, escuchando los latidos acompasados de su corazón.
Noto algo frío entre mis dedos.
Un colgante con forma de lágrima.
Le dejo hacer, completamente cautivado.
Acerca su rostro a mi cara.
Sus labios acarician los míos, muy suavemente.
Siento su aliento cálido, entrando en mi boca.
Entrecierro mis ojos, dejándome llevar por sus caricias, su roce.
"No vuelvas ha dejarme."
Veo ternura en su mirada.
Me siento vacío, rendido ante ella.
_Por favor... _Le ruego, con voz ahogada.
Me estremezco.
Besa mi frente, mi cabello alborotado.
"Eres mío, desde que te vi en las puertas de mi palacio.
No te dejaré ir, nunca."
El miedo a ser rechazado por ella, a que me expulsara de su vida, desaparece.
“Mis padres...
...Entonces realmente era el, no hay duda...
...Su prometido.”
CAPÍTULO 4
Bajo de mi carruaje.
Acompañada por un ejército de soldados, les ordeno que patrullen por todo el reino vecino para que comprueben si todas las personas están a salvo.
Camino por las calles, observando los edificios y las casas destruidas.
En el suelo, piso sin querer una nota con la punta de uno de mis tacones.
Se me engancha el zapato con algo más.
Me inclino y recojo ambas cosas.
Una cadenita de una lágrima plateada con varias perforaciones por las que la luz se filtra, brillando.
La coloco alrededor de mi cuello y la escondo debajo del escote.
Sujeto con ambas manos la nota y la leo.
“Esta lagrima que te regalé, tus labios, cada uno de tus besos, tu cuerpo y alma, tu hogar... Aún me pertenecen. Ambos sabemos que sí, no importa cuánto tiempo pase, ni siquiera la eternidad hará que te olvides de mí, siempre estaré contigo.”
Las lágrimas resbalan por mi rostro, empapando mis mejillas.
Mis manos tiemblan, pequeñas gotitas caen al suelo.
Trato de contenerme, me muerdo el labio, pero no consigo reprimir el llanto.
Para asegurarme, saco el collar, sostengo la lágrima, dejando que los rayos de sol pasen por sus huecos, formando pequeños arcoíris con mis lágrimas.
Escucho un ruido muy débil.
Alguien pronuncia mi nombre, como si fuera un gruñido.
Giro mi rostro por encima del hombro y le veo.
Le miro con horror.
Extiende su brazo, su mano abierta, tratando de alcanzarme.
Vomita sangre, se atraganta.
Contemplo como se retuerce, agonizante, hasta desplomarse, inconsciente.
Cuando me acerco y me agacho para comprobar si tiene pulso, si respira, ya es demasiado tarde.
Mis soldados acuden a mi encuentro al verme de rodillas, sollozando, destrozada.
“Su padre es...”
Grito mientras me tapo el rostro con las manos, tratando de no ver su cuerpo, inerte en el suelo.
CAPÍTULO 5
Me encargué personalmente de traerlo de vuelta a palacio.
Todas las noches lavaba sus heridas.
Dormía sentada a los pies de su cama.
“Tenía la esperanza de que volvería a respirar, de que su corazón volvería a latir.”
Durante el día tenía reuniones, todas con el propósito de averiguar el paradero de su padre.
Nadie consiguió darme una respuesta con algo en concreto.
Bajo el amanecer, me levanto y decido abrir su maleta.
Coloco cuidadosamente la nota.
Desesperada por obtener información, una pista, hurgo en sus pertenencias.
Veo unos folios colocados bocabajo, les doy la vuelta.
“¿Dibujos...?”
“Un hombre de pie, extendiendo su mano al cielo y una mujer con alas de ángel oscuras, extendidas, bajando.
Ambos se miran felices, hay brillo en la mirada de sus ojos negros.
El siguiente es de ambos besándose con pasión, una lágrima cae por sus mejillas.
El que le sigue es de ellos juntos, él está de pie y ella sentada en una silla de madera.
Miran con cariño al bebé que la mujer tiene en sus brazos.”
Ordeno todo y cierro su maleta.
Su pecho comienza ha moverse.
Me siento rápidamente en una silla, junto a su cama.
Abre sus ojos y lo primero que ve son mis piernas, la falda de mi vestido.
El alivio me inunda.
Enternecida, me llevo una de sus manos a mi mejilla y beso su palma.
