Recientemente he pasado mi primer libro, Mal día en tierra de muerte, en formato PDF para publicarlo por Wattpad y Amazon (aun no lo he hecho). Hasta entonces, he decidido dejarles un adelanto del primer capítulo, solo por saber que se opina:
Capítulo I: Tan cerca del caos.
Mi nombre es Daniel, tengo, (perdón, tenía), 18 años cuando todo empezó, la mierda que casi me lo arrebató todo. Me endureció por completo y me volvió una maquina egoísta que solo piensa en sus intereses. Por suerte, esos intereses son mi familia y mis amigos, y nada más.
Se preguntan seguramente: “¿De qué está hablando?”, ¿O me equivoco? Lo dudo.
Una infección parasitaria, todos la tienen, pero no se activa hasta que morimos, y si al morir te dañas el maldito cerebro, no se activa. Te resucita, en un caníbal, pudriéndote de a poco, incapaz de recordar a tus amigos, a tu familia, a ti mismo. En un muerto viviente.
Yo vivía en frente de la gobernación de Itapua, en la planta baja de un edificio de pocos pisos, con mi hermana mayor, que me superaba por 4 años, Dahiana, argel cuando se enfada, tierna y muy dulce cuando quiere algo de ti; mi mamá, Dominga, una típica madre, de 44, a punto de jubilarse de su trabajo como docente (si es que el gobierno no cambiaba sus leyes otra vez); mi padre, Daniel (si, se llamaba igual que yo, para diferenciarlo de mí a él le decían Danny), de unos 45 (pero parecía de menos edad), trabajaba como guardia privado en una casa privada en el centro de la ciudad.
Eran mediados de octubre, yo estaba en tercero de la media, a punto de despedirme del colegio de una vez por todas. Era un chico con pocos amigos, los únicos amigos verdaderos que tenía eran Claudia y José, a José lo conozco desde los 15, y a Claudia, pues… a ella la conozco desde que tengo memoria. Ella fue a mi cuarto cumpleaños y desde entonces no la he olvidado. Tras la bendita salida del turno tarde, hablábamos mientras caminábamos a un costado del camino. Estábamos cansados de tantas tareas que se nos estaban dando.
-¿La profe de ciencias les dio alguna tarea? -me preguntó José, él estaba en el segundo de la media, y Claudia y yo en el tercero de la media.
-¿Bromeas? ¡Me dejó tarea doble por hablar mal de ella mientras firmaba algo en la dirección! -le dijo Claudia- Esa profe necesita entender que con tarea extra nada se resuelve.
-Este mundo es una porquería -le respondió José bromeando.
-No digan eso, hay cosas peores en otros lugares, algún día quizás nos toque vivirlas a nosotros -le respondí- ¿han visto los niños en África? ¿Las masacres en Siria? La tarea extra no es nada.
-Solo bromeaba, vos siempre lo tomas todo con seriedad -Me dijo José.
-José dice la verdad, por eso es que siempre te metes en problemas -me dijo Claudia.
-Eso no es… a quien engaño, es cierto -suspiré- Es un defecto mío, no se corrige. Se vive con eso.
-Ese es mi amigo Daniel -dijo José agarrándome de los hombros por detrás y sacudiéndome.
-La próxima que me haces eso y… es broma, no sería capaz de hacerle daño ni a una mosca.
-Bueno, aquí me despido, yo vivo para el otro lado -dijo José, girando en una esquina por donde se encontraba su casa.
-¡Chau! -le dijo Claudia mientras ella y yo seguíamos caminando.
-¿Qué a ti no te gustaba José? -le pregunté a Claudia.
-¿Qué? ¡Claro que no! -me dijo, pero su rostro con una disimulada vergüenza me decía otra cosa- tiene 16 años, y yo tengo 18, agrego. Prefiero alguien de mi misma edad, o quizá… alguien mayor.
-No entiendo a las mujeres -susurré en voz baja, pero me escuchó.
-Yo tampoco me entiendo. Ni se a quien quiero, ni a quien odio. Por eso soy distante -fue lo que me contestó, de manera pensativa.
-¡Menuda mentira! Eres la más popular del colegio, tu cabello corto, todas las locuras que haces en las fiestas a las que te invitan. El mundo duda de tu inocencia.
