¡Hola hola! Me he animado a compartir un libro muy especial para mí. Es un libro de misterio en el qué tú puedes participar como detective respondiendo a las preguntas mientras se va desarrollando la historia. ¡Espero que os guste!
Bienvenid@ a esta historia de misterio basada en el universo de Touhou Project. Si desconoces Touhou, no te preocupes, te dejaré un enlace externo a la Wikia para que le eches un buen vistazo. A continuación te dejaré una breve descripción de los personajes que intervendrán en el Caso del Pudin Zampado.
Hatate Himekaidou - La protagonista de nuestra historia, Hatate Holmes es una reportera que decide resolver los misterios de Gensokyo para que su diario tenga más popularidad que el periódico de su enemiga de profesión Aya Shameimaru.
Reimu Hakurei - Ella es la inspectora de la Comisaría Hakurei. Allá donde se cometa un crimen ella estará allí para resolverlo. Prefiere actuar en solitario y le incomoda la participación de nuestra protagonista. Tiene una ayudante que se encarga de hacer el trabajo sucio, pero suele estar de borrachera y es difícil encontrarla sobria.
MK - Una misteriosa ladrona que usa magia para realizar sus robos. Siempre anuncia cuándo hará su próximo crimen antes de que actúe, y esta ocasión no será una excepción. La inspectora arde en deseos de atraparla un día de estos, pero siempre consigue escaparse.
Remilia Scarlet - Lady Scarlet es la señora de la Scarlet Devil Mansion. Es una vampiresa excéntrica y adora llamar la atención. En esta noche, Lady Scarlet celebrará una fiesta donde se anunciará un gran hito en la historia de Gensokyo. Lo que nadie sabe es que ésta será una larga noche...
Flandre Scarlet - La hermana menor de Lady Scarlet. Es otra vampiresa que posee peligrosos poderes, pero ahora es pacífica.
Sakuya Izayoi - La jefa de las mayordomas de la mansión. Tiene la habilidad de detener el tiempo que combina con una lluvia de cuchillos, pudiendo ser una rival mortal.
Patchouli Knowledge - Una maga que reside en la biblioteca de la Scarlet Devil Mansion. Tiene inmensos poderes mágicos y hay pocas cosas que escapen a su conocimiento.
Koakuma - La ayudante de Patchouli, una vampira de la que poco se sabe.
Hong Meiling - Alias "China", ella es la guardiana de la entrada de la mansión y la guardaespaldas personal de Lady Scarlet.
Los invitados están llegando, la fiesta va a comenzar y un crimen está a punto de ocurrir...
El gélido viento nocturno peinaba mi cabello. Las estrellas tintineaban sobre aquella mansión, danzando al son de los violines que se escuchaban desde aquí. Acababa de llegar a la isla donde se ubica la Scarlet Devil Mansion, hogar de vampiros y peligrosos youkais. Pero esta noche nadie iba a exorcizar nada, ese trabajo fue de la inspectora hace un tiempo, los vampiros ya no eran un peligro. Lo que me traía esta noche era una invitación escrita con elegante letra:
No podía rechazar semejante invitación, así que vestí mi mejor indumentaria, un vestido blanco con una falda de cuadros fucsias y negros, y partí a la mansión. Desde lejos se podía distinguir la luz que salía de los enormes ventanales, era como un faro en mitad de las tinieblas. Se estaba haciendo algo tarde, la fiesta comenzaría en 5 minutos, aunque por suerte yo no llegaría tarde pues ya estaba ante la entrada y no tardaría ni 3 minutos en cruzar el jardín.
No obstante, mis cálculos no contaban con el encuentro de cierta mujer.
— Vaya, qué sorpresa encontrarla aquí, señorita Holmes.
— Lo mismo podría decir, Inspectora Hakurei.
Ella era la inspectora de la Comisaría Hakurei, la mano de la justicia en Gensokyo. Vestía su típico uniforme rojo y blanco de amplias mangas, tenía un pañuelo amarillo colgando en el cuello y hoy en lugar de su típico lazo rojo llevaba un sombrero fedora. Siempre ha tenido un gran olfato para los problemas y si ella había venido significaba que estaba en el lugar adecuado.
— Y bien, inspectora. ¿A qué se debe su llegada? Usted no es de asistir a esta clase de ceremonias.
La inspectora Hakurei se acarició el pelo azabache y, con algo de desdén, extrajo una carta de un bolsillo. Abrió el sobre y me mostró su contenido:
Apenas terminé de leer la misiva, la inspectora lo guardó. Su irritación era casi palpable, llevaba años persiguiendo a la maestra del hurto, MK, y aún había sido incapaz de hacer ni un solo progreso. Con esta información no era demasiado difícil intuir la razón de su visita.
— ¡Juro por todas las Hakurei que hoy esa villana no se escapará de la ley! -sentenció la inspectora.
Estaba a punto de expresar mi opinión sobre las posibilidades de su triunfo, pero un eufórico aplauso proveniente del interior de la mansión me hizo cambiar de idea.