El reino vecino está en llamas.
Corro por todas las calles, callejones, plazas…
Compruebo que no hay ningún herido.
Paro, para recuperar el aliento.
Toso por culpa del humo.
Al levantar mi rostro veo salir a una pareja de una casa en llamas.
Las quemaduras laten.
Son profundas, cubren gran parte de mi cuerpo.
Mi ropa está calcinada.
Contemplo la escena, con sorpresa.
Distingo los rasgos del hombre y la mujer que sujeta lánguida en sus brazos.
Ella no respira.
Su cabello es de todos los colores que hay en este mundo.
Está desnudo, al igual que yo, por culpa del fuego.
Uno de sus ojos es marrón y el otro completamente negro.
Me mira con ternura.
La sangre resbala por mi cuerpo, por mi rostro.
“Por fin nos reencontramos, Jonathan.”
Compungido, sostengo su mirada.
“Hoy era nuestro Aniversario.”
Miramos a la mujer que sostiene en sus brazos.
Su rostro está echado hacia atrás.
De su espalda sobresale algo, colgando inerte hasta rozar el suelo.
“¿Plumas…? ¿Alas?”
“Ella es tu madre. Murió hace años en un incendio.”
Noto como mi corazón se rompe.
Me duele el pecho al respirar.
Entre sudores.
“Eres Alexander, el prometido de Lirio.”
“No logro comprenderlo.
No, no quiero entenderlo.
Me niego.”
_Has provocado este incendio. _Logro decir con voz ronca por culpa del humo.
Una segunda voz sale de su garganta, de su boca.
“Naciste en medio de un incendio como este. Muerto.
Traté de manteneros a los dos con vida.
Se lo supliqué al resto de dioses.
No quisieron creerme.
Creer que alguien como ellos podría sentir esto por una humana, una mortal.
Traté de darle la inmortalidad con estas alas, para que este humano dejara de llorar, de hacerme sentir así, pero no lo logré a tiempo.”
“Débil, destrozado.” Pensamos.
Su voz se quiebra.
De su ojo oscuro comienza a brotar sangre que se derrama por su mejilla izquierda.
“Es la primera vez que veía llorar a uno de los míos…
...y que ese alguien fuera mi padre biológico.
Mi creador.”
Su ojo marrón comienza a derramar lágrimas cristalinas.
La casa termina de arder, veo como todo el fuego la consume a sus espaldas.
“Mi hogar.”
Es como ver el infierno ante mí.
_ ¿Estás aquí por una mujer también, verdad?
Jadeante, aparto mis ojos de él y observo el cadáver de ella.
Es delgada, su cuerpo solo está cubierto por una falda corta y un top negros.
Su cabello moreno cae lacio hasta el suelo, como las plumas que forman sus dos alas.
Grito en un arrebato de rabia, impotencia.
Las lágrimas caen por mi rostro.
Noto mis ojos hinchados, enrojecidos.
Me dejo caer de rodillas.
La voz de Alexander suena aún en mis oídos ahora tranquila, serena.
“Lo último que me pidió fue que vivieras, por eso se dejó morir.”
Mis pupilas se tornan rojas por completo, tembloroso, lloro sangre.
Siento un dolor palpitante, dentro y fuera de mi cuerpo.
Empiezo a ver borroso.
Respiro forzosamente.
Me apoyo con las palmas de las manos.
Por último, caigo al suelo.
Cuando levanto el rostro, frente a mí solo hay una nota y un collar que el viento se lleva volando a alguna parte.
“Lo siento, perdóname.
No he podido hacerlo.”
CAPÍTULO 2
Tumbado, bocarriba, con el rostro girado hacia los restos de mi casa.
Miro todo lo que queda del infierno de ayer.
Mi pecho se mueve con dificultad.
Me duele respirar.
Mi cuerpo sigue quemado.
La herida de mi cabeza aun la siento, latente.
Con un gran esfuerzo, giro mi cabeza hacia arriba.
Veo el cielo azul, cubierto por algunas pequeñas nubes blancas.
Un hilo de sangre cae de mi labio roto, por la barbilla.
Con cada movimiento que hago las heridas se van abriendo, lentamente.
Giro mi cabeza al otro lado.
Consigo ponerme bocabajo.
“Y entonces…
...la veo a unos metros de mí.”
Está de espaldas.
