Quisiera hacer un adelanto de un libro que publicaré en 2018: la familia Phillips. Si encuentran errores ortográficos, me avisan, porque todavía es un borrador en corrección. Si les gustó, bien por ustedes.
Capítulo I (A): Jeremy Phillips.
Capítulo I (A): Jeremy Phillips.
Jeremy miró por la ventana del auto mientras meditaba en su vida en los últimos 10 años, preguntándose si él se podía considerar a sí mismo una buena persona, o uno más del montón, y un montón de escoria, para variar. Sabía que había sido un acosador, un traidor, una rata, un soplón, un maldito, todo. Pero parte de él quería sentirse bien, normal, como cualquier otro. Pero nunca fue así, nunca desde que nació.
Estaba contemplando la playa de la ciudad en la cual había crecido, a la cual había llegado recientemente, tanto por voluntad propia como por el hecho de que se le había ordenado pasar desapercibido. Su jefa, Kate, le hubiese matado si no se le hubiese dejado estar ahí, puesto que Jeremy es alguien al cual su conciencia puede llegar a darle malas pasadas. Él había cometido un severo error en su misión anterior, lo cual había causado un escándalo a nivel nacional, y de no ser por Kate, las noticias hubieran puesto el nombre “Jeremy Phillips” desde la costa este hasta la costa oeste de los Estados Unidos; tenía suerte de que Kate haya usado sus contactos poderosos en el corruptible senado para hacer que su nombre no apareciese. Aunque debido al enorme daño que causó en el país, él consideraba que si merecía ser criticado y amenazado.
Mientras contemplaba la playa de la ciudad, los turistas y la puesta del sol, sintió una vibración en su celular que lo despertó de su sueño dormido, dado que se había quedado hipnotizado por el hermoso paisaje de la ciudad que lo vio crecer. Al revisar su celular para ver quién era la persona que lo estaba llamando y que estaba interrumpiendo uno de sus típicos momentos reflexivos, se dio cuenta de que se trataba de Kate. Jeremy no tardó ni siquiera un segundo en responder, puesto que su jefa no era de aquellas a quienes puedes hacer enojar sin tener repercusiones después.
-¿Señora? -dijo Jeremy, con ese tono de un trabajador a su jefe.
-¡Jeremy! -exclamó Kate, con su voz de cuarentona amargada- han pasado 2 semanas desde el escándalo en aquel edificio del FBI donde mataste 4 agentes y aun se sigue hablando de esto. ¿Cómo puedes ser tan poco sutil? En los 10 años que nos conocemos has trabajado perfectamente para mí, pero en la misión más grande de todas a las que te he mandado, fallas. ¡Y justamente tenía que ser cuando te mandé de oculto en el FBI! Ellos no son los mismos pandilleros y criminales con los que te pido que interactúes, ¡no! Ellos son agentes de la ley, como nosotros.
-Le ruego que me disculpe -contestó Jeremy, con la conciencia dolida, recostándose por el asiento del conductor, sujetando el celular con su mano izquierda mientras Jeremy miraba al techo del auto- pero no tenía de otra. Habían descubierto la existencia de “X-0” señora. Nuestra existencia no debía ser comprometida. Aun cuando ellos eran agentes tan importantes como los del FBI, no podíamos dejar que lo supiesen. Si ni los jefes del FBI saben de la existencia de X-0, ¿Cómo íbamos a permitir que simples agentes lo supiesen?
-Jeremy… -murmuró Kate, aguantándose las ganas de gritarle- ok, lo entiendo. Debíamos mantener el secreto a cualquier precio. Pero si tú no te hubieses encariñado con todos ellos, no hubieses bajado la guardia y nunca hubiesen descubierto el secreto, y por lo tanto nunca habrías tenido que matarlos. ¿Lo ves? Aquí nadie tiene la culpa excepto tú. Tú causaste esto, y ahora yo tengo que arreglarlo sin manchar la reputación de la CIA ni arriesgar a que se descubra la existencia de X-0.
-Lo sé, señora, lo sé -suspiró Jeremy, cerrando los ojos y pensando en lo que había hecho- prometo no volverlo a hacer la próxima.
-¡Claro que no lo harás, puesto que no habrá una próxima vez en un buen tiempo, imbécil! -exclamó Kate, dando un suspiro después- sabes que te he suspendido de la X-0. Ahora no trabajas más para la CIA, sino que eres un simple ciudadano. Aun posees la inmunidad para cometer ciertas acciones criminales, pero de ser tú no la usaría demasiado, porque tiene su límite.
-Señora, sabe que yo jamás usaría la inmunidad a no ser que sea totalmente necesario -replicó Jeremy, tratándose de sentir mejor consigo mismo- es malo cometer crímenes, no importa si es por una buena acción o por una mala acción.
-Claro… -murmuró Kate, sarcásticamente- ¿entonces por qué mataste a un policía en tu misión en Alaska hace unos 4 años? Según el reporte no había razones para hacerlo; aquel policía no representaba ningún riesgo para nuestra operación en Alaska y tampoco usamos su muerte para calumniar a nadie. ¿Acaso lo conocías? ¿Tenías un asunto que arreglar con él?
Jeremy quedó mudo durante unos segundos. Cincos segundos largos de silencio incómodo que, para él, duraron una eternidad. Kate, aun a miles de kilómetros de distancia, podía notar a través del celular de que Jeremy tenía sus razones para haber matado a aquel policía pero que él nunca se los iba a decir a no ser que le pusieran una pistola en la cara. Y como Kate sabía que Jeremy era un agente demasiado valioso como para amenazarlo de muerte por cosas del pasado lejano, no sería capaz de hacerlo.
-Olvida el asunto -le dijo Kate al ver la imposibilidad de Jeremy de contestar- quiero que te quedes con el perfil bajo hasta que yo lo diga. Este escándalo del FBI tardará unos meses en olvidarse. Solamente esperemos a otro tiroteo en una universidad de algún friki con depresión o al próximo radical islamista que decida salir a las calles con un arma para servir a su Dios. Hasta entonces quisiera que no hicieras locuras. Recuerda que tu inmunidad actualmente es la más sensible de todos los agentes del X-0, y que si lo consideran necesario, yo y mis consejeros podríamos quitártela.
-Lo entiendo, señora -contestó Jeremy, mientras giraba la cabeza y miraba hacia el horizonte, en dirección a la playa- ¿Cómo cuanto tiempo será necesario antes de que se me permita regresar a mis labores?
-Posiblemente tardes todo este año para regresar a tus funciones -le contestó Kate, mientras que del otro lado de la línea se disponía a leer un informe- ya te hemos depositado 15.000 dólares con 25 centavos a tu cuenta bancaria. Quizá levante sospechas dado que no has estado activo con tu nombre real desde hace 10 años, pero es mejor que nada. ¿Te llegó el coche que te mandamos?
-Sí señora -respondió Jeremy, mientras contemplaba el interior de su nuevo auto- aunque creo que el color amarillo de su pintura no le queda demasiado bien.
-No te quejes -agregó Kate- solamente por complacerte, es lo más caro que pude comprar sin levantar sospechas. No creas que no había coches más caros, pero si los compraba y pagaba en efectivo, levantaría sospechas. Además hubo un recorte presupuestario al X-0 del 4.8% y debemos ahorrar. Te he conseguido un apartamento, pero no es de lujo. He gastado en ti el 0.06% del presupuesto del X-0 en todo aquello.
-Lo haces sonar como si el dinero cayera del cielo -bromeó Jeremy.
-Ok Jeremy, debo colgar. Vive la vida, consigue un empleo, anda de fiesta, reconcíliate con tu madre y el resto de tu familia, lo que sea, ¡pero no llames la atención! Sé que desde que tenías 16 años has vivido a base de llamar la atención, pero por primera vez te digo: Cálmate y no hagas nada estúpido.
-Así será señora -le dijo Jeremy mientras cortaba la llamada.
Jeremy contempló por última vez el atardecer que se estaba acabando antes de encender el coche en el que estaba, mientras se disponía a conducir hasta la casa de su madre, para hablar con ella después de unos 10 años.
Jeremy Phillips. 29 años de edad. Nacido en Toronto, Canadá, pero convertido a un honorable ciudadano americano cuando era un púber, junto al resto de su familia; ha conocido más tiempo de su vida el patriotismo americano que el canadiense, al punto que ya ni se acuerda cual era la entonación correcta del himno nacional canadiense, o inclusive en qué año de independizó dicho país. Ahora su vida era los Estados Unidos. Su infancia fue normal, siendo un niño muy mimado por sus padres, Brian y Miranda Phillips. Fue el mejor alumno en las clases de teatro, filosofía e inglés, y el peor alumno en psicología, informática y matemáticas, y en el resto de las materias, un joven normal. Desde los 16 años, sus padres habían notado comportamientos raros entre él y su hermana menor Melisa, de 6 años; Jeremy mostraba un excesivo apego a su hermana, rozando lo enfermizo. Esto finalmente desembocó a que, teniendo 19 años, fuese denunciado por su propio padre por acoso sexual hacia su hermana Melisa. Su padre, en un ataque de rabia, murió de un ataque al corazón. Jeremy huyó de casa arrepentido por los daños que había causado en su familia. Ahí conoció a Kate y a la X-0, quienes accedieron a darle inmunidad por sus malas acciones a cambio de ser un agente secreto de la CIA en una agencia secreta dentro de la mismísima CIA. Tardó años en ganarse la total confianza de su jefa, entre misión y misión, prueba tras prueba. Dado que la especialidad de Jeremy era el teatro y la dramatización, pudo desarrollar fácilmente la habilidad de infiltración. Su primera infiltración fue entrar en una banda de motociclistas quienes planeaban en asesinado de un senador de los Estados Unidos, y en dicha misión se hiso pasar casi a la perfección como un neonazi homofóbico ateísta, y lo hiso con solamente 22 años. Desde entonces se ha infiltrado en muchísimas más cosas, entre las que destacan: un judío tímido adicto a la pornografía relacionado con el terrorismo teniendo 23 años, un pandillero religioso con vínculos políticos teniendo 24 años, un mujeriego apostador con vínculos con senadores corruptos teniendo 26 años, un hacker diabético con vínculos en la NSA teniendo 28 años, y, su última infiltración, un agente novato del FBI homosexual teniendo 29 años. Y dicha misión fue la que más que costó de todas y la única que salió mal. Y ahora debía pasar desapercibido por ello. Él aprovecho el tiempo que estaría fuera de servicio para volver a la ciudad que lo vio crecer para reconciliarse con toda su familia, deseando ser perdonado por sus malas acciones de hace más de 10 años, aunque él sabía que ser perdonado podría llegar a ser muy difícil.
Jeremy conducía nervioso, adelantando otros coches a través de aquella avenida mientras se dirigía a los suburbios de la enorme ciudad. No respetaba las señales de tránsito y casi atropella a esas típicas personas que cruzan la calle sin ni siquiera mirar a ambos lados antes de cruzar la calle. Pero a Jeremy eso no le importaba, puesto que él deseaba ver a su familia nuevamente después de tanto tiempo. Él solamente intercambiaba unos mensajes espontáneos por internet con su hermana Melisa, quien, ahora con 19 años, no parecía guardarle rencor alguno por las cosas malas que le había hecho tiempo atrás. Pero Jeremy, sabiendo lo fácil que es mentir a través de internet, no estaba seguro si Melisa le decía eso para que él se sintiese mejor consigo mismo o si lo hacía porque realmente le había perdonado. Jeremy conducía su gigantesca camioneta amarillenta por las calles de aquella avenida, mientras la luz del sol desaparecía lentamente y era reemplazada por muertas luces artificiales, las cuales Jeremy abominada. Jeremy, aun sabiendo que él era ciertamente alguien malo, odiaba la oscuridad, el frío y las luces artificiales; él era de aquellos que amaban los ambientes brillantes, el clima cálido y la luz del sol; él llegaba a considerarse a sí mismo un hipócrita por eso. La verdadera personalidad de Jeremy difería bastante de las personalidades y todos los nombres que él había fingido tener a lo largo de la década. Jeremy amaba los dulces, los gatos, la música alegre, todos los valores que harían progresar a la humanidad y por sobre todo eso, a su familia; se lamentaba haber hecho sufrir a su hermana menor, se lamentaba haberle causado la muerte a su padre y lamentaba haber inducido a su madre al alcoholismo. Deseaba enmendar sus errores, y lo iba a hacer.
Tras 14 minutos conduciendo, llegó a los suburbios de la ciudad. Era uno de los varios suburbios, pero era el más limpio y respetado de todos. La mayoría de los habitantes eran extranjeros, ya sean extranjeros radicados legalmente o inmigrantes ilegales, ya sean nacionalizados ciudadanos americanos o no. El suburbio, aunque no poseía leyes de separación de personas, poseía las casas bien diferenciadas, porque eran las personas del suburbio mismo quienes se categorizaban a sí mismo y estereotipándose, dividiendo el suburbio en personas hispanohablantes, canadienses, europeos, asiáticos, africanos, etc. Por lo tanto, Jeremy tuvo que conducir hasta el área canadiense del suburbio, puesto que aunque su familia tenía ciudadanía americana, todos habían nacido en Canadá y conservaban cierta cultura. En el área de los hispanohablantes pudo ver a un conocido suyo: Saúl Rodríguez, a quien había conocido cuando éste era un niño, pero ahora era un hombre hecho y derecho de 23 años de edad. Saúl reconoció la cara de Jeremy aun después de 10 años, pero Jeremy no fue capaz de reconocer a Saúl, aunque sintió que su cara le era familiar. Jeremy ignoró a Saúl aun cuando éste se le quedó mirando raro en una esquina de la calle, puesto que tenía que ver a su familia. Saúl estaba vestido como pandillero, tenía la cabeza rapada, era de ascendencia latina y estaba acompañado por otros pandilleros latinos y españoles (aunque afortunadamente no estaban armados con pistolas ni cuchillos).
Jeremy, tras llegar al área canadiense del suburbio, se estacionó en frente de la cual fue su casa hasta los 19 años de edad. Miró con reojo toda la casa, la cual había sufrido grandes cambios en la década que él estuvo ausente. El color azul brillante con el que estaba pintado hace 10 años había sido cambiado por un rojo muerto y carente de pureza, las delgadas rejas adornadas fueron reemplazadas por muros de concreto de baja altura con alambres en la parte de arriba, y no había rastros del dogo argentino que tenían antes, lo cual dio a entender a Jeremy que obviamente había muerto de viejo. Estacionó su amarillento vehículo en frente de la casa, se bajó del mismo no sin antes cerrar con llave todas las puertas, y entró por el portón de la casa, así como así, sin tocar el timbre, sin preguntar. La familiaridad del sitio le hiso olvidar que él no era bien recibido en aquella casa.
Al abrir con naturalidad la puerta de la casa y entrar a la sala, se encontró con ellas dos, las cuales se pegaron un susto de muerte durante 4 segundos pensando que era un ladrón, antes de reconocerle por quién era. Su hermana Melisa Phillips, y su madre Miranda Phillips.
-Dios mío… ¿Jeremy? -exclamó su madre al verle- ¿Qué diablos estás haciendo aquí? ¿De dónde vienes? ¿Qué quieres?
-Mamá… yo… -murmuró Jeremy mientras sujetaba su cabeza con sus manos, buscando las palabras correctas que decirle a su madre.
Melisa, quizá por la nostalgia, quiso acercarse a abrazar a su hermano, pero su madre con un simple gesto no se lo permitió. Miranda sabía muy bien que era lo que había ocurrido hace más de 10 años, y no iba a permitir que eso quedase en el olvido.
-Después de todo lo que nos hiciste, ¿Qué derecho tienes a venir a suplicar como un perro faldero? -le cuestionó su madre mientras le apuntaba con el dedo- ¿Qué ha sido de ti en estos 10 años? ¿Has venido a terminar todo lo que empezaste?
-No, claro que no -le contestó Jeremy, mirando al piso de su casa lleno de culpa- quiero arreglar las cosas, mamá. Lo juro, no he venido a hacer nada malo.
Miranda se sentó en el sofá de la casa. Melisa miró a su hermano y notó todos los cambios que habían ocurrido en él. Era más musculoso, su cabello ya no era tan largo y tenía una delgadísima barba áspera que apenas podía notársele. Jeremy miró a su hermana Melisa y se dio cuenta que ya se había vuelto una increíble mujer, y que ya no era la niña pequeña a la cual Jeremy había corrompido vilmente.
-Mamá, he cambiado -le dijo Jeremy, mirando a su madre, quien se quedó sentada, mirándole fijamente con ojos hostiles- entiendo que no quieras entenderlo después de todo lo malo que he hecho. Pero entiende que he cambiado. No soy el mismo maldito que fui hace 10 años.
Su madre no contestó, porque había empezado a llorar, recordando el dolor de tiempo atrás con mucho lujo de detalles. Melisa, intentando calmar la situación, miró a su hermano y le dijo:
-Eh… hermano, ¿Por qué no vamos a hablar afuera?
-Claro, claro -dijo Jeremy, mientras salía afuera.
Melisa y Jeremy salieron afuera, a la calle, mientras dejaban que Miranda Phillips llorase sola y pronto se le pasase lo que le estaba pasando. Ella era una mujer sensible y rencorosa, y no es de extrañar que no estuviese dispuesto a perdonar a su hijo mayor. Melisa, ahora como una nueva persona, no miraba con odio ni rencor alguno a su hermano mayor, sino todo lo contrario: estaba muy feliz de verlo, deseosa de volver a recomponer aquella relación de hermano mayor y hermana menor que había quedado destruida hace mas de 10 años. Jeremy, solamente mirándole los ojos verdes a su hermana menor, sentía muchísima culpa, recordando a aquella niña a quien había herido.
-Melisa… yo… -murmuró Jeremy- no sé qué decir. Lamento haber causado que a mamá le diera uno de sus ataques emocionales. No era mi intención, lo juro, no lo era.
-Ya, Jeremy, está bien -le dijo Melisa, mientras evitaba cruzar miradas con su hermano, porque le parecía incómodo- ella ha estado peor antes. Ahora ya no es tanto el problema de sus ataques emocionales. Por cierto, Jeremy, ¿Qué haces en la ciudad?
-Yo… eh… -Jeremy empezó a maquinar una mentira para no ser descubierto- acabo de salir de… prisión. Ya cumplí mi deuda con la sociedad.
-¿Prisión? -cuestionó Melisa, con una sana curiosidad- pero cuando papá te denunció a la policía, murió de un ataque cardiaco y tú huiste. ¿Por qué nunca nos dijeron que te atraparon?
-Esto… -Jeremy siguió maquinando la mentira, para darle sentido a la misma- estuve unos años huyendo. Me atraparon un par de años después en Utah y me dieron 7 años de cárcel. Salí hace unos 6 meses y ahora he decidido volver. Pero supongo que mamá no me va a dejar, ¿verdad? Será mejor que me vaya.
-No… no te vayas -le dijo Melisa, no queriendo dejar a su hermano irse- yo ya no te guardo rencor. Lo que pasó ya pasó. Que ella no quiera aceptarlo es otra cosa.
-Esto… gracias, Melisa -le dijo Jeremy, sonriéndole a su hermana, aunque ella no lo notó porque evitaba cruzar miradas- voy a quedarme en un apartamento en la ciudad. Conseguiré un empleo y vendré a visitarte nuevamente.
-Eh… ¿puedes llevarme a la casa de mi novio? Está a unas cuadras de aquí, en el área europea del suburbio. Yo te daré las indicaciones.
Jeremy quedó sorprendido al oír eso. ¿Su hermana menor tenía novio? Aunque en parte lo entendía porque una chica de 19 obviamente habría de tener novio.
-Claro, claro -le dijo, mientras caminaba a su camioneta- sube, te llevaré hasta ahí. ¿Cómo se llama tu novio?
-Se llama Chris, Chris Mathers, es británico. Tiene 23 años. Vive solo y trabaja como embargador de autos. Es un trabajo peligroso en la ciudad, pero está bien pagado.
-Británico, ¿eh? -suspiró Jeremy- Sabía que serías sensata al elegir a tu pareja. Me alegra que no hayas elegido ningún tonto sin futuro. Ese Chris me suena prometedor.
Jeremy, tras subirse junto a su hermana, empezó a conducir en dirección al área europea del suburbio. De todas las áreas, era la mejor cuidada de todas. Aunque poseía ciertas mafias rusas según los rumores, no había asesinatos ni robos como cualquiera en su sano juicio esperaría, sino que eran sensatos y simples, porque sabían que unas pocas amenazas y destrozos podían mantener a la gente controlada sin herirlas o matarlas. Jeremy siguió todas las indicaciones dadas por su hermana hasta llegar en frente de una linda casa, pintada de un celeste grisáceo y con un cuidado patrio. La casa estaba a solamente 7 cuadras de la casa de los Phillips. Jeremy y Melisa se bajaron del coche, entrando con cierta naturalidad en aquella casa. Al llegar, fueron recibidos por Chris, el cual se veía bastante alegre, lo cual contrastaba su vida hasta entonces.
Chris Mathers, o solamente Chris para los conocidos. Nacido en Londres, pero nacionalizado americano. A los 16 años de edad, su padre le dejó a su madre y a sus cuatro hermanos a su suerte por una modelo de Hollywood, lo cual dejó a su familia sumida en la miseria. Su madre se suicidó cuando él tenía 18 años lanzándose a un río puesto que no sabía nadar, uno de sus hermanos murió por drogadicción, dos fueron a la cárcel por robo y asesinato, y solamente uno llegó a vivir una vida normal, siendo policía en la ciudad de Orlando, en Florida. Mientras, él se quedó en aquella ciudad como embargador de autos, dado que aunque era peligroso el trabajo, era lo único que le permitía sobresalir solo. Además, era novio de Melisa desde que hace más de 12 meses, y ambos formaban una bonita pareja de jóvenes enérgicos con miras a un gran futuro.
-Oh, Melisa, justo estaba por ir a hacer un embargo -le dijo a Melisa, y en ese momento miró a Jeremy con curiosidad, puesto que no lo conocía- ¿y él quien es? ¿Es un amigo tuyo? Melisa… te dije que me avises antes de reunirte con tus amigos en mi casa. ¿Vendrán más con él? Diles que no ensucien la alfombra, la acabo de cambiar.
-Esto… Chris… -le dijo Melisa con nerviosismo, temiendo la reacción de su querido novio- él no es un amigo mío. Es… mi hermano, Jeremy; del que tanto te hablé.
Chris borró su sonrisa altruista de su cara mientras la reemplazaba con lentitud con una cara de enojo y molestia hacia Jeremy. Se le acercó lentamente, y aunque Jeremy le hacía con señas con sus manos indicando que no quería problemas con él, eso no evitó que Chris lo agarrara de su ropa con una mano y amenazara con darle un puñetazo con la otra. Chris sabía quién era Jeremy, y lo que había hecho años atrás.
-¿Tú eres el maldito que abusó de Melisa? -exclamó, molesto.
-Chris, para -le dijo Melisa, queriendo evitar que los dos chicos que tanto respetaba se mataran entre ellos- él no es malo, ha cambiado. Créeme, es la verdad.
-¿La verdad? -cuestionó Chris- me dijiste que él te acosaba, que te manoseaba, ¿Cómo rayos se supone que yo, como tu novio, dejaría que él se te acerque de nuevo?
-No te culpo, ¿Sabes? -interrumpió Jeremy- no te culpo Chris. No te culpo por reaccionar de esta manera. Es lo que cualquier persona en su sano juicio hubiese hecho. Pero lo que Melisa dice es cierto: he cambiado. Ya cumplí mi deuda con la sociedad.
Chris dudó, no queriendo oír ni una sola palabra que salía de la boca de Jeremy. Melisa le puso una mano en el hombro a Chris y le miró con esa cara suplicante, típica de Melisa, y Chris soltó a Jeremy. Aunque Chris esperaba una respuesta hostil de él, Jeremy no hiso nada para contraatacar, al contrario, iba a irse.
-Voy a irme a mi apartamento -le dijo a Melisa y a Chris, mientras a ambos les pasaba unas tarjetas- en el reverso está la dirección en la que vivo y mi número. Llámenme si ustedes necesitan algo, ¿ok?
-¿Ya te vas? -le preguntó Melisa, con cierta melancolía- ¿no quieres quedarte a conversar? ¡Hace tanto que no te veo!
-No Melisa, no quiero problemas con tu novio -replicó Jeremy, mientras iba a su auto- vendré en unos días, ¿ok? Si necesitan algo de mí, llamen, o visítenme. Estaré en la ciudad durante unos meses.
-Supongo… -murmuró Chris de mala manera, cruzando los brazos y mirando al cielo- creo que debería darte una oportunidad. Pero si lastimas a Melisa…
-Lo sé, Chris, lo sé: vas a matarme -dijo Jeremy, subiéndose a su auto- nos vemos en unos días. Hasta entonces… adiós.
Jeremy volvió a encender el motor de su vehículo y partió en dirección a su apartamento. Estaba ciertamente feliz por haber visto en lo que se había convertido su hermana menor Melisa. Se sentía arrepentido de haberle hecho todas esas cosas malas cuando era una niña. También empezó a pensar qué clase de empleo conseguiría mientras estuviese en la ciudad, porque en cada esquina de la ciudad había carteles de “se busca ayudante” u otras cosas que buscaban, y algunos carteles ni siquiera agregaban el “con experiencia”, lo que indicaba que buscaban a cualquiera para hacer los trabajos difíciles. Pero Jeremy pensó que lo mejor sería usar la técnica de “infiltrar-matar”. Esa técnica, la cual él usaba desde que estaba en la X-0, era la de empezar a trabajar con criminales y recibir remuneración de ellos, y tras ganarse la confianza de ellos, matarlos o capturarlos, y luego recibir una remuneración de la X-0 por ello; era una técnica que él solía usar cuando no estaba en ninguna clase de misión, y hacer eso no le preocupaba porque al poseer inmunidad gracias a la CIA y la X-0, podía matar a todos esos criminales y luego no recibir castigo por ello. Además, teniendo en cuenta cómo funcionaba la inmunidad, él sabía que era más probable que se anulase la inmunidad si le hacía cosas malas a civiles y policías, que si se las hacia a criminales o gente buscada, y por lo tanto si él quería sabotear gente debía hacerlo con criminales.
Jeremy llegó al apartamento al cual se le había asignado. Tras estacionar su coche en el estacionamiento del edificio, subió hasta el tercer piso del edificio, entrando en la habitación número 4, la cual se le había dado. El interior era más o menos aceptable. La televisión era de solamente 21 pulgadas, la cama era para una sola persona, y el ropero estaba mohoso. El piso no estaba tapizado como el resto del edificio, las luces parpadeaban de vez en cuando, había grietas en las paredes y se escuchaba un goteo que no podía verse en ninguna parte. El baño era pequeño, con espacio suficiente apenas para el inodoro y una ducha, con casi nulo espacio para movilidad.
Tras darse un baño con agua caliente, Jeremy se cambió el traje de gala que llevaba puesto por una ropa menos formal. Una camisa de mangas cortas de color gris, unos jeans de hombre color negro azulado. Jeremy se miró a un espejo colgado de una de las ventanas y notó los tatuajes que poseía. Primero notó su código de identificación de la X-0 en su cuello, cerca de la tráquea, y el código era: JP-2918. El siguiente tatuaje que notó era fue el de el número pi en su brazo izquierdo. Todos los dígitos posibles del número pi, empezando desde la palma de su mano izquierda y terminando en su hombro; 3,1415… y 35 dígitos mas hasta su hombro. El último tatuaje que notó fue el de “Memento Mori” en su antebrazo derecho, escrito con un estilo de letra elegante; la frase simbolizaba el mensaje de la X-0, los cuales le enseñaban a sus agentes que no eran invencibles y que ellos podrían morir, y eso significaba la frase: “recuerda que tienes que morir”.
Jeremy, cansado por el largo viaje hasta la ciudad, y cansado por la horrible forma de haber empezado las relaciones con su familia y conocidos, se recostó en la cama. Agarró el control remoto de la televisión, el cual estaba encadenado a una mesa y prendiendo la tele, empezó a verse la televisión, llena de basura, programas plagiados y desinformación programada. Y Jeremy sabía todo eso, pero lo pasaba por alto. La razón por la cual Jeremy pasaba todo por eso era más deprimente en si misma que mezclada con otros factores: Jeremy no quería saber la verdad, no quería entenderla. Si es que él entendía la verdad, él sabría en qué clase de país vivía, y él no podía permitirse tal cosa (ya sea como chapucero patriota o como agente secreto de la X-0). Jeremy era el ejemplo vivo de una vida vivida en la negación, el conformismo y la mentira. En resumen: la no-vida. Responder
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