—La fiesta ya ha comenzado, deberíamos entrar.
Acelerando el ritmo, atravesamos la puerta de hierro "vigilada" por la durmiente guardiana de la mansión y atravesamos los jardines. Sin entrar en debate por la razón en que tengan una vigilante tan nefasta, abrimos la gran puerta de madera que daba a la mansión.
El salón estaba repleto de célebres personalidades de Gensokyo: pude reconocer a Madame Kaguya junto a su fiel consejera Eirin; allí estaban los Moriya: Sanae, Kanako y Suwako; también vi a la familia Myouren, encabezada por Byakuren... Esta fiesta sin duda había recogido a las personas y criaturas más importantes del país, no era una fiesta que pudiese entrar cualquiera; aunque me sorprendió ver algunas caras menos célebres como ciertas hadas traviesas.
El público estaba terminando de aplaudir cuando la inspectora y yo llegamos al salón. No pude detenerme a contemplar todos los ornamentos de la enorme estancia, salvo las cortinas rojas y algunas figuras doradas que me llamaron la atención. Aquí el lujo se encontraba mirases donde mirases. Subida al improvisado escenario, conformado por una sucesión de alargadas mesas, estaba una pequeña dama con alas de vampiro que llevaba un elegante vestido negro. Ella era Lady Scarlet, la dueña de la mansión. A su lado se encontraba su hermana pequeña, una niña rubia con un vestido rojo y un pañuelo amarillo parecido al de la inspectora. La diferencia más notable respecto a su hermana mayor eran sus alas; eran unas alas extremadamente delgadas, como si de alambres se tratase, y para mayor extravagancia, del "alambre" colgaban varios cristales de colores.
Las luces de la majestuosa lámpara de araña menguaron y la anfitriona empezó su discurso.
—Quiero agradecerles que hayan empleado su valioso tiempo para venir a nuestra modesta mansión y compartir con nosotras esta velada tan especial. Esta fiesta no habría sido posible sin la inestimable ayuda de nuestra querida Sakuya Izayoi. Por favor, dadle un merecido aplauso.
El público aceptó la petición, aplaudiendo a la mayordoma que se había situado en el rincón más oscuro del salón. Ella era la líder de las mayordomas que residían en la mansión. Su mayor cualidad era el dominio del tiempo, que le facilitaba a la hora de realizar las labores de mantenimiento, convirtiéndola en una pieza fundamental de la Scarlet Devil Mansion. La vampiresa de pelo azul claro prosiguió.
—Mis queridas invitadas, hoy quisiera haceros partícipes del mayor acontecimiento que los habitantes de Gensokyo hayan podido presenciar en su vida. Tras meses de esfuerzo, de estudios y de dedicación, tras decenas de fracasos y correcciones, hoy quisiera mostrarles el orgullo de la familia Scarlet.
La expectación del público crecía por momentos. Toda la atención estaba puesta sobre las dos pequeñas vampiresas y lo que ocultaban tras las cortinas rojas.
—Sostenido por la ingeniería más avanzada, enriquecido por la más sofisticada magia, os presento... ¡El pudin más grande del mundo!
Las cortinas se abrieron de par en par. Un reloj de péndulo anunció la medianoche y los repiqueteos se mezclaron con la ovación del público. La vampiresa mayor se dio la vuelta confundida por la extraña respuesta de sus invitados. ¿Dónde estaban los elogios y los aplausos? Fue entonces cuando encontró la respuesta a todas sus preguntas: el escenario estaba vacío, el pudin del que tan orgullosa estaba había desaparecido.
La furia abrumó a la vampiresa quien se dirigió al público perdiendo la refinada compostura que había mantenido durante toda la ceremonia.
—¿Quién ha sido? ¿Quién se ha llevado el pudin? —obviamente, no obtuvo respuesta — ¡Sakuya! ¡Cierra puertas y ventanas! ¡Nadie saldrá de aquí hasta que se descubra a la culpable de tamaña artimaña!
Al unísono, todas las puertas y ventanas del edificio se cerraron con seguro como si se tratara de una casa encantada. No tardó en llegar la conmoción y las protestas entre el público. El salón se había convertido en un caos, mientras que la ladrona reía allá donde estuviera. Pero hoy no se escapará indemne, ¡pues Hatate Holmes desenmascarará a la culpable!
¿Cómo pudo Sakuya cerrar todas las puertas y ventanas de golpe?
Nos acabábamos de convertir en prisioneras de la vampiresa Lady Scarlet indefinidamente, hasta que se encontrase a la culpable de tan absurda fechoría. ¿A quién le importaba un pudin habiendo infinidad de joyas y objetos valiosos que robar? ¿Realmente éste era el objetivo de la infame MK o solo sería una maniobra de distracción? En cualquier caso, me estaba enfrentando a un robo auténtico y aunque yo considerase estúpido preocuparse por esto, la dueña de la mansión no opinaba lo mismo.