Veo unas pequeñas gotas, cayendo al suelo.
Escucho su llanto, tratando de hacerlo lo más silencioso posible.
Me arrastro como un animal malherido.
La mitad de mi rostro comienza a sangrar.
Mi cuerpo también.
Balbuceo su nombre con un gruñido ronco.
Extiendo mi brazo con la palma de mi mano abierta.
“Es como cuando la conocí.
Hice el mismo gesto.
Tenía resaca y no sabía dónde dejarme caer para aliviar mi dolor de cabeza.
Necesitaba claridad, despejarme.”
La oigo llorar en mi cabeza.
Tengo los ojos húmedos también.
Consigo decir bien su nombre.
“Lirio.”
Mueve su cabeza.
Me ve por encima del hombro.
Escupo sangre por la boca.
Me atraganto.
Sus ojos me miran con sorpresa y horror.
A la luz del Sol se ven dorados, como su cabello.
Lleva la nota que perdí de vista ayer, entre sus manos.
Aparto la vista, avergonzado.
“De mi actitud.
De lo que queda de mí.
De todo.
Todo lo que debe estar sufriendo ahora.
Lo último que puede que me lleve de vuelta será su mirada, su tristeza.”
Lagrimas cristalinas caen por mis mejillas.
Noto sus pies, sus pasos, acercándose a mí.
Pierdo el conocimiento.
Desplomado en el suelo, inconsciente.
CAPÍTULO 3
Abro mis ojos y veo su vestido.
Sus piernas.
Está sentada en una silla, junto a mi cama.
Sonríe con ternura al verme despierto.
Le contemplo con brillo en mis pupilas negras.
Vuelvo a respirar con normalidad.
Mis heridas han cicatrizado.
Mi rostro está limpio.
“Me miraste como si fuera un monstruo.”
Hace una mueca, dolida.
“Te estabas muriendo delante mía.
Empezaste a sufrir espasmos, agonizaste y dejaste de moverte, de respirar.
Me negué a creerlo.
Te traje de vuelta aquí.
Lavé todas tus heridas a mano, pasé todas las noches contigo.”
“Y volviste a mí.”
Su voz se quiebra, cierra sus ojos y se lleva una de mis manos a su mejilla.
Noto sus lágrimas, calientes.
Besa mi palma.
Los latidos de mi corazón se aceleran.
Mis ojos se abren, contemplándola, emocionado.
Coloca sus manos en mis hombros.
Me siento en la cama, apoyando la espalda en la almohada.
Sube una de sus manos a mi nuca y con la otra me acerca, envolviéndome, estrechándome contra su cuerpo.
Apoyo mi cabeza en su hombro y inspiro oliendo el aroma de su piel, de los mechones de su cabello.
Noto como agarra mi nuca y echa mi rostro hacia atrás.
Toma mi cara entre sus manos y nos miramos a los ojos.
Su mirada es fría, severa.
Me veo reflejado en ellos, aun pálido, temeroso.
Acerca su boca a mi oído, sintiendo su respiración calmada.
_Cuéntamelo, dime todo. _Susurra con voz aterciopelada.
Mis manos se aferran a las sabanas.
Le cuento todo lo que vi y descubrí la noche en la que me envió a detener al causante del incendio.
Mis labios comienzan a temblar, mis manos también.
_Shhh... Tranquilo.
Su voz ahora, es apenas un débil susurro, dulce.
Masajea mi nuca, noto el va y ven de sus dedos por mi espalda.
Mis pupilas negras contraídas, sin brillo, no apartan la mirada de sus ojos.
Balbuceo, sudoroso.
Alza mi rostro y me limpia el sudor frío.
Suelto frases inconexas que escapan de mi garganta con la voz entrecortada.
Mi mirada está perdida en sus ojos, en su voz, tratando de indagar en lo más hondo de mi ser.
_Shhh, shhh... Suficiente. _Me dice, cortante.
La yema de su dedo índice se desliza por mis labios, sus otros dedos por mis pómulos.
Voy volviendo en mí.
El brillo y la vida vuelven a mi mirada.
Siento su cuerpo junto al mío.
Abro los ojos con sorpresa, al sentir como mueve mi mano entre sus senos, por el escote, sintiendo su canalillo, escuchando los latidos acompasados de su corazón.
Noto algo frío entre mis dedos.