Ella soltó una risa contenida, y parecía aguantarse para no echarse a carcajadas.
-La inocencia la perdí hace mucho, quizá el día que revisé el historial de la computadora de mi casa -dijo entre risita y risita.
-Por eso mi hermana usa el modo incógnito para mirar sus fetiches -le expliqué, también entre risas- Y no quiero saber que “fetiches” tiene.
Nuestra conversación se interrumpió abruptamente cuando me llamaron al celular que lo tenía en el bolsillo. Al atender, escuché a mi hermana.
-¿Dahiana? ¿Qué pasa? -le pregunté.
-Ven a casa. Papá quiere que vayamos ahora mismo -me dijo, secamente.
-Sí, ¿pero qué pasa? -insistí, con cierto nerviosismo.
-¡Ven corriendo! -contestó, nuevamente con tono directo- Yo estoy saliendo de la casa de mi novio porque también me llamaron. Cuando lleguemos lo sabrás.
-Ok, ya voy -le dije mientras cortaba la llamada.
-¿Quién era? -me preguntó Claudia, con curiosidad.
-Me tengo que ir, era mi hermana -le contesté- quiere que vaya a casa, y se le escuchaba mal.
-¿Sucede algo? -preguntó Claudia, con un tono preocupado.
-Ni idea, no sé lo que pasa. Te lo contaré en cuanto pueda.
Rápidamente me fui a paso apurado a mi casa. Por suerte solo estaba a 2 cuadras. Llegué cansado pero rápidamente llegué y entré a mi casa.
-¿Hola? ¿Hay alguien? -pregunté al entrar.
-¡Hasta que llegaste! -me saludó mi mamá, abrazándome- tampoco sé que pasa, tu papá nos llamó desesperadamente a todos, tengo que ir al trabajo en hora y media, espero que sea importante.
Los 2 nos quedamos sentados viendo la tele. En todos los canales empezó a dar lo mismo: empezaban a hablar de los primeros brotes, algunos periodistas se lo creían, otros eran imparciales, algunos hasta lo criticaban de vil mentira. En fin, era un total desastre y no sabía a quién creerle y a quién no.
Tras 20 minutos, papá y Dahiana llegaron. Se les notaba a los 2 bastante apurados.
-Buenas tardes, supongo que estarán viendo las noticias -dijo papá al entrar.
-¿Era por eso? No era necesaria tanta urgencia -le dijo mamá- seguro que es falso.
-Sí, quizá para ustedes, pero eso es real, muy real -reiteró papá, insistentemente.
-¿Y cómo lo sabes? -le pregunté, esperando una respuesta.
Él, en ese momento sacó su teléfono táctil y nos mostró un video, de esos grabados caseros que son hechas por las personas. Era la grabación de una persona, huyendo de los infectados (y era la primera vez que los vimos). El video termina justo cuando el pobre sujeto queda arrinconado y el que lo grabó, como si perdiese el valor, dejase de hacerlo.
-¿Lo ven? Esto no es un montaje, esa sangre, esos gritos de horror eran reales. Y lo grabó un conocido mío que vive en Formosa, que lo publicó en sus redes sociales ni hace una hora. Y he perdido contacto con él hace apenas unos pocos minutos, como si algo le hubiese pasado.
-Me estás asustando -le dije con dudas.
-Mamá, Daniel… papá dice la verdad, le creo. -dijo Dahiana- O es un súper montaje a nivel mundial, o esto es real. No hay punto medio.
-¿Y donde se supone que está ocurriendo esto? -volví a preguntar.
-Según las noticias y los rumores, empezaron en Canadá, Japón, Francia, Ucrania, y hasta en Formosa -agregó papá- y se expande, según lo que se dice.
-¿Y que se supone que vamos a hacer? -dijo mamá.
-Mucha gente también sabe que esto es cierto, y nos hemos estado reuniendo con ellos, hemos recolectado comida, y armas, muchas armas -le respondió Dahiana.
La conversación siguió, y Dahiana dijo que pocas fueron las personas que creyeron esto, y que estaban preparando sus autos y motos para partir si fuese necesario.
-¿Y dejaremos todo? Digo, si esta cosa de esa gente enferma resulta ser cierta - preguntó mamá- ¿y el resto de la familia? ¿Y los amigos? ¿Te atreverías a dejarlos atrás?
-Temo que sí -contestó papá- pero recuerden: Sí, es real, es muy real.
-Quedaremos como los tontos del barrio si esto resulta no ser cierto -le dije a papá, escépticamente.
-Daniel, siempre estás en internet -contestó papá, con algo de fastidio- Me enseñaste a usar los celulares táctiles ¿Y me dices que esto es algo que no crees? En el internet hay muchas cosas súper raras que después se descubrió que no eran mentiras, y que eran ciertas.
-Pero también hay mucha basura en el internet y lo digo por experiencia -le repliqué.
-Ya basta de discutir, generalmente no diría esto como padre: mañana no vas al colegio y no discutas mi orden, una orden es una orden y lo sabes.
-¿Y qué hay de Dahiana? -preguntó mamá.
-Ella no irá a trabajar a la tienda esta noche, ni la que viene -contestó papá- Le inventaré cualquier mentira a su jefe. Y además, mañana es mi día libre, por suerte.
-¡Pero papá! El jefe se enojará si no voy -le dijo mi hermana, algo molesta.
-Hija, ¡basta!, yo me preocupo por ustedes, no deben estar todo el tiempo preocupándome. Ustedes son mis hijos y los amo a los dos, aunque a veces parezcan ser unos tontos.
-Mira quién habla, el que se cree esto -le respondí sarcásticamente.
Después mamá tomó el auto y se fue al trabajo. Papá se quedó viendo la televisión, yo me quedé usando la computadora, y como mi hermana no podía ir al trabajo, se quedó a leer un libro.
En vez de perder tiempo en mis redes sociales (como siempre lo hago), seguí investigando más sobre esa epidemia de la que tanto hablaban. Era igualito a la de los muertos vivientes de toda clase de videojuegos y series de televisión, pero no parecía maquillaje o efectos digitales, realmente parecía su piel pudriéndose. Investigar solo me hacía creerlo más, se fue la duda de mi mente.
Unos minutos y empezaron a salir noticias de que Asunción ya estaba destruida, y sinceramente en ese momento me di cuenta que era cierto. Noticia tras noticia, fueron cuestión de minutos para que mucha gente cambiara su forma de pensar y empezara a tomar con seriedad el asunto.
Entré en una de mis redes sociales porque quería mirar que decían mis amigos, y muchos hablaban de eso, pero la mayoría molestaban con eso, como si fuese un tonto chiste barato o una situación cotidiana de la vida. Claudia y José estaban conectados y chateaba con ellos, pero ellos si se lo tomaban en serio. Les avisé que no iría a clases porque mi padre no me lo permitió.
José dijo que estaba muy nervioso por lo que pasaba; Claudia dijo que su familia no lo creía y lo tomaban cono una broma. Yo les pregunté si podrían venir a visitarme mañana, dado que mí papá no quiere que salga de la casa, ni muy de mañana y ni tampoco antes de que caiga la noche.
Pues, Claudia y José, como mis 2 buenos amigos, dijeron que pasarían a visitarme en cuanto pudiesen. Ellos si eran buenos amigos, como ellos había pocos en el mundo (al menos para mí).
Tras navegar un buen rato en el infinito internet y un buen par de minutos en la Deep Web (si sabes qué es eso, entenderás que la sangre y las tripas no me afectan), jugar al Starcraft, y una buena música de Linkin Park, me di cuenta que ya eran 21:30 Hs. Mi padre seguía viendo a la chusma de programas argentinos de farándula (mientras tomaba vino tinto), y mi hermana, pues seguía leyendo su libro (que jamás supe que era, algo sobre un hombre mediocre, o qué sé yo).
Apagué el ordenador (si hubiese sido por mí, usaría hasta que saliese el sol, pero mamá se enojaría) y tras una ducha de 20 minutos, me puse la ropa más fea que encontré y me tiré en mi cama (si la cama no hubiere estado ahí el golpe me hubiese matado).
Ni me molesté en taparme, ya que hacía un calor de esos que entiendes que el infierno es real, y que está aquí, en la tierra y que por ser pecador, tú estás ahí.
Lo sorprendente fue cuando me desperté. Agarré mi celular y me di cuenta que eran las 09:00 Hs. Ligeramente más tarde de lo normal, puesto que yo me levanto a las 08:30 Hs. por lo general. Me levanté y me fui a la cocina, y los estantes estaban vacíos. Era sorpresivo mirar las estanterías vacías, puesto que era un paisaje muy inusual en mi casa. Mamá siempre las tenía llenas de condimentos, leche, chocolate y todas clases de comidas y bebidas en polvo, y una que otra comida enlatada, para los días difíciles de la vida.
Papá seguía dormido en el sillón; había un envase de vino tinto vacío y podía sentirse con solo verlo que amanecería con una resaca de esas y con un mal humor, típico de una persona con sueño y dolor de cabeza. Yo esperaba eso pacientemente mientras buscaba entre los estantes algo de comer. Encontré un par de galletitas y un envase
de jugo en la heladera, que, casi como coincidencia del destino, era lo único dentro de la heladera, además de hielo y agua fría.
Pero yo, mirando un poco más al fondo, noté que había algo, vi que era un cuchillo casero de papá, con la funda y todo. Por un momento pensé que por la borrachera que había tenido a la noche, se lo olvidó adentro, pero vi que tenía un papelito que me hizo cambiar de opinión. Estaba dirigido a mí. Aunque con pésima caligrafía (letra de borracho, seguramente).
“Por si necesitas defenderte, de lo que sea que te encuentres. Es de doble filo y te dejé una funda. Que mamá no sepa que te lo dejé. Firma: tu padre”.
Tomé el cuchillo y la funda y lo puse entre muchas cosas que me pertenecían, algunas que al verlas desearía tirarlas por los malos recuerdos que me traían. Lo guardé rápidamente, arriba de todo, para encontrarlo rápidamente si necesitaba usarlo en cualquier situación emergente.
Jamás había pasado antes. Papá jamás me había dejado portar cuchillos, o al menos, casi nunca me los ha permitido portarlos. Era demasiado sospechoso que me dejase usar uno así como así.
Así, que supe rápidamente que esto era peor de lo que me imaginaba, ya que papá me dejaba portar un cuchillo. El mundo estaba en picada, peor que antes, a su inevitable fin.
Capítulo I: Tan cerca del caos.
Mi nombre es Daniel, tengo, (perdón, tenía), 18 años cuando todo empezó, la mierda que casi me lo arrebató todo. Me endureció por completo y me volvió una maquina egoísta que solo piensa en sus intereses. Por suerte, esos intereses son mi familia y mis amigos, y nada más.
Se preguntan seguramente: “¿De qué está hablando?”, ¿O me equivoco? Lo dudo.
Una infección parasitaria, todos la tienen, pero no se activa hasta que morimos, y si al morir te dañas el maldito cerebro, no se activa. Te resucita, en un caníbal, pudriéndote de a poco, incapaz de recordar a tus amigos, a tu familia, a ti mismo. En un muerto viviente.
Yo vivía en frente de la gobernación de Itapua, en la planta baja de un edificio de pocos pisos, con mi hermana mayor, que me superaba por 4 años, Dahiana, argel cuando se enfada, tierna y muy dulce cuando quiere algo de ti; mi mamá, Dominga, una típica madre, de 44, a punto de jubilarse de su trabajo como docente (si es que el gobierno no cambiaba sus leyes otra vez); mi padre, Daniel (si, se llamaba igual que yo, para diferenciarlo de mí a él le decían Danny), de unos 45 (pero parecía de menos edad), trabajaba como guardia privado en una casa privada en el centro de la ciudad.
Eran mediados de octubre, yo estaba en tercero de la media, a punto de despedirme del colegio de una vez por todas. Era un chico con pocos amigos, los únicos amigos verdaderos que tenía eran Claudia y José, a José lo conozco desde los 15, y a Claudia, pues… a ella la conozco desde que tengo memoria. Ella fue a mi cuarto cumpleaños y desde entonces no la he olvidado. Tras la bendita salida del turno tarde, hablábamos mientras caminábamos a un costado del camino. Estábamos cansados de tantas tareas que se nos estaban dando.
-¿La profe de ciencias les dio alguna tarea? -me preguntó José, él estaba en el segundo de la media, y Claudia y yo en el tercero de la media.
-¿Bromeas? ¡Me dejó tarea doble por hablar mal de ella mientras firmaba algo en la dirección! -le dijo Claudia- Esa profe necesita entender que con tarea extra nada se resuelve.
-Este mundo es una porquería -le respondió José bromeando.
-No digan eso, hay cosas peores en otros lugares, algún día quizás nos toque vivirlas a nosotros -le respondí- ¿han visto los niños en África? ¿Las masacres en Siria? La tarea extra no es nada.
-Solo bromeaba, vos siempre lo tomas todo con seriedad -Me dijo José.
-José dice la verdad, por eso es que siempre te metes en problemas -me dijo Claudia.
-Eso no es… a quien engaño, es cierto -suspiré- Es un defecto mío, no se corrige. Se vive con eso.
-Ese es mi amigo Daniel -dijo José agarrándome de los hombros por detrás y sacudiéndome.
-La próxima que me haces eso y… es broma, no sería capaz de hacerle daño ni a una mosca.
-Bueno, aquí me despido, yo vivo para el otro lado -dijo José, girando en una esquina por donde se encontraba su casa.
-¡Chau! -le dijo Claudia mientras ella y yo seguíamos caminando.
-¿Qué a ti no te gustaba José? -le pregunté a Claudia.
-¿Qué? ¡Claro que no! -me dijo, pero su rostro con una disimulada vergüenza me decía otra cosa- tiene 16 años, y yo tengo 18, agrego. Prefiero alguien de mi misma edad, o quizá… alguien mayor.
-No entiendo a las mujeres -susurré en voz baja, pero me escuchó.
-Yo tampoco me entiendo. Ni se a quien quiero, ni a quien odio. Por eso soy distante -fue lo que me contestó, de manera pensativa.
-¡Menuda mentira! Eres la más popular del colegio, tu cabello corto, todas las locuras que haces en las fiestas a las que te invitan. El mundo duda de tu inocencia.
Ella soltó una risa contenida, y parecía aguantarse para no echarse a carcajadas.
-La inocencia la perdí hace mucho, quizá el día que revisé el historial de la computadora de mi casa -dijo entre risita y risita.
-Por eso mi hermana usa el modo incógnito para mirar sus fetiches -le expliqué, también entre risas- Y no quiero saber que “fetiches” tiene.
Nuestra conversación se interrumpió abruptamente cuando me llamaron al celular que lo tenía en el bolsillo. Al atender, escuché a mi hermana.
-¿Dahiana? ¿Qué pasa? -le pregunté.
-Ven a casa. Papá quiere que vayamos ahora mismo -me dijo, secamente.
-Sí, ¿pero qué pasa? -insistí, con cierto nerviosismo.
-¡Ven corriendo! -contestó, nuevamente con tono directo- Yo estoy saliendo de la casa de mi novio porque también me llamaron. Cuando lleguemos lo sabrás.
-Ok, ya voy -le dije mientras cortaba la llamada.
-¿Quién era? -me preguntó Claudia, con curiosidad.
-Me tengo que ir, era mi hermana -le contesté- quiere que vaya a casa, y se le escuchaba mal.
-¿Sucede algo? -preguntó Claudia, con un tono preocupado.
-Ni idea, no sé lo que pasa. Te lo contaré en cuanto pueda.
Rápidamente me fui a paso apurado a mi casa. Por suerte solo estaba a 2 cuadras. Llegué cansado pero rápidamente llegué y entré a mi casa.
-¿Hola? ¿Hay alguien? -pregunté al entrar.
-¡Hasta que llegaste! -me saludó mi mamá, abrazándome- tampoco sé que pasa, tu papá nos llamó desesperadamente a todos, tengo que ir al trabajo en hora y media, espero que sea importante.
Los 2 nos quedamos sentados viendo la tele. En todos los canales empezó a dar lo mismo: empezaban a hablar de los primeros brotes, algunos periodistas se lo creían, otros eran imparciales, algunos hasta lo criticaban de vil mentira. En fin, era un total desastre y no sabía a quién creerle y a quién no.
Tras 20 minutos, papá y Dahiana llegaron. Se les notaba a los 2 bastante apurados.
-Buenas tardes, supongo que estarán viendo las noticias -dijo papá al entrar.
-¿Era por eso? No era necesaria tanta urgencia -le dijo mamá- seguro que es falso.
-Sí, quizá para ustedes, pero eso es real, muy real -reiteró papá, insistentemente.
-¿Y cómo lo sabes? -le pregunté, esperando una respuesta.
Él, en ese momento sacó su teléfono táctil y nos mostró un video, de esos grabados caseros que son hechas por las personas. Era la grabación de una persona, huyendo de los infectados (y era la primera vez que los vimos). El video termina justo cuando el pobre sujeto queda arrinconado y el que lo grabó, como si perdiese el valor, dejase de hacerlo.
-¿Lo ven? Esto no es un montaje, esa sangre, esos gritos de horror eran reales. Y lo grabó un conocido mío que vive en Formosa, que lo publicó en sus redes sociales ni hace una hora. Y he perdido contacto con él hace apenas unos pocos minutos, como si algo le hubiese pasado.
-Me estás asustando -le dije con dudas.
-Mamá, Daniel… papá dice la verdad, le creo. -dijo Dahiana- O es un súper montaje a nivel mundial, o esto es real. No hay punto medio.
-¿Y donde se supone que está ocurriendo esto? -volví a preguntar.
-Según las noticias y los rumores, empezaron en Canadá, Japón, Francia, Ucrania, y hasta en Formosa -agregó papá- y se expande, según lo que se dice.
-¿Y que se supone que vamos a hacer? -dijo mamá.
-Mucha gente también sabe que esto es cierto, y nos hemos estado reuniendo con ellos, hemos recolectado comida, y armas, muchas armas -le respondió Dahiana.
La conversación siguió, y Dahiana dijo que pocas fueron las personas que creyeron esto, y que estaban preparando sus autos y motos para partir si fuese necesario.
-¿Y dejaremos todo? Digo, si esta cosa de esa gente enferma resulta ser cierta - preguntó mamá- ¿y el resto de la familia? ¿Y los amigos? ¿Te atreverías a dejarlos atrás?
-Temo que sí -contestó papá- pero recuerden: Sí, es real, es muy real.
-Quedaremos como los tontos del barrio si esto resulta no ser cierto -le dije a papá, escépticamente.
-Daniel, siempre estás en internet -contestó papá, con algo de fastidio- Me enseñaste a usar los celulares táctiles ¿Y me dices que esto es algo que no crees? En el internet hay muchas cosas súper raras que después se descubrió que no eran mentiras, y que eran ciertas.
-Pero también hay mucha basura en el internet y lo digo por experiencia -le repliqué.
-Ya basta de discutir, generalmente no diría esto como padre: mañana no vas al colegio y no discutas mi orden, una orden es una orden y lo sabes.
-¿Y qué hay de Dahiana? -preguntó mamá.
-Ella no irá a trabajar a la tienda esta noche, ni la que viene -contestó papá- Le inventaré cualquier mentira a su jefe. Y además, mañana es mi día libre, por suerte.
-¡Pero papá! El jefe se enojará si no voy -le dijo mi hermana, algo molesta.
-Hija, ¡basta!, yo me preocupo por ustedes, no deben estar todo el tiempo preocupándome. Ustedes son mis hijos y los amo a los dos, aunque a veces parezcan ser unos tontos.
-Mira quién habla, el que se cree esto -le respondí sarcásticamente.
Después mamá tomó el auto y se fue al trabajo. Papá se quedó viendo la televisión, yo me quedé usando la computadora, y como mi hermana no podía ir al trabajo, se quedó a leer un libro.
En vez de perder tiempo en mis redes sociales (como siempre lo hago), seguí investigando más sobre esa epidemia de la que tanto hablaban. Era igualito a la de los muertos vivientes de toda clase de videojuegos y series de televisión, pero no parecía maquillaje o efectos digitales, realmente parecía su piel pudriéndose. Investigar solo me hacía creerlo más, se fue la duda de mi mente.
Unos minutos y empezaron a salir noticias de que Asunción ya estaba destruida, y sinceramente en ese momento me di cuenta que era cierto. Noticia tras noticia, fueron cuestión de minutos para que mucha gente cambiara su forma de pensar y empezara a tomar con seriedad el asunto.
Entré en una de mis redes sociales porque quería mirar que decían mis amigos, y muchos hablaban de eso, pero la mayoría molestaban con eso, como si fuese un tonto chiste barato o una situación cotidiana de la vida. Claudia y José estaban conectados y chateaba con ellos, pero ellos si se lo tomaban en serio. Les avisé que no iría a clases porque mi padre no me lo permitió.
José dijo que estaba muy nervioso por lo que pasaba; Claudia dijo que su familia no lo creía y lo tomaban cono una broma. Yo les pregunté si podrían venir a visitarme mañana, dado que mí papá no quiere que salga de la casa, ni muy de mañana y ni tampoco antes de que caiga la noche.
Pues, Claudia y José, como mis 2 buenos amigos, dijeron que pasarían a visitarme en cuanto pudiesen. Ellos si eran buenos amigos, como ellos había pocos en el mundo (al menos para mí).
Tras navegar un buen rato en el infinito internet y un buen par de minutos en la Deep Web (si sabes qué es eso, entenderás que la sangre y las tripas no me afectan), jugar al Starcraft, y una buena música de Linkin Park, me di cuenta que ya eran 21:30 Hs. Mi padre seguía viendo a la chusma de programas argentinos de farándula (mientras tomaba vino tinto), y mi hermana, pues seguía leyendo su libro (que jamás supe que era, algo sobre un hombre mediocre, o qué sé yo).
Apagué el ordenador (si hubiese sido por mí, usaría hasta que saliese el sol, pero mamá se enojaría) y tras una ducha de 20 minutos, me puse la ropa más fea que encontré y me tiré en mi cama (si la cama no hubiere estado ahí el golpe me hubiese matado).
Ni me molesté en taparme, ya que hacía un calor de esos que entiendes que el infierno es real, y que está aquí, en la tierra y que por ser pecador, tú estás ahí.
Lo sorprendente fue cuando me desperté. Agarré mi celular y me di cuenta que eran las 09:00 Hs. Ligeramente más tarde de lo normal, puesto que yo me levanto a las 08:30 Hs. por lo general. Me levanté y me fui a la cocina, y los estantes estaban vacíos. Era sorpresivo mirar las estanterías vacías, puesto que era un paisaje muy inusual en mi casa. Mamá siempre las tenía llenas de condimentos, leche, chocolate y todas clases de comidas y bebidas en polvo, y una que otra comida enlatada, para los días difíciles de la vida.
Papá seguía dormido en el sillón; había un envase de vino tinto vacío y podía sentirse con solo verlo que amanecería con una resaca de esas y con un mal humor, típico de una persona con sueño y dolor de cabeza. Yo esperaba eso pacientemente mientras buscaba entre los estantes algo de comer. Encontré un par de galletitas y un envase
de jugo en la heladera, que, casi como coincidencia del destino, era lo único dentro de la heladera, además de hielo y agua fría.
Pero yo, mirando un poco más al fondo, noté que había algo, vi que era un cuchillo casero de papá, con la funda y todo. Por un momento pensé que por la borrachera que había tenido a la noche, se lo olvidó adentro, pero vi que tenía un papelito que me hizo cambiar de opinión. Estaba dirigido a mí. Aunque con pésima caligrafía (letra de borracho, seguramente).
“Por si necesitas defenderte, de lo que sea que te encuentres. Es de doble filo y te dejé una funda. Que mamá no sepa que te lo dejé. Firma: tu padre”.
Tomé el cuchillo y la funda y lo puse entre muchas cosas que me pertenecían, algunas que al verlas desearía tirarlas por los malos recuerdos que me traían. Lo guardé rápidamente, arriba de todo, para encontrarlo rápidamente si necesitaba usarlo en cualquier situación emergente.
Jamás había pasado antes. Papá jamás me había dejado portar cuchillos, o al menos, casi nunca me los ha permitido portarlos. Era demasiado sospechoso que me dejase usar uno así como así.
Así, que supe rápidamente que esto era peor de lo que me imaginaba, ya que papá me dejaba portar un cuchillo. El mundo estaba en picada, peor que antes, a su inevitable fin.
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