Era evidente que la primera reacción que tendrían las desafortunadas invitadas era lanzar protestas hacia la anfitriona, quien intentaba mantener la calma sin mucho éxito. La presión empezaba a aumentar y el ambiente se iba caldeando por momentos.
— ¡Lady Scarlet! ¡No hemos hecho nada! ¡Sáquenos de aquí! —gritaban algunas hadas civiles preocupadas.
— ¡Estúpido parásito! ¡Como no abras ahora mismo la maldita puerta pienso quemar esta mansión hasta los cimientos! —profirió airada la pirómana Mokou.
— Si nos quedamos aquí demasiado tiempo no podré garantizar que mis chicas se comporten como es debido durante toda la noche... —amenazó Kanako "Moriya".
En cualquier momento, todo el público se abalanzaría sobre las vampiresas y el caos asolaría el salón. Parecía que todo estaba a punto de estallar cuando una fuerte bocanada de aire azotó a todos los presentes, haciendo que algunos pierdan el equilibrio. Cuando amainó el tornado, una mujer de piel pálida y vista cansada entró por la puerta que daba a un pasillo que se dirigía al Ala Este de la mansión.
— Quieto todo el mundo, nadie tiene por qué salir herido. A ninguna de de las presentes les hará bien alguno enfrentarnos entre nosotras, solo sería beneficioso para la culpable de este incidente. Os ruego que mantengan la calma hasta que se resuelva este asunto. Si de verdad quieren salir de aquí, sería de agradecer que colaborasen con la investigación -soltado el discurso, la extraña mujer regresó por donde vino.
Como si acabasen de anestesiar a toda la sala, las quejas cesaron y no se volvió a oír ni una sola amenaza más. Por fin la escena del crimen se había estabilizado, estaba en condiciones óptimas para que pudiese comenzar con mi investigación. Era el momento de que entrase en acción... o no. Cierta inspectora se cruzó en mi camino, echándome una desafiante mirada en un intento de intimidarme.
— Sin duda alguna todo esto es obra de MK. ¡Pero ha sido descuidada tratando de aislarnos aquí! ¡Ahora ella también está encerrada con nosotras y no tendrá donde esconderse!
Se la veía tan animada que me daba pena desilusionarla, pero no es bueno dejar que la gente viva en la mentira y acababa de decir una enorme incoherencia que solo podría haber cometido alguien que no ha estado presente durante los hechos.
— Inspectora Hakurei, me sorprende que diga que su deseada malhechora haya sido quien nos ha encerrado. ¿No ha prestado la suficiente atención como para oír la orden que recibió la sirvienta Sakuya de Lady Scarlet?
— Así es, pero es imposible que fuese ella quien cerrase todas las vías que daban al exterior. ¡No se movió ni un ápice de su sitio!
— ¡Oh, sí que lo hizo! ¡Por supuesto que lo hizo! —mi sorpresa no era que se desconociese la razón por la que la mayordoma fuese capaz de atrancar puertas y ventanas, sino que fuese ELLA la que desconociera este hecho—. Verá, no se puede considerar todo lo que ven los ojos como la absoluta verdad, hay cosas que solo la visión de la mente es capaz de ver y comprender, así mismo es imposible que sus ojos pudiesen ver a Sakuya acatando la orden de Lady Scarlet porque fue un suceso espontáneo —cuando abrió los ojos supe que ella ya sabía adónde quería llegar. Noté que se estaba mordiendo el labio inferior, clara señal de que se arrepentía de haber cometido un error tan elemental—. Así es, parece haber olvidado que la sirvienta de la vampiresa tiene la habilidad de detener el tiempo, por lo que no era ningún problema tapiar cualquier salida antes de que el público pudiese reaccionar.
La inspectora comenzó a irritarse ante tan vergonzosa derrota. Parecía increíble que aquella persona quien se enfrentó y venció a Sakuya Izayoi en el pasado haya olvidado algo tan importante. Su cara comenzó a adquirir la misma tonalidad que la de su uniforme y, antes de estallar, me dio una advertencia.
— Escuche, Holmes. Esa rata ladrona está arrinconada y no pienso dejar que se escape esta noche, así que usted se ocupará de mantenerse alejada y no interferir en mis asuntos. ¿Ha quedado claro o debería arrestarla por obstrucción a la autoridad?
— No se preocupe, inspectora. Me ha quedado bastante claro. Hay otro crimen que requiere mi atención, usted siga cazando ratas. No debería "perder el tiempo" conmigo —dije finalizando con un tono sarcástico.
La inspectora Hakurei me lanzó una mirada digna de una asesina en serie y se marchó del salón. Ahora que todos los obstáculos habían desaparecido, podía centrarme en el caso que me aguardaba. Durante mi conversación con la inspectora los invitados se habían dispersado por la mansión; los que aún seguían aquí, que era la enorme mayoría, se habían sentado tranquilamente para charlar, sin mostrar indicio alguno de que pensasen contribuir con la investigación.