Un colgante con forma de lágrima.
Le dejo hacer, completamente cautivado.
Acerca su rostro a mi cara.
Sus labios acarician los míos, muy suavemente.
Siento su aliento cálido, entrando en mi boca.
Entrecierro mis ojos, dejándome llevar por sus caricias, su roce.
"No vuelvas ha dejarme."
Veo ternura en su mirada.
Me siento vacío, rendido ante ella.
_Por favor... _Le ruego, con voz ahogada.
Me estremezco.
Besa mi frente, mi cabello alborotado.
"Eres mío, desde que te vi en las puertas de mi palacio.
No te dejaré ir, nunca."
El miedo a ser rechazado por ella, a que me expulsara de su vida, desaparece.
“Mis padres...
...Entonces realmente era el, no hay duda...
...Su prometido.”
CAPÍTULO 4
Bajo de mi carruaje.
Acompañada por un ejército de soldados, les ordeno que patrullen por todo el reino vecino para que comprueben si todas las personas están a salvo.
Camino por las calles, observando los edificios y las casas destruidas.
En el suelo, piso sin querer una nota con la punta de uno de mis tacones.
Se me engancha el zapato con algo más.
Me inclino y recojo ambas cosas.
Una cadenita de una lágrima plateada con varias perforaciones por las que la luz se filtra, brillando.
La coloco alrededor de mi cuello y la escondo debajo del escote.
Sujeto con ambas manos la nota y la leo.
“Esta lagrima que te regalé, tus labios, cada uno de tus besos, tu cuerpo y alma, tu hogar... Aún me pertenecen. Ambos sabemos que sí, no importa cuánto tiempo pase, ni siquiera la eternidad hará que te olvides de mí, siempre estaré contigo.”
Las lágrimas resbalan por mi rostro, empapando mis mejillas.
Mis manos tiemblan, pequeñas gotitas caen al suelo.
Trato de contenerme, me muerdo el labio, pero no consigo reprimir el llanto.
Para asegurarme, saco el collar, sostengo la lágrima, dejando que los rayos de sol pasen por sus huecos, formando pequeños arcoíris con mis lágrimas.
Escucho un ruido muy débil.
Alguien pronuncia mi nombre, como si fuera un gruñido.
Giro mi rostro por encima del hombro y le veo.
Le miro con horror.
Extiende su brazo, su mano abierta, tratando de alcanzarme.
Vomita sangre, se atraganta.
Contemplo como se retuerce, agonizante, hasta desplomarse, inconsciente.
Cuando me acerco y me agacho para comprobar si tiene pulso, si respira, ya es demasiado tarde.
Mis soldados acuden a mi encuentro al verme de rodillas, sollozando, destrozada.
“Su padre es...”
Grito mientras me tapo el rostro con las manos, tratando de no ver su cuerpo, inerte en el suelo.
CAPÍTULO 5
Me encargué personalmente de traerlo de vuelta a palacio.
Todas las noches lavaba sus heridas.
Dormía sentada a los pies de su cama.
“Tenía la esperanza de que volvería a respirar, de que su corazón volvería a latir.”
Durante el día tenía reuniones, todas con el propósito de averiguar el paradero de su padre.
Nadie consiguió darme una respuesta con algo en concreto.
Bajo el amanecer, me levanto y decido abrir su maleta.
Coloco cuidadosamente la nota.
Desesperada por obtener información, una pista, hurgo en sus pertenencias.
Veo unos folios colocados bocabajo, les doy la vuelta.
“¿Dibujos...?”
“Un hombre de pie, extendiendo su mano al cielo y una mujer con alas de ángel oscuras, extendidas, bajando.
Ambos se miran felices, hay brillo en la mirada de sus ojos negros.
El siguiente es de ambos besándose con pasión, una lágrima cae por sus mejillas.
El que le sigue es de ellos juntos, él está de pie y ella sentada en una silla de madera.
Miran con cariño al bebé que la mujer tiene en sus brazos.”
Ordeno todo y cierro su maleta.
Su pecho comienza ha moverse.
Me siento rápidamente en una silla, junto a su cama.
Abre sus ojos y lo primero que ve son mis piernas, la falda de mi vestido.
El alivio me inunda.
Enternecida, me llevo una de sus manos a mi mejilla y beso su palma.
Responder
Gracias a Muffet y a Voldia por sus Firmas.