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Siervo inútil (+13/Ciencia ficción/Suspenso/Psicológico) 0 1 1037

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#1
07 Jul 17 Lost (Fallos en el "copiar y pegar")
Era el año 2601. En la nave del Céfiro eso no importaba mucho, porque ellos no eran afectados por el concepto del tiempo, aunque eran conscientes de que existía y de que era siempre. La nave estaba a las afueras de un Sistema Solar lejano, a más de 800 años luz de la Tierra. 17 semanas luz de la estrella, siendo más específicos, encontrándose en espacio interestelar. La nave flotaba en el espacio, silenciosamente, y no porque en el espacio nadie puede escuchar ruido por causa del vacío, sino porque incluso dentro de la misma nave todo era completamente silencioso. Los tripulantes no tenían nada que hacer, no necesitaban comer, no necesitaban beber, ni necesitaban de dormir. Céfiro era una nave de cargamentos increíblemente vieja, modelo 2568, y si bien había recibido muchas actualizaciones con el paso de los años, era bastante obsoleta. Fue vendida en el planeta Xarem, un centro de comercio interestelar localizado estratégicamente a unos 185 años luz de la Tierra, a un único hombre, llamado Brad Weyland, en 2591, no con el propósito de servir como transporte de cargamentos de toda clase, sino para los extraños deseos de Weyland.
En la nave él era el único humano, pero casi siempre no se encontraba presente, sino en sueño criogénico. Solamente cuando era necesario, los tripulantes de su nave se dignaban en despertarlo para que él tomase el control de la nave, mientras que en el resto de las situaciones su segundo al mando, Bishop, tripulaba la nave, haciendo nada casi siempre. Solían vagar por el rincón controlado por los humanos de la galaxia (porque como solamente habían pasado 376 años desde el inicio de la era interestelar, los humanos solamente habían colonizado planetas hasta 800 años luz de la Tierra de distancia, siendo el resto de la galaxia aun territorio desconocido y hostil), de planeta en planeta, haciendo trabajos para obtener dinero y ahorrándolo. Las reservas de comida dentro de la nave eran muchas, a pesar de que Weyland era el único humano a bordo. Los otros miembros de su tripulación eran máquinas, seres con apariencia humana que en realidad no lo eran: androides. Más de 540 de ellos.
La nave Céfiro era una enorme y muy antigua nave de cargamentos. Creada en el planeta Lot, que se encuentra a 450 años luz de la Tierra, en 2568, tenía como objetivo el transporte de enormes cargamentos pesados de un planeta a otro. En 2591, tras pasar de moda en comparación con los nuevos modelos, fue comprado y actualizado por un excéntrico millonario, Brad Weyland, quien, tras comprar la nave de segunda mano, junto a 35 androides, se quedó casi en la nada, pero eso a él no le importaba demasiado. Lo que si le importaba eran los androides, que año tras año eran desechados y destruidos por miles, cosa que a él no le gustaba. Él consideraba que los androides de finales del siglo XXVI e inicios del siglo XXVII ya tenían la suficiente capacidad de ser tratados de la misma manera que los seres humanos, y por ello inició un extraño viaje aleatorio por la galaxia, yendo de planeta en planeta, comprando algunos androides de segunda mano para salvarlos de la destrucción. Aun con la tecnología de aquella época, los androides eran creaciones increíblemente caras y solamente gente de clase alta o empresas podían darse el lujo de tener uno a sus servicios. Por ello los androides de su nave se dedicaban a “trabajar”, transportando de manera ocasional algunos cargamentos de manera privada para distintas personas y recibiendo remuneración a cambio, que lentamente utilizaban para comprar más androides y así salvarlos, siguiendo a su nuevo “líder” Brad Weyland. Como él deseaba estar con los androides el mayor tiempo que pudiese, acostumbraba dejar la nave al mando de Bishop, un androide de confianza, y luego ponerse en sueño criogénico. Incluso en situaciones críticas, Bishop la pensaba 2 veces antes de determinar si era necesario despertar al señor Weyland o si era mejor que él manejara las situaciones por su propia cuenta. Debido a los tiempos prolongados de semanas o meses que Weyland solía estar en sueño criogénico (para luego ser despertado un par de días y luego volver a dormir otras semanas o meses), su aspecto difiere al de su edad: tiene 40 pero parece de 32 o menos.
Tomoko se encontraba en el comedor de la nave, donde los tripulantes comerían si fuesen humanos, pero no lo son. Ella estaba sentada, escuchando música clásica con Kaede, quien era androide también. Kaede fue creada originalmente para ser profesora universitaria de música y también directora de la orquesta universitaria en el planeta Sebastopol, a 80 años luz de la Tierra, pero cuando la universidad en la cual ella trabajaba se fue a la quiebra fue puesta en venta por un precio alto pero no igual al precio con el cual ella había sido creada en primer lugar. Pasó por 2 dueños distintos antes de ser comprada por los androides de Weyland, y pasó a volverse trabajadora de la nave. En su tiempo libre recordaba su trabajo enseñando en la universidad y escuchaba su género de música que más ella “prefería”: música clásica. Estaba escuchando “Lamentaciones de Jeremías” de Thomas =9.0ptTallis=9.0pt. Tomoko, quien estaba al lado de ella, escuchaba atentamente, y tras dar un suspiro (los androides no respiran ni tienen la necesidad de hacerlo, pero tienen un diafragma interno que les permite inhalar y exhalar aire, para dar una sensación inclusive más humana), dijo:
-Casi puedo sentir la tristeza del profeta Jeremías.
-Es cierto -agregó Kaede- Si Jeremías hubiese estado vivo para escuchar esta canción, sé que le hubiese gustado. Debió ser triste ver la gran ciudad de Jerusalén destruida por los bárbaros.
-¿Cómo es que iba lo escrito en la biblia? -le preguntó Tomoko a Kaede.
-Depende de la traducción, es un idioma difícil -le contestó Kaede- Creo que decía… “Que solitaria ha quedado la ciudad populosa. La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda; la princesa entre las provincias ha sido hecha tributaria”. El siguiente versículo decía: “Amargamente llora en la noche, y hay lágrimas en sus mejillas; no tienen quien la consuele entre todos sus amantes; todos sus amigos la han traicionado; se le volvieron enemigos”. Sigue, es muy largo, y me causa empatía. Muy profundo, se puede sentir el sufrimiento del escritor en cada uno de los escritos.
Durante siglos de avances tecnológicos los androides siempre fueron de la mano con los seres humanos. El primer diseño fue creado por agencias de astronáutica en el siglo XXII, porque deseaban evitar exponer a sus primeros colonos interplanetarios a grandes cantidades de tiempo en soledad. Los primeros androides para el uso civil estuvieron disponibles en 2138, aunque tecnológicamente eran menos potentes que los usados por los gobiernos y otras agencias, aunque igualmente caros. Con el paso de los siglos fueron perfeccionándose sus habilidades y su capacidad de interacción. 599 años después de la creación del primer androide por una agencia gubernamental inglesa, los androides eran comunes, aunque aún tras siglos eran caros, aunque ya no raros. Similar a la tecnología de los aviones en el siglo XX y XXI, ya no impresionaban a nadie, pero tampoco todos tenían uno por los excesivos cuidados, el precio de compra y los impuestos.
Los androides se dividían en múltiples clases dependiendo de sus objetivos, y también podían categorizarse según la corporación que los haya creado, o si fueron manufacturados de forma personal, porque los adinerados, en vez de ir a una tienda y escoger modelos de fabricación en masa, podían solicitar sus propios modelos personalizados.
Tomoko era un modelo personalizado creado en 2587. Fue creada en el planeta Perfección, el cual se encontraba a 50 años luz de la Tierra, y tras ser creada fue enviada a Nueva Arcadia, un planeta localizado a 205 años luz de la tierra, por petición privada de una familia de clase alta. Ellos eran una familia de empresarios que eran los principales dueños de los suministros del planeta, por ser un mundo con apenas 937 millones de habitantes, había suficiente espacio para todos y los adinerados del planeta tenían compradas terrenos de tierra tan grandes que equivaldrían a países pequeños. En su caso, ellos poseían un terreno de casi 30.000 km[sup]2[/sup] del planeta, en donde se encontraban abundantes minas de hierro, cobre, oro y uranio, las cuales les pertenecían a ellos. El motivo era así: ellos tenían una hija de 20 años, llamada Tomoko, quien tuvo una infección cercana al corazón que no pudieron detectar hasta que ya estaba en estado avanzado, muriendo en la cirugía en la que intentaron eliminar la infección. Ellos solicitaron un androide que poseyera el mismo aspecto, detallado al máximo, de su difunta hija; incluso fueron capaces de transferirle parte de los recuerdos de su hija. Tomoko funcionó durante 2 años con sus “padres”, siendo todo normal hasta los 18 meses, cuando la pareja tuvo una discusión en la que quedó en claro que Tomoko androide no era Tomoko humana. Ella, contra toda expectativa, le animó y les dijo a sus “padres” que no debían vivir en la negación de la pérdida y que debían superarlo. Ellos, conmovidos por las palabras de su hija androide, lo hicieron, y decidieron devolverla a la Tierra en 2589. La nave de cargamentos en la cuales la mandaron sufrió un desperfecto durante el viaje en el hiperespacio y se vio obligada a salir de ella, causando severos daños en la nave que causaron la muerte de los 15 humanos a bordo. La nave contenía más de 1000 androides que serían enviados a la Tierra para su reventa. La nave estuvo varada en el espacio interestelar hasta 2597, cuando fue encontrada por la Céfiro en un golpe de suerte de uno en un cuatrillón o inclusive más, debido al monstruoso tamaño del universo. Ellos devolvieron el cargamento a la Tierra y recibieron remuneración por ello; cuando descubrieron que de los más de 1000 androides que se encontraban, existía únicamente uno que no era de fabricación en masa, sino que se trataba de un modelo personalizado, algo especial en ella y la compraron. Durante 2 años ella servía en el Céfiro.
Su aspecto físico imitaba fidedignamente el de la Tomoko humana en la cual fue basada: 20 años de edad, 1.79 de altura, cabello largo, recogido con una larga coleta que le llegaba hasta la mitad de la espalda. En el área del pecho poseía una cicatriz, que fue diseñada para que parezca como la Tomoko humana, si es que ella hubiese sobrevivido a la cirugía. Como todo androide, era completamente indistinguible de los humanos, en casi cualquier aspecto. Pero tenía agregados, por ser un modelo privado y además personalizado: podía llorar (tenía unos almacenadores de suero en el área de su cabeza que, cuando ella tenía una “situación tensa” o “pensamientos de alta tensión”, podían regar sus ojos con suero en dosis lentas, dando la ilusión de lágrimas humanas), podía crecerle el cabello, las uñas y podía regenerar daños en el tejido cartilaginoso que emulaba ser su piel y músculos (con una aleación semi-orgánica que, con nanomáquinas, podía unir partes cortadas e incluso crear nuevas completamente). Lo único que evitaba que se volviese completamente humana en cuanto al aspecto físico eran sus ojos, los cuales eran rosados. Desde un extraño y casi decepcionante caso político en donde un androide se infiltró como humano en la primera misión de colonización de la humanidad en el año 2122, las políticas exigían que, sin importar si eran modelos de fabricación en masa o si se trataba de modelos personalizados, debían tener colores de ojos llamativos y que brillasen en la oscuridad, para diferenciarlos de los humanos (porque hasta entonces los androides poseían colores de ojos normales: marrón, ámbar, verde y azul). Inclusive pasados 479 años desde aquel decepcionante suceso que marcó un hito en la historia de la expansión humana, la ley se mantenía, y cuando se descubrían androides con ojos de color normales, se los cambiaba por colores llamativos, se encontraba al creador del androide (o si el modelo era privado, también al que lo solicitó) para imponerles graves multas. Por ello, los ojos de Tomoko eran llamativamente rosados, con un tono vivo que llamaba la atención, y brillaba cuando se encontraban en la oscuridad total. Eso la hacía denotar como androide, pero cuando cerraba sus ojos o miraba hacia otra parte, ella era completamente indistinguible de un ser humano. Su personalidad era la de una chica alegre, con un pensamiento que hacía preguntarse a las personas que la conocían y que la conocieron si ella era como una adolescente con pensamientos maduros o si era como un adulto con pensamientos juveniles. Gracias a una técnica de transformación, pudieron traspasar parte de los recuerdos y personalidad original de la Tomoko humana a la Tomoko androide, facilitando su imitación; entre los recuerdos que tenía de su “anterior yo”, lo que Tomoko más recordaba era una anécdota: cuando Tomoko humana a los 9 años quiso maquillarse enfrente de un espejo y fue descubierta por su madre, pero ella, en lugar de castigarla, le limpió la cara y le dijo: “No tienes que preocuparte por ser adulta ahora, tú todavía eres una niña”. Ese recuerdo era el que más hacía pensar a la Tomoko androide, porque como ella era una máquina, ella nunca fue niña, ni tampoco sería anciana, porque el aspecto de los androides es siempre eterno y fijo, no crecen ni envejecen.
Tomoko se puso de pie y empezó a caminar por la nave. La nave era un modelo antiguo, pero todavía útil y eficiente, aunque necesitaba cuidados estéticos. La nave era grande, además que cuando se acoplaba a cualquier cargamento, se volvía todavía más grande. Pero ellos casi nunca trabajaban, y como lo hacían de manera privada, todo el dinero que ellos ganaban se lo quedaban en lugar de dárselo a un superior (aunque tenían que pagarse los impuestos). Dado que el señor Weyland se había dado autorización personal a todos los androides que él había comprado, ellos estaban calificados para interactuar jurídica y políticamente como humanos, comprando, vendiendo y trabajando. Al menos los 20 androides más importantes de la nave (incluyendo a Tomoko) no eran considerados simplemente como “propiedad” en el sentido legal de la palabra, sino que, por tener autorización de su dueño, los otros humanos con los que ellos interactuaban debían tratarlos como “personas artificiales”. Ella solía caminar en la nave cuando no hacían nada y únicamente se dedicaban a recorrer puntos aleatorios del espacio interestelar, especialmente los que se encontraban en los bordes del espacio humano controlado. En ese caso, ellos estaban increíblemente lejos del planeta natal de la humanidad, la Tierra, a más de 800 años luz de distancia. El Sol ni tan siquiera era visible sin el uso de los telescopios de la nave.
-¿A dónde vas, Tomoko? -le preguntó Elsa, un modelos distinto de androide, al encontrar a Tomoko paseando.
-Bueno… no iba a ninguna parte, no hay nada que hacer así que hago recorrido en patrones aleatorios -le contestó Tomoko- Si necesita ayuda con algo puedo servirle con gusto.
-No es eso -replicó Elsa- Quisiera que tú vinieses a la sala de mando de la nave. Hay algo que debes analizar junto al resto de los miembros importantes de la tripulación.
-¿Algo importante? ¿Y qué es ese algo? -preguntó Tomoko.
-Es una señal, una señal de socorro, aparentemente -empezó a explicarle Elsa, mientras ambas caminaban hasta la sala de mando- Proviene del sistema solar cercano, el que está a 17 semanas luz de aquí. Al parecer existe una colonia nueva en una luna del gigante gaseoso, llamada “=9.0ptTracey’s=9.0pt Hope”, de la cual no sabíamos; tenemos que actualizar el mapa estelar de la Céfiro. Han enviado una señal de auxilio y tienen la suerte de que nuestra nave estaba cerca para recibirla.
-Pero… aunque la hayamos recibido, si fue enviada de manera manual significa que el mensaje de auxilio nos llegó con 17 semanas de retraso -añadió Tomoko- Si ese es el caso podrían estar en problemas todavía.
-No evaluaremos ninguna de esas posibilidades hasta que las 20 personas artificiales a cargo nos reunamos y evaluemos el problema, y si consideramos necesario, hemos de despertar al señor Weyland -Elsa empezó a hacer explicaciones utilizando sus manos, porque era como ella estaba programada: usar sus manos para dar énfasis a las cosas que decía- Tú eres una persona artificial, a diferencia de los otros androides. Por eso te necesitamos.
-Oh, no tiene que llamarme persona artificial, simplemente tráteme como soy: un androide -dijo Tomoko, quien prefería no ser considerada “persona”, dado que era perfectamente consciente de su condición de androide.
-Pues si fuera ese el caso, yo también lo sería -le replicó Elsa- ¿Olvidaste que todos menos el señor Weyland somos androides?
-No, no lo he olvidado, simplemente me considero indigna de ser llamada “persona” -se justificó Tomoko.
-“Indigna”, ¿eh?, hablas como humana, supongo que ser androide civil y personalizado tiene sus efectos en tu interacción -dijo Elsa, quien era un androide militar, especializada en servicios de vigilancia y cuidado, con interacción social limitada (porque obviamente si un militar es serio, un androide militar todavía más).
Elsa era un modelo de terapia psicológica y psiquiátrica, especializada en todos los campos de la psicología y psiquiatría. Tal como se exigía de un profesional en el área de la mente, ella era limitada en emociones y muy alta en lógica. Con una actitud profesional y realista ante todo, rivalizaba mucho con androides civiles, no gubernamentales (porque ella era un androide psicólogo en una colonia humana llamada Delta-08, que, de hecho, estaba a 8 años luz de distancia de ellos). A pesar de haber sido vendida a Brad Weyland y cambiado su función de dar terapia al de supervisar los trabajos de la Céfiro, su función original perduraba y le permitía actuar con profesionalismo, a diferencia de su compañera Tomoko, quien por ser un androide civil y de interacción recurrente, comprendía e imitaba a los humanos, no solamente en el modo de actuar, sino inclusive en el modo de pensar y de ver las cosas. Elsa estaba diseñada con el aspecto de una mujer muy alta (1.83) de 32 años de edad, de cabello medianamente largo y oscuro, y de ojos amarillos. Ella había sido creada en 2589 y en 2600 fue comprada por Brad Weyland, quien le cambió el propósito.
Todos los 20 miembros importantes de los androides se juntaron en la sala de mando, que en casos normales era controlado por seres humanos. Tomoko se sentó al lado de otro colega suyo: Sam. Se caían bien porque ellos eran modelos personalizados, y estos modelos tendían a simpatizar más entre ellos que entre los modelos de fabricación en masa. Elsa y Bishop, miembros de la tripulación, eran de fabricación en masa, para dar un ejemplo, e incluso sus nombres eran de fábrica, mientras que Tomoko y Sam eran modelos personalizados con aspecto y nombre personalizados. Sam era un modelo de aspecto joven, 25 años de edad, que había sido creado en 2590 para servir como doble de un famoso, que también se llamaba Sam, cuando no pudiese ir a donde había prometido cumplir o cuando no podía hacer lo que había prometido hacer. Dicho famoso había muerto en enero de 2596 y por ello los dobles ya no eran requeridos, por ello él y otros 3 dobles fueron vendidos; los otros 3 fueron comprados por admiradores del Sam humano, pero el cuarto Sam, éste Sam, fue comprado por Brad Weyland, ya sea para reemplazar a un androide que había fallado como por el hecho de que el señor Weyland admiraba al Sam humano. Tomoko y Sam se sentían identificados mutuamente porque ellos fueron diseñados para suplantar a una persona real, para imitarlo, comportarse como él y lucir como él, con la excepción del color de ojos (que los Sam androide compensaban utilizando, siempre que fuese posible, lentes de contacto color azul), que en Tomoko eran rosados y en Sam eran grises.
-¿Crees que se trate de una comunicación antigua? -preguntó Sam a Bishop, quien estaba en la habitación con ellos.
-No creo, lo sé -le contestó Bishop- Todas los planetas humanos, ya sea los principales o los lejanos, utilizan sistema de mensajes utilizando ondas de energía que se emiten por el hiperespacio hasta el destino, con una velocidad de 10 años luz. Es el mismo sistema de transporte de naves interestelares, y la misma velocidad. El planeta más cercano a la colonia de “Tracey’s Hope” es Delta-08, que queda a tan solo 11 años luz de distancia. Significa que sus sistemas de comunicaciones fueron destruidos y que utilizaron comunicación manual.
-Si eso es cierto, entonces quizá la colonia ya haya caído a manos del problema -dijo en ese momento Sam- Utilizando la velocidad a la luz, el mensaje de auxilio tardaría 11 años en llegar a Delta-08. Y esperar a que antes de eso alguna otra nave haya recibido una señal es una probabilidad tan remota que no debemos desperdiciar el tiempo diciendo el número completo. Tienen mucha… mucha suerte de que hayamos recibido su mensaje 17 semanas después.
-Pues tienes razón, Sam -añadió Bishop- Y considerando lo que el mensaje dice, estoy de acuerdo en un cien por ciento con Sam. No es algo que ninguno de nosotros haya visto con sus propios años desde el primer día en que fuimos creados.
-¿Por qué? -preguntó Tomoko, levantando la mano con respeto para ser escuchada, tal y como sus “padres” le habían enseñado años atrás (y aunque su dueño actual era el señor Weyland, recordaba a sus “padres”)- ¿Es algo grave?
Bishop guardó silencio y dio la vuelta hasta un proyector holográfico en medio de la mesa que los 20 androides rodeaban. Una luz se encendió y proyectó a todos ellos una imagen tridimensional de una humana que estaba dando el mensaje, asustada y nerviosa, pero procurando mantener la seriedad.
-Esto no es bueno -murmuró Sam, oyendo el mensaje.
-Aquí la oficial científico de la colonia “Tracey’s Hope”, Rafaela Bustamante -decía el mensaje- Grabo este mensaje el día… 24 de diciembre de 2601. La misión de colonización y terraformación de la luna del gigante gaseoso JL-0104, iniciada en 2595, ha resultado en un completo fracaso. El cambio atmosférico afectó severamente la fauna del planeta, y ha desatado una plaga de un extraño organismo alienígena. Desde inicios del año hemos lidiado con ellos, pero ahora se han reproducido en masa y están empezando a plagar las colonias del planeta y matar a los pobladores. La milicia colonial ha ejercido suma violencia para mantener a raya a la plaga pero ha sido inútil; se ha ordenado hace 2 horas que todos los supervivientes escapen hasta refugios y entren en sueño criogénico. La plaga ha destruido el comunicador interestelar, mandamos un mensaje de socorro manualmente. Y… joder… joder… no puedo…
La mujer de 38 años mostrada en la pantalla empezaba a llorar, rompiendo la seriedad con la cual estaba transmitiendo. Tomoko y los otros entendieron eso porque los humanos, en situaciones límites, no siempre mantienen su mente en su sitio. Tras sollozar un poco, la mujer del holograma continuó y dijo:
-No somos una misión de colonización hecha por la milicia colonial o por instituciones interplanetarias, somos una misión de colonización privada de la megacorporación Walsh-Ikeda. Ellos financiaron la terraformación de este sitio.
“Corporación Walsh-Ikeda”, dijo levemente Tomoko, habiendo escuchado tanto de aquella megacorporación. Eran la fusión de 2 corporaciones distintas que, mucho tiempo atrás, se  habían unido en una sola, en la “época dorada”. La corporación Ikeda, de origen japonés, fue la primera en probar la colonización cuando se inventaron las naves de viaje interestelar en 2225, siendo fundada en 2258, iniciando la financiación de creación de naves, investigación sobre terraformación y a partir del año 2300 empezaron a hacer sus propias misiones privadas interplanetarias. Otra corporación fue Walsh, fundada en 2371, la cual por su sofisticada tecnología fue el centro de atención de la corporación Ikeda, quienes con acuerdos interplanetarios se fusionaron como la megacorporación Walsh-Ikeda en 2500. 101 años después de eso, la megacorporación era la sombra de lo que era antes, porque un siglo entero de fracasos la hicieron perder el poder que tuvo siglos atrás, cuando ambas empresas eran separadas e independientes. Apenas escucharon el nombre de la megacorporación en el mensaje, ninguno de los androides se había sorprendido del fallo de aquella colonia periférica (y de manera algo casual, ninguno de los androides presentes había sido creada por aquella megacorporación). Ellos fabricaban únicamente 2 tipos de androide en masa: Joshua y Minami. Joshua era el modelo creado por la corporación Walsh y Minami el creado por la corporación Ikeda. Y a partir del año 2500 empezaron a fabricar ambos a la vez, y aunque durante siglos ambos habían sido los androides más populares y requeridos por el mercado interplanetario, quedaron en el olvido completo a partir del siglo XXVI, tras el inicio de la época decadente de la megacorporación, y contando un desastroso incidente (que por extraños motivos fue clasificado) en donde en un planeta llamado Edom, a 500 años luz de la Tierra, una fábrica de estos 2 modelos de androide falló y causó la rebelión de los androides contra sus creadores humanos, siendo necesario el involucramiento de fuerzas militares para contener la amenaza, en 2508.  
-Después de este mensaje, empezará a omitirse una serie de datos informativos sobre todo lo que sabemos que está ocurriendo aquí. Al diablo Walsh-Ikeda, al diablo sus protocolos de seguridad: éramos 59.000 colonos y ya ni sé quién esté vivo. Debo… huir con mi hija Mayrin hasta los refugios, entraremos en sueño criogénico hasta ser rescatadas. Ni siquiera… -la mujer empezó entonces a llorar nuevamente- Ni siquiera sé si este mensaje llegará alguna vez a alguien, pero me ordenaron transmitirlo antes de huir al refugio. Esto es todo, fin de la transmisión.
Tras eso, la señal terminó, y en su lugar empezaron una serie de explicaciones historiográficas y científicas sobre todo lo que la persona que recibiese la señal debería saber. Tracey’s Hope era una luna que orbitaba una gigante gaseoso anillado y de color rojo identificado por la megacorporación Walsh-Ikeda como JL-0104. Con un tamaño apenas inferior a Mercurio, una gravedad apenas 4% menos que la Tierra y con obvios indicios de vida, eran el lugar idílico para iniciar una misión de colonización, solamente había un problema: su atmosfera no era respirable para los seres humanos. Por suerte, la atmosfera era muy parecida a la de la Tierra (motivo por el cual existía fauna y flora), y con la instalación de procesadores atmosféricos de alta potencia por todas las regiones del planeta, fue fácil reordenar la atmosfera para que fuese respirable para los humanos. Según los datos, el cambio atmosférico, además de causar extinción masiva de ciertas especies, causó, subsecuentemente, el inicio de una plaga de una raza de invertebrados que, antes de la llegada humana, tenían sus límites establecidos por la naturaleza y por sus depredadores naturales, que se extinguieron cuando los procesadores atmosféricos fueron instalados y la atmósfera fue cambiada. Estos invertebrados aumentaron considerablemente su tamaño y empezaron a reproducirse en masa, sin los ojos consumidores de sus depredadores controlando su población. Pronto fueron una plaga preocupante y luego empezaron a atacar a la colonia humana, desencadenando todo. Tenían datos descriptivos de algunos de los invertebrados: del tamaño de un perro, con forma similar a un escarabajo, poseían espinas que podían lanzar como espinas, casi como los humanos, para cazar sus presas, aunque también eran fuertes. Según la información final, poco se sabía de estos insectos y si había más de ellos (o incluso clases distintas) por no haber suficiente tiempo para investigarlos a todos, pero el dato final indicaba que eran completamente ciegos, teniendo en su lugar visión de calor. Ahí explicaba que entre la milicia colonial había cierta cantidad de androides que indicaron que estas criaturas eran incapaces de detectarlos. Un aviso final decía que los androides, modelo Joshua y modelo Minami, seguirían eliminando a los invertebrados mientras los humanos supervivientes reposaban en sueño criogénico.
-Bueno… al menos estos datos finales son útiles -dijo Tomoko, mientras los analizaba, volteando hacia Bishop- Estas… cosas, estos invertebrados, no tienen ojos, no ven espectros de luz como nosotros, pero tienen sensores de calor en sus cabezas, pueden sentir las cosas calientes y tibias. Por eso no detectan a los androides: nosotros somos tecnología avanzada, no emitimos calor, funcionamos a temperatura ambiente.
-Lo que Tomoko quiere decir… -agregó Sam, apoyando a su compañera- …es que si vamos a la colonia, podríamos enfrentarnos a esos invertebrados sin problema, o casi sin problemas, porque supongo que si los atacamos lanzarían sus espinas hacia todas partes y solamente con suerte nos llegarían a atinar. Si es que todavía hay modelos Joshua y modelos Minami funcionando, podríamos ayudarlos a replegar a estas criaturas y transportar a cualquier superviviente hasta la Céfiro, que puede aterrizar sin problemas en la superficie de casi cualquier planeta… o luna, como es este el caso.
-Esto es algo de suma importancia, también si involucra a una megacorporación tan decadente y en bancarrota como Walsh-Ikeda -murmuró Bishop- Incluso como “persona artificial” no puedo tomar una decisión así. Necesito a alguien “natural”. Ya, no hay de otra: Tomoko, despierte al señor Weyland. Él tomará cualquier decisión.
-Entendido -dijo Tomoko, poniéndose de pie y saliendo de la sala de mando.
Antes de ir a la sala donde Brad Weyland estaba en sueño criogénico constante, ella fue y buscó ciertas cosas para que el despertar fuese más fácil. Una toalla, una manta eléctrica, y también preparó un café instantáneo con mucha cafeína. Tal y como sus antiguos “padres” le habían enseñado, debía de tratar amablemente a los humanos. Quizá con los otros androides de la nave ella actuaba más tranquilamente, siendo incluso algo orgullosa en ciertas ocasiones, pero cuando se trataba de tratar a un humano (e incluso si no se trataba de su dueño el señor Weyland), ella lo hacía con abnegación y humildad, suprimiendo cualquier pensamiento independiente y cualquier sensación de autonomía que pudiese cruzársele por la cabeza. Tras tener todo listo, fue con la toalla y la manta en una mano y la taza de café en la otra, hasta llegar a la habitación donde se encontraba el señor Weyland, en sueño criogénico.
Ella dejó un momento la toalla y la manta en el sueño, y teniendo una mano libre, activó el mecanismo de desactivación del señor Weyland, despertándolo del sueño criogénico. Apenas se vio somnoliento pero despierto, él se levantó de la cámara y salió de ella. Tenía frío, mucho frío, y un leve dolor de cabeza. Tomoko estuvo ahí para consolarle. Le puso la taza de café caliente en las manos y le dijo, mientras lo ayudaba a sorber:
-Hola, señor Weyland. Tenga. Tiene una dosis extra de cafeína, lo ayudará a levantarse.
-Gracias… Tomoko -dijo Weyland, mientras sorbía el café- Dime… ¿Cuánto tiempo estuve dormido esta vez?
-6 meses, 2 días, 12 horas, 44 minutos, 48 segundos -le contestó Tomoko, quien tenía cuenta completa del tiempo- Ya estamos en el año 2601, así que le digo “feliz año nuevo” con unos meses de atraso.
-Gracias, no hace falta que seas tan condescendiente conmigo, ya nos conocemos desde hace unos años, aunque no he tenido el tiempo de hablar bien contigo, Tomoko -añadió Weyland- Tengo… frío. Quítame la escarcha del cuerpo.
Tomoko tomó la toalla y secó al señor Weyland. Por cuestión de salud y protocolo, las personas que entran en sueño criogénico deben entrar con la menor cantidad de ropa posible, de ser posible desnudos. Debido a ello, exceptuando por unos pantaloncitos, el señor Weyland no tenía nada de ropa, y eso empeoraba la sensación de frío. Tras ayudarle a secarle, Tomoko puso sobre él la toalla eléctrica, programándola en caliente.
-Sígame, su ropa está por aquí -dijo Tomoko, tomando de la mano al señor Weyland.
-Ok -dijo Weyland, mientras seguía a Tomoko- Supongo que sabrás mis reglas: nada de despertarme si no es que hay algo estrictamente necesario.
-Conozco la regla perfectamente -le contestó Tomoko- No fui yo quien ordenó que se despertase, fue Bishop.
-¿Bishop? Él nunca me despertaría por tonterías que él mismo pudiese manejar, esto debe de ser grave -murmuró el señor Weyland- Espera aquí. Entraré en mi habitación y me cambiaré.
-¿Quiere que lo ayude a vestirse? Está tiritando mucho -dijo Tomoko.
-Rayos, no -replicó Weyland- Sería muy vergonzoso. Yo puedo solo.
Tomoko esperó afuera de la habitación mientras Weyland entraba en ella y se vestía. Como androide, comprendía que los humanos sentían incomodidad al verse desnudos, pero ella misma no sentía incomodidad de ello. Si el señor Weyland lo quisiera, podría andar desnudo dentro de su nave y ningún androide se sentiría incómodo, ni haría preguntas, ni preguntaría nada. Tomoko tampoco lo haría, aunque sabía que, con la introversión de Weyland, eso se hacía difícil.
Tras varios minutos, Weyland salió de la habitación. Estaba vestido con la ropa de capitán, y se había puesto un abrigo porque aún no le pasaban los efectos del frío y la escarcha, y por ello Tomoko le dijo:
-No hace falta que se ponga un abrigo. Los efectos del sueño criogénico pasarán en media hora y volverá a sentir el calor de la nave.
-Es solamente algo temporal -le contestó Weyland- Ya sabes que tengo frío en estos momentos y no lo soporto. ¿Ok?
-Oh, claro, mil disculpas por molestarlo -se disculpó Tomoko agachando levemente la cabeza, casi con culpa.
Los 2 fueron hasta la sala de mando, en donde todos saludaron respetuosamente a su dueño y capitán de la Céfiro, quien tomó un asiento y empezó a recibir explicaciones de lo que estaba ocurriendo. Procuraron ser lo más resumidos posibles, dado que Weyland no era un androide que sabía todas las cosas (aunque era algo inteligente, IQ de 119), sino un humano que, en ocasiones, debe repasar las cosas para poder memorizárselas. Tras escuchar todo, de dio cuenta de la gravedad del asunto, y ya no se sentía extrañado de que sus androides se hubiesen sentido obligados a despertarlo para que tomase en control de la situación, la evaluase y tomase una decisión. Cuando terminaron las explicaciones, Bishop le dijo:
-Hay cierta disparidad entre nosotros sobre el destino que podrían haber corrido las personas que enviaron este mensaje. Tomoko y los otros dicen que podrían seguir vivos esperando rescate, pero Elsa opina lo contrario.
-Pues… el mensaje decía que los androides Joshua y Minami seguirían luchando, y que los supervivientes huyeron a refugios donde entraron en sueño criogénico, no es así -cuestionó el señor Weyland, quien tomaba su labor de tomar decisiones críticas muy pero muy seriamente.
-Así es, señor Weyland -le contestó Bishop, quien respetaba más su dueño que a los otros androides.
Weyland guardó silencio durante un momento. Intercambió miradas con Tomoko durante unos segundos y luego dijo:
-Esto es demasiado importante como para dejarlo así como así. Recuerdo que hay un estatuto en los reglamentos de viajes civiles y militares interestelares que decía que cualquier mensaje que sea de origen inteligente debe de ser investigado por la nave que lo haya recibido, de lo contrario podrían recibir ciertas sanciones. ¿No es así, Tomoko?
-Así es -le contestó ella- Es la orden especial 9/37, se estableció en el año 2248 y desde entonces se ha mantenido.  
-Pues ahí está, hay que ir -añadió Weyland- Créanme, tampoco estoy del todo seguro de que encontremos supervivientes, pero por orden del estatuto debemos de ir de todas formas. Si no encontramos a nadie, nos vamos y avisamos de esto al planeta Delta-08, ellos se encargarán de esto. Y si encontramos supervivientes, los rescataremos y los evacuaremos a la colonia más cercana, que es, obviamente, Delta-08.
-Entendido, señor -dijo Bishop- ¿Algo más?
-Todo el mundo a sus puestos, prepara un salto interestelar al punto de origen de la señal -ordenó Weyland, y apenas dijo eso todos los androides empezaron a moverse- Preparen los armamentos, habrá enfrentamiento en la superficie.
La Céfiro no era una nave militar, no estaba diseñada para ir a la guerra ni para el combate interplanetario, pero poseía cantidades mínimas de armamento pesado y también reservas de armas en el interior para que los tripulantes la utilizasen. Esto se debía a protocolos de seguridad, debido a que las naves cargueras siempre corrían riesgos de ser capturadas por organizaciones criminales interestelares, o grupos rebeldes, o piratas espaciales, quienes podrían, además de robar dinero y cargamento, matar a todos los miembros de la tripulación. Por ello la Céfiro tenía cierta cantidad de misiles tácticos, no las suficiente para pelear una batalla espacial pero si las suficientes para ahuyentar a cualquier posible saqueador, y también tenía armas dentro. Sam fue con otros androides a la armería de la nave y empezaron a repartir las armas a todos los androides de la nave, quienes fueron avisados de lo que ocurrían.
Las naves interestelares tienen motores de alta potencia para surcar el llamado hiperespacio a una gran velocidad: 10 años luz al día. Por ello, viajar 17 semanas luz les tomó apenas unos cuantos minutos de viaje tranquilo, y luego, tras salir del hiperespacio, se encontraron enfrente de un enorme planeta gaseoso. Era rojo, casi más grande que Júpiter, y homogéneo, casi sin ningún otro color que no fuese el rojo. Tenía un sistema de anillos visible a simple vista, pequeño, marrón, como un cinto que rodeaba el planeta, a una corta distancia. Sin dudas no era un planeta muy atractivo estéticamente porque el color y la forma de los anillos no lo dejaban muy atractivo. Detectaron más de 13 satélites naturales, de los cuales únicamente uno tenía indicios de vida: “Tracey’s Hope”. Weyland decidió mandar un mensaje:
-Aquí la nave de cargamentos “La Céfiro”, proveniente de Delta-08, número de registro EX-1979, llamando a control de tráfico de la colonia “Tracey’s Hope”. Hemos recibido su mensaje de socorro y estamos preparados para evacuar a cualquier posible superviviente. Solicitamos permiso para aterrizar en la superficie de la colonia y desplegar un escuadrón de androides para la búsqueda de cualquier persona. Cambio.
Silencio. Nadie contestó al llamado, aun cuando desde la órbita baja de la luna (porque rápidamente se acercaron a orbitarla de cerca) se notaba un ínfimo punto amarillo que indicaba una colonia. Al no haber respuesta, el señor Weyland ordenó inmediatamente de que se aterrizase en la superficie del planeta. Utilizando propulsores, bajaron lentamente sin sufrir fricción de la atmósfera, y tras un lento protocolo de aterrizaje, estaban ya a pocos kilómetros de aterrizar.
-Señor -le dijo Elsa al señor Weyland.
-¿Qué sucede, Elsa? -preguntó Weyland.
-Veo una zona de atraque para naves interestelares, aterricemos encima de ella -contestó ella.
-Permiso concedido -le dijo Weyland.
Lentamente empezaron a desplegar conectores para aterrizar encima de una enorme instalación metálica que funcionaba como sostén de cualquier nave interplanetaria que tuviese que aterrizar en el planeta. Como estaban preparados para recibir cualquier tipo de nave, la Céfiro no tuvo problemas en acoplarse con ella. El problema surgió cuando una enorme viga cedió por alguna clase de oxidación, causando que la Céfiro se inclinase bruscamente, mandando al suelo a casi todos los que se encontraban adentro, inclinando la nave e iniciando la alarma de dentro.
-¡Incendios! -avisó Tomoko, mientras miraba los informes de la nave en uno de los monitores, tras ponerse de pie.
-¡Informes de daños! -exclamó Weyland, mientras era ayudado por Sam a levantarse del suelo.
-Incendios en los compartimentos 03, 07, 19 y 22 -le explicó Tomoko, mientras tecleaba y apretaba botones- Estoy sellando herméticamente las zonas afectadas para que no se propaguen a otras partes de la nave. Eso también apagará los incendios, ya que sin oxígeno que quemar el fuego no podrá propagarse.
-Entendido -dijo Weyland, tras recobrar la compostura.
Tomoko entonces sintió una molestia en la parte de la espalda. Palpando con su mano, sintió un pedazo de metal que se le había incrustado tras el fuerte y brusco golpe. Como ella no sentía dolor (aunque comprendía el concepto, porque tenía recuerdos de la Tomoko humana en donde ella sentía dolor, donde sentía chichones, moretones y cortadas, por ser una niña muy extrovertida en su niñez y pubertad), se lo quitó sin problemas. El pedazo de metal solamente había cortado el tejido que imitaba ser carne y músculo, sin dañar sus sistemas internos. Ahí ella vio otra cosa que la hacía diferente a ella de los humanos: cuando ella se lastimaba, no sangraba. La única manera de que ella “sangre” era afectar severamente sus sistemas internos, que contenían cierta cantidad de químicos y líquidos que, expuestos al aire, daban un tono ligeramente blanquecino.
-¿Te encuentras bien? -le preguntó Weyland, al ver que Tomoko se había quitado un pedazo de hierro de la espalda.
-No se preocupe, me encuentro bien, no tiene que preocuparse por mí -replicó Tomoko, quien prefería que ningún humano se preocupara por ella, considerando que es ella quien debe preocuparse por los humanos en lugar de lo contrario.
-Ok -dijo Weyland- Informe de bajas, Tomoko.
-¿Bajas, señor? -preguntó Tomoko, quien no entendió el concepto del que hablaba su superior.
-¿Algún androide ha sido destruido con el choque o los incendios? -añadió Weyland, siendo más explicativo.
Tomoko revisó en un monitor los pulsos eléctricos emitidos por cualquier androide en perfecto funcionamiento. Similar a los humanos que tenían un pulso con cada latido de corazón, los androides emitían regularmente un pulso para indicar que estaban operacionales. Tomoko revisó los pulsos de los 540 androides y luego dijo:
-No, señor Weyland. Todos están bien.
-Pues si ese es el caso, quiero que prepares una movilización con 25 androides a la superficie del planeta -le ordenó Weyland- Ya sé, Tomoko, que eres de esos androides que se preocupa mucho por el bienestar de los seres humanos. Yo mismo llegué a ver algo especial en ti el día que ordené que te comprasen, y no solamente porque eras un modelo personalizado. Por eso sé que si te pongo a cargo de la operación de rescate, lo harás bien. Así que tienes el mando.
-¿Qué? Oh… ¡gracias señor! -Tomoko, saliendo de su profesionalismo, no pudo evitar dar un abrazo al señor Weyland, y luego, dándose cuenta de ello, retrocedió avergonzada, y se hubiera sonrojado si hubiera tenido sangre en el cuerpo- Oh, mil disculpas, señor Weyland, no sé qué me pasó, simplemente yo…
-Está bien -replicó Weyland- Y no hace falta que seas tan formal conmigo, excepto cuando te doy órdenes. Cuando no te esté ordenando, simplemente llámame Brad.
-Entendido -dijo Tomoko, y tras eso, salió de la sala de mando.
Fue complicado caminar en una nave con una inclinación de (exactamente hablando) 29º11’8,6’’, pero igualmente pudo ir hasta la armería y tomar armas. Si bien era androide civil, con órdenes increíblemente estrictas de no dañar a absolutamente ningún ser humano, Tomoko podía usarlas en ciertos casos; por ejemplo, si a lo que fuese a matar no era humano, como el caso de pelear contra una plaga de invertebrados que amenazaba a humanos. Tomando una escopeta, y poniéndose un chaleco, se fue con 25 androides hasta la zona de la salida de la nave. Esa zona debería conectar perfectamente la puerta con unas escaleras para que la tripulación pudiese bajar, pero por la rotura de una viga y la inclinación de la nave, no salía como debía. Aun así, la puerta fue capaz de abrirse y los 25 androides bajaron lentamente por las escaleras.
-Enlace de comunicaciones inalámbricas: abierto -dijo Tomoko, activando su “telepatía” con otros androides- Activando todos los sistemas secundarios.
Los androides tenían toda clase de sistemas en su interior, pero que en casos normales no los utilizaban por no ser necesarios. Todavía más androides como Tomoko, que solamente eran para lo civil. Sensor de movimiento, ecolocación, visores múltiples (infrarrojo, ultravioleta, nocturno, sensor de calor, de movimiento, etc.), y marcadores de objetivo. Los marcadores de objetivo Tomoko generalmente los utilizaba para jugar con dardos cuando servía de reemplazante de la Tomoko humana, quien tenía un juego de lanzar dardos en su habitación; por tanto, sería la primera vez para ella que utilizaría los marcadores de objetivo para disparar un arma (en su caso, una escopeta).
-Me quedaré en el interior de la nave por motivos de seguridad -le dijo el señor Weyland a los androides que salieron al exterior, utilizando un comunicador- Si consideran que necesitan refuerzos o algo, con gusto llámenme y yo mandaré todo lo que ustedes consideren necesario.
-Afirmativo -le contestó Tomoko- Moviendo escuadrón, bajando escaleras. Ninguno de nuestros sensores detecta nada. Estamos iniciando un enlace inalámbrico.
Enlace inalámbrico. Cualquier tipo de androide, siempre y cuando posean el mismo dueño y las mismas órdenes, son capaces de sincronizar sus mentes, para volverse “uno solo”. En ese caso, los 25 androides que salieron afuera, liderados por Tomoko, crearon en segundos aquel enlace, uniendo sus mentes; cada uno podía ver y analizar lo que los otros 24 veían y analizaban. Eso los volvía más eficientes y les daba una mente de colmena, haciendo prácticamente imposible de que alguno de ellos llegase a cometer una necedad que pusiese en peligro al resto del grupo.
Tras bajar todas las escaleras, se vieron en medio de una calle de la colonia. Era una ciudad mediana, casi chica, de apenas unas cuantas decenas de miles de pobladores. Había cadáveres putrefactos, de varios meses, y también vieron a uno de los invertebrados. Se sintieron nerviosos al verlo, pero debían de mantener cierta profesionalidad. Tomoko pisó un fragmento de vidrio al caminar, llamando la atención del invertebrado. Utilizando el sistema de su cabeza, empezó a rastrear formas de vida que emitiesen calor, pero no encontró nada. Los androides no emitían calor de ningún tipo, eran invisibles para aquel invertebrado. Y aunque emitiesen calor, no estaban vivos, por tanto el invertebrado no sabría cómo reaccionar. Al notar que aquella cosa no podía detectarlos, Tomoko le ordenó a sus androides:
-Disparen a mi señal.
Todos apuntaron al bicho, esperando las órdenes de Tomoko. Ella levantó la mano, y en cuanto la bajó, hubo disparos.
El invertebrado poseía un exoesqueleto duro, pero no lo suficiente para evitar sufrir varios balazos que fueron dañando sus órganos internos y cerebro hasta que no pudo escapar. Intentó lanzar sus espinas para defenderse, pero como no sabía hacia donde disparar, lanzó aleatoriamente; no dañó a ningún androide.
丹尼尔
다니엘
دانيال
ដានីយ៉ែល
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