Puesto que era simplemente absurdo interrogar a cualquier invitado, decidí dirigirme directamente hacia Lady Scarlet, la organizadora de este evento. Lady Scarlet estaba en el lugar donde supuestamente habría estado el pudin gigante, regañando a voces a sus empleadas, incluida Sakuya.
— ¿Cómo ha podido desaparecer la estrella de nuestra fiesta? ¡Qué vergüenza! ¡Qué bochorno! ¿Cómo podéis explicar que algo TAN grande haya desaparecido sin más? ¿Es que estabais echándoos la siesta o estabais vagueando como siempre? —las sirvientas se miraron unas a otras con arrepentimiento, me daba la sensación de que las palabras de su jefa no iban muy desencaminadas—. De vosotras me podría esperar semejante decepción, ¿pero tú, Sakuya? ¡No es propio de ti!
— Le doy mis más sinceras disculpas, Lady Scarlet. Esta negligencia es imperdonable, aceptaré el castigo que considere oportuno —la respuesta de su fiel mayordoma no satisfacía completamente a su señora.
— Da igual, el caso es que nuestro pudin ha desaparecido y con castigos no se resolverá nada. Si tan arrepentidas estáis, empezad a buscar a nuestra ladrona.
— Sí, mi Señora —respondieron las sirvientas a coro antes de dispersarse en todas las direcciones.
Cuando todas las sirvientas desaparecieron, Lady Scarlet suspiró y acarició el pelo de su hermanita.
— Nuestra magnífica noche se ha ido al traste... Me temo que tu hermana ha vuelto a fracasar.
— No te pongas triste, Remi, seguro que Sakuya encontrará a la culpable en menos que canta un youkai —consolaba la pequeña vampiresa.
En ese momento, las dueñas de la mansión se percataron de mi presencia e interrumpieron su momento fraternal.
— ¿Quién demonios eres? ¿No deberías estar fuera del escenario junto con los demás invitados resolviendo el crimen o riéndote de nuestro patético acto?
Eché un vistazo a las mesas de los invitados, reían con mucho entusiasmo, una reacción bastante extraña dada la situación. Las palabras de Lady Scarlet parecían ser ciertas a menos que se hubiese puesto de moda contar algún chiste sobre pudins y no me haya enterado.
— Perdone mi maleducada intromisión, Lady Scarlet. Creo que aún no me he presentado, soy Hatate Holmes, detective de Gensokyo y encargada del diario Kakashi Spirit News. A su servicio —saludé con una reverencia.
Como es propio de la gente de alta alcurnia, devolvió mi saludo con su respectiva reverencia.
— Disculpa mis modales, son momentos tensos. A veces es difícil mantener la compostura en ciertas circunstancias. Soy Lady Scarlet, dueña de la Scarlet Devil Mansion, y ésta de aquí es mi hermana pequeña Flandre Scarlet —cuando la nombró hizo una reverencia imitando a su hermana—. Bien, usted es detective, he de suponer que está aquí para investigar el crimen.
— Así es, pero antes de empezar a inspeccionar la escena me gustaría saber cuándo fue la última vez que vio su... pudin gigante —aún me costaba creer que todo este revuelo se debiese a un dichoso pudin.
— Vamos a ver... Estaba recibiendo a las primeras invitadas cuando Sakuya me avisó de que el pudin ya estaba listo para ser transportado al escenario. Pero no lo llegué a ver, mandé a la guardiana y a Flandre para que lo fuesen trayendo. Cuando la guardiana me confirmó que el pudin ya estaba preparado, le ordené que volviese a su puesto y Flandre se quedó conmigo recibiendo al resto de invitadas. ¡Tuvo que ser en ese momento cuando robaron mi orgullo!
No necesitaba realizar una investigación exhaustiva de la impoluta escena del crimen para comprobar que en su testimonio había una evidente incoherencia.
— Lady Scarlet, comprendo que sus palabras no tienen intención de mentirme, pues no ganaría nada con eso, pero temo que hay algo de lo que ha dicho que no es cierto -las dos vampiresas se miraron confusas-. El pudin no fue robado en el escenario, es más, nunca llegó a subir a tal sitio.
¿Cómo sabe Hatate Holmes que el pudin no llegó a subir al escenario?
— ¡Eso es imposible! ¿En qué se basa para hacer tal afirmación?
Lady Scarlet aún no daba crédito a lo que le estaba diciendo, aunque es muy posible que su estupefacción se deba principalmente a que se estaba reprochando que no hubiese barajado esa posibilidad. Con el poco tiempo que he estado hablando con la dueña de la mansión, he observado que es más perspicaz de lo que aparenta. Podría ser una buena detective.
— Contemple con atención el escenario, más concretamente su superficie. ¿No nota nada raro? —yo me quedé en el sitio mientras Lady Scarlet miraba más de cerca el suelo e incluso lo palpaba.
— No veo nada fuera de lo normal. El suelo está impecable y por tener no tiene ni una mota de polvo. Sakuya siempre hace extraordinariamente bien su labor, por eso confío tanto en ella.
— Y por eso mismo estoy segura de que el pudin gigante no subió al escenario. Permítame preguntarla, solo para asegurarme. ¿Cómo de grande es nuestro pudin? —una sonrisa orgullosa afloró en el rostro de la vampiresa.
— Enorme, más grande que un humano de estatura media. ¡Si estirabas los brazos ni siquiera podías rodearlo!
— Entonces no me cabe la menor duda de que para transportarlo necesitaríais la ayuda de algún tipo de carro u objeto similar. ¿Correcto?
— Así es, ¿pero qué más da eso?
— Importa mucho. Acaba de decir que el suelo está totalmente impoluto, así mismo tampoco hay ningún rastro de huellas de zapatos ni de ruedas por el escenario, en un suelo tan limpio cualquier mancha habría sido notoria. Por eso mismo estoy tan convencida de que nadie ha pisado este lugar hasta que llegamos nosotras.
Mi interlocutora entendió mi explicación, pero no parecía convencida del todo.
— Pero no tiene por qué haber dejado nadie huella alguna. Esta noche fuimos especialmente concienzudas con la limpieza y pusimos esmero en no dejar ni una pelusa en el escenario ni en cualquier utensilio que usasen las sirvientas, incluso las obligué a que lustrasen sus zapatos.
— Y no lo niego. Sin embargo, ¿limpió absolutamente toda la mansión? Estoy convencida de que tuvieron que hacer un buen trayecto desde la cocina hasta aquí y algo acabaríais arrastrando. No tiene por qué ser una mancha intensa, solo el simple hecho de empujar el carro arrastra suciedad y en otras circunstancias no se habría notado, pero en un suelo tan limpio como éste llama bastante la atención -la vampiresa se quedó pensativa, ahora se la veía más convencida.
— Puede que tenga razón, en estas circunstancias es extraño no encontrar ninguna huella. Además, el pudin llevaba bastante caramelo y casi con toda seguridad se habría vertido alguna gota en el suelo, por mucho cuidado que llevasen —después de autoconvencerse definitivamente, me echó una mirada y sonrió de forma que podía ver uno de sus blancos colmillos—. Creo que es usted la única persona de esta sala en la que realmente puedo confiar este caso. Ahora que sabemos que mi pudin no llegó a su destino, tengo ligeras sospechas que me decepcionan...
Lady Scarlet se dirigió hacia su hermana, quien había estado escuchando la conversación en absoluto silencio. Flandre dio un paso hacia atrás y dejó entrever la sorpresa en su mirada.
— ¡Yo no me he comido el pudin! ¡Lo juro!
— ¿Entonces dónde está el carro, Flan? ¡Os encargué a ti y a China que lo trajeseis! ¡Sois las últimas que lo visteis! ¿Dónde está? —Lady Scarlet se estaba poniendo cada vez más furiosa, hasta el punto de que se había acercado hasta su hermana y parecía que en cualquier momento iba a saltar sobre ella. Viendo el pánico en los ojos de la pequeña, intervine.
— Flandre no es la única que transportó el pudin, esa tal China también estuvo ayudando. Lo mejor sería que viniese aquí e hiciese su declaración junto con tu hermana. Así ahorraremos tiempo.
Mis palabras parecieron calmarla. Se acomodó el vestido y se alejó un paso de Flandre.
— Está bien, llamaré inmediatamente a China y cuando venga aclararemos de una vez todo este asunto.
Lady Scarlet se dirigió al salón y llamó a la primera sirvienta que se cruzó en su mirada. A gritos ordenó que trajesen a Hong Meiling sin demora. La intimidada sirvienta salió a toda prisa antes de que ciertas amenazas que prefiero omitir se hiciesen realidad. Tardaron cerca de 10 minutos hasta que volvieron con la mujer a la que llamaban "China".
— ¿Por qué habéis tardado tanto?—preguntó exaltada Lady Scarlet.
— Siento la tardanza, la señorita Meiling se encontraba fuera de la mansión y tuve que llamar a Sakuya para que saliese y volviese a entrar sin que se escapase ninguno de los invitados, tal y como ordenó —se excusó la atemorizada sirvienta.
Ciertamente, para salir de la mansión se necesitaría desbloquear la puerta y dado que eso podría haber hecho que los invitados quisieran salir en estampida, era una idea sensata dejar este trabajo de nuevo a Sakuya quien podría hacerlo sin que pasase ni un solo segundo. Hablando de ella, no la veía por ningún lado. Imaginé que, con el caos que estaba originando la situación, estaría siendo una noche muy agitada para todo el personal de la mansión. La sirvienta se retiró, dejando a nuestra primera sospechosa a solas. Era una mujer alta, pelirroja, cintura estrecha, piernas fornidas y piel tersa. Su uniforme estaba compuesto de un vestido oriental verde con una boina del mismo color con una delgada placa metálica en forma de estrella. Me fijé que en la parte frontal de la boina tenía algunas manchas de color marrón oscuro, posiblemente pertenecientes al estampado del vestido, aunque las encontraba extrañas. Lo cierto es que ya la había visto en algún lado y muy recientemente. Un improvisado bostezo me ayudó a identificarla: se trataba de la guardiana de la mansión que vi antes de entrar. No parecía ser el tipo de persona activa que sería capaz de realizar tanto esfuerzo para comerse un simple pudin, pero no podía empezar a descartar sospechosos por las apariencias.
— ¡Uuaaah! Esto... ¿Me llamaba, Remilia? —decía la guardiana con voz somnolienta.
— ¿Cuántas veces tengo que decirte que dejes de usar mi verdadero nombre? Da igual, hay cosas más importantes de las que hablar —ahora se dirigió a mí para presentármela—. Esta perezosa es Hong Meiling, la vigilante de la entrada de la Scarlet Devil Mansion; aunque muchas de aquí la apodan "China" —acabada la presentación, volvió a ponerse seria—. Bien, Meiling. ¿No te pedí que llevases el pudin al escenario?
— Así es, señorita Remilia. Tal y como ordenaste, lo traje en un periquete. Fue pim, pam, dicho y hecho. ¡Uuaaaah!
La desidia que estaba mostrando la guardiana empezaba a irritar a su jefa, quien no estaba para que pusiesen a prueba su paciencia.
— ¿Ah, sí? ¡Entonces explícame por qué el pudin ha desaparecido!
De pronto, como si hubiese sonado la alarma, Meiling se despertó y se puso nerviosa. En vista de que no parecía que supiese qué decir, Flandre decidió explicar por fin lo sucedido.
— Cuando veníamos de camino, tuvimos un accidente con el pudin y tuvimos que regresar a la cocina, dejando sólo el pudin. Cuando regresamos, el carro ya había desaparecido. ¡Perdóname, hermanita! —Flandre empezó a llorar y su hermana la abrazó para consolarla.
— Está bien, tú no has tenido la culpa de que desapareciese el pudin. Sin embargo... —Lady Scarlet miró amenazadoramente a Hong Meiling—. ¿De qué accidente estáis hablando?
Flandre dejó de llorar y miró a Meiling quien le devolvió la mirada. China respondió a la pregunta como si estuviese a punto de decir sus últimas palabras.
— Íbamos por el corredor del Ala Este, tropezamos con la pata de un mueble, el carro se volcó hacia delante y el pudin se... cayó.
Al oír estas palabras, Lady Scarlet palideció completamente. No imagino el esfuerzo que estaría haciendo para no ponerse histérica. Lo que me sorprendía es que esta mujer no haya sido despedida todavía, no tenía ninguna cualidad para desempeñar su trabajo. China levantó los brazos para defenderse de cualquier cosa que pudiese hacer la señora de la mansión.
— ¿Que se ha... qué? —dijo la enfurecida vampiresa con el puño apretado.
— Ca... caído, Remi... Lady Scarlet.
Remilia dejó escapar un grito de furia y dio un fuerte pisotón. Los invitados que estaban ajenos a la discusión de pronto se callaron, seguramente su grito había tronado por toda la mansión.
— ¿Qué-habéis-hecho-con-el-PUDIN? —ahora Lady Scarlet se estaba poniendo roja mientras que era Meiling la que palidecía.
— Lo... lo dejamos donde estaba y fuimos a la cocina para intentar levantar lo que se había caído al suelo.
En ese instante, recordé cierto detalle que me había llamado la atención y una bombilla se iluminó en mi atareada mente.
— Un momento. Señorita Meiling, respóndame a una pregunta: ¿Hacia qué dirección ha dicho que se cayó el pudin?
— Hacia... delante... creo —dijo la guardiana dubitativa.
— Muy bien, ahora conteste a otra pregunta. ¿Por qué nos está mintiendo?
Meiling se quedó atónita. Puede que no esperase que la pillara, pero había una evidencia que demostraba claramente que los hechos no sucedieron tal y como nos lo estaba contando.
¿Por qué dice Hatate Holmes que el pudin no pudo caer hacia delante?
Bienvenid@ a esta historia de misterio basada en el universo de Touhou Project. Si desconoces Touhou, no te preocupes, te dejaré un enlace externo a la Wikia para que le eches un buen vistazo. A continuación te dejaré una breve descripción de los personajes que intervendrán en el Caso del Pudin Zampado.
Hatate Himekaidou - La protagonista de nuestra historia, Hatate Holmes es una reportera que decide resolver los misterios de Gensokyo para que su diario tenga más popularidad que el periódico de su enemiga de profesión Aya Shameimaru.
Reimu Hakurei - Ella es la inspectora de la Comisaría Hakurei. Allá donde se cometa un crimen ella estará allí para resolverlo. Prefiere actuar en solitario y le incomoda la participación de nuestra protagonista. Tiene una ayudante que se encarga de hacer el trabajo sucio, pero suele estar de borrachera y es difícil encontrarla sobria.
MK - Una misteriosa ladrona que usa magia para realizar sus robos. Siempre anuncia cuándo hará su próximo crimen antes de que actúe, y esta ocasión no será una excepción. La inspectora arde en deseos de atraparla un día de estos, pero siempre consigue escaparse.
Remilia Scarlet - Lady Scarlet es la señora de la Scarlet Devil Mansion. Es una vampiresa excéntrica y adora llamar la atención. En esta noche, Lady Scarlet celebrará una fiesta donde se anunciará un gran hito en la historia de Gensokyo. Lo que nadie sabe es que ésta será una larga noche...
Flandre Scarlet - La hermana menor de Lady Scarlet. Es otra vampiresa que posee peligrosos poderes, pero ahora es pacífica.
Sakuya Izayoi - La jefa de las mayordomas de la mansión. Tiene la habilidad de detener el tiempo que combina con una lluvia de cuchillos, pudiendo ser una rival mortal.
Patchouli Knowledge - Una maga que reside en la biblioteca de la Scarlet Devil Mansion. Tiene inmensos poderes mágicos y hay pocas cosas que escapen a su conocimiento.
Koakuma - La ayudante de Patchouli, una vampira de la que poco se sabe.
Hong Meiling - Alias "China", ella es la guardiana de la entrada de la mansión y la guardaespaldas personal de Lady Scarlet.
Los invitados están llegando, la fiesta va a comenzar y un crimen está a punto de ocurrir...
Capítulo 1 - Entrevista con el vampiro
El gélido viento nocturno peinaba mi cabello. Las estrellas tintineaban sobre aquella mansión, danzando al son de los violines que se escuchaban desde aquí. Acababa de llegar a la isla donde se ubica la Scarlet Devil Mansion, hogar de vampiros y peligrosos youkais. Pero esta noche nadie iba a exorcizar nada, ese trabajo fue de la inspectora hace un tiempo, los vampiros ya no eran un peligro. Lo que me traía esta noche era una invitación escrita con elegante letra:
LADY SCARLET le complace invitarle al Gran Banquete Nocturno que se celebrará en la Scarlet Devil Mansion. En esta noche especial se hará gala de un acontecimiento histórico que revolucionará al mundo entero.
Acuda con su mejor traje. Esperamos que nos honre con su presencia.
Att. R.Scarlet
No podía rechazar semejante invitación, así que vestí mi mejor indumentaria, un vestido blanco con una falda de cuadros fucsias y negros, y partí a la mansión. Desde lejos se podía distinguir la luz que salía de los enormes ventanales, era como un faro en mitad de las tinieblas. Se estaba haciendo algo tarde, la fiesta comenzaría en 5 minutos, aunque por suerte yo no llegaría tarde pues ya estaba ante la entrada y no tardaría ni 3 minutos en cruzar el jardín.
No obstante, mis cálculos no contaban con el encuentro de cierta mujer.
— Vaya, qué sorpresa encontrarla aquí, señorita Holmes.
— Lo mismo podría decir, Inspectora Hakurei.
Ella era la inspectora de la Comisaría Hakurei, la mano de la justicia en Gensokyo. Vestía su típico uniforme rojo y blanco de amplias mangas, tenía un pañuelo amarillo colgando en el cuello y hoy en lugar de su típico lazo rojo llevaba un sombrero fedora. Siempre ha tenido un gran olfato para los problemas y si ella había venido significaba que estaba en el lugar adecuado.
— Y bien, inspectora. ¿A qué se debe su llegada? Usted no es de asistir a esta clase de ceremonias.
La inspectora Hakurei se acarició el pelo azabache y, con algo de desdén, extrajo una carta de un bolsillo. Abrió el sobre y me mostró su contenido:
Tic, tac. Una luz abre la medianoche,
Un hermoso premio se mostrará al público;
pero esta noche todos se quedarán ciegos
pues hoy seré la sombra que nuble su vista.
¿Podrás ver tras mi sombra?
¿O el trofeo cegará tu raciocinio?
MK
Apenas terminé de leer la misiva, la inspectora lo guardó. Su irritación era casi palpable, llevaba años persiguiendo a la maestra del hurto, MK, y aún había sido incapaz de hacer ni un solo progreso. Con esta información no era demasiado difícil intuir la razón de su visita.
— ¡Juro por todas las Hakurei que hoy esa villana no se escapará de la ley! -sentenció la inspectora.
Estaba a punto de expresar mi opinión sobre las posibilidades de su triunfo, pero un eufórico aplauso proveniente del interior de la mansión me hizo cambiar de idea.
—La fiesta ya ha comenzado, deberíamos entrar.
Acelerando el ritmo, atravesamos la puerta de hierro "vigilada" por la durmiente guardiana de la mansión y atravesamos los jardines. Sin entrar en debate por la razón en que tengan una vigilante tan nefasta, abrimos la gran puerta de madera que daba a la mansión.
El salón estaba repleto de célebres personalidades de Gensokyo: pude reconocer a Madame Kaguya junto a su fiel consejera Eirin; allí estaban los Moriya: Sanae, Kanako y Suwako; también vi a la familia Myouren, encabezada por Byakuren... Esta fiesta sin duda había recogido a las personas y criaturas más importantes del país, no era una fiesta que pudiese entrar cualquiera; aunque me sorprendió ver algunas caras menos célebres como ciertas hadas traviesas.
El público estaba terminando de aplaudir cuando la inspectora y yo llegamos al salón. No pude detenerme a contemplar todos los ornamentos de la enorme estancia, salvo las cortinas rojas y algunas figuras doradas que me llamaron la atención. Aquí el lujo se encontraba mirases donde mirases. Subida al improvisado escenario, conformado por una sucesión de alargadas mesas, estaba una pequeña dama con alas de vampiro que llevaba un elegante vestido negro. Ella era Lady Scarlet, la dueña de la mansión. A su lado se encontraba su hermana pequeña, una niña rubia con un vestido rojo y un pañuelo amarillo parecido al de la inspectora. La diferencia más notable respecto a su hermana mayor eran sus alas; eran unas alas extremadamente delgadas, como si de alambres se tratase, y para mayor extravagancia, del "alambre" colgaban varios cristales de colores.
Las luces de la majestuosa lámpara de araña menguaron y la anfitriona empezó su discurso.
—Quiero agradecerles que hayan empleado su valioso tiempo para venir a nuestra modesta mansión y compartir con nosotras esta velada tan especial. Esta fiesta no habría sido posible sin la inestimable ayuda de nuestra querida Sakuya Izayoi. Por favor, dadle un merecido aplauso.
El público aceptó la petición, aplaudiendo a la mayordoma que se había situado en el rincón más oscuro del salón. Ella era la líder de las mayordomas que residían en la mansión. Su mayor cualidad era el dominio del tiempo, que le facilitaba a la hora de realizar las labores de mantenimiento, convirtiéndola en una pieza fundamental de la Scarlet Devil Mansion. La vampiresa de pelo azul claro prosiguió.
—Mis queridas invitadas, hoy quisiera haceros partícipes del mayor acontecimiento que los habitantes de Gensokyo hayan podido presenciar en su vida. Tras meses de esfuerzo, de estudios y de dedicación, tras decenas de fracasos y correcciones, hoy quisiera mostrarles el orgullo de la familia Scarlet.
La expectación del público crecía por momentos. Toda la atención estaba puesta sobre las dos pequeñas vampiresas y lo que ocultaban tras las cortinas rojas.
—Sostenido por la ingeniería más avanzada, enriquecido por la más sofisticada magia, os presento... ¡El pudin más grande del mundo!
Las cortinas se abrieron de par en par. Un reloj de péndulo anunció la medianoche y los repiqueteos se mezclaron con la ovación del público. La vampiresa mayor se dio la vuelta confundida por la extraña respuesta de sus invitados. ¿Dónde estaban los elogios y los aplausos? Fue entonces cuando encontró la respuesta a todas sus preguntas: el escenario estaba vacío, el pudin del que tan orgullosa estaba había desaparecido.
La furia abrumó a la vampiresa quien se dirigió al público perdiendo la refinada compostura que había mantenido durante toda la ceremonia.
—¿Quién ha sido? ¿Quién se ha llevado el pudin? —obviamente, no obtuvo respuesta — ¡Sakuya! ¡Cierra puertas y ventanas! ¡Nadie saldrá de aquí hasta que se descubra a la culpable de tamaña artimaña!
Al unísono, todas las puertas y ventanas del edificio se cerraron con seguro como si se tratara de una casa encantada. No tardó en llegar la conmoción y las protestas entre el público. El salón se había convertido en un caos, mientras que la ladrona reía allá donde estuviera. Pero hoy no se escapará indemne, ¡pues Hatate Holmes desenmascarará a la culpable!
¿Cómo pudo Sakuya cerrar todas las puertas y ventanas de golpe?
Capítulo 2 - Nadie escapa de la mansión escarlata
Nos acabábamos de convertir en prisioneras de la vampiresa Lady Scarlet indefinidamente, hasta que se encontrase a la culpable de tan absurda fechoría. ¿A quién le importaba un pudin habiendo infinidad de joyas y objetos valiosos que robar? ¿Realmente éste era el objetivo de la infame MK o solo sería una maniobra de distracción? En cualquier caso, me estaba enfrentando a un robo auténtico y aunque yo considerase estúpido preocuparse por esto, la dueña de la mansión no opinaba lo mismo.
Era evidente que la primera reacción que tendrían las desafortunadas invitadas era lanzar protestas hacia la anfitriona, quien intentaba mantener la calma sin mucho éxito. La presión empezaba a aumentar y el ambiente se iba caldeando por momentos.
— ¡Lady Scarlet! ¡No hemos hecho nada! ¡Sáquenos de aquí! —gritaban algunas hadas civiles preocupadas.
— ¡Estúpido parásito! ¡Como no abras ahora mismo la maldita puerta pienso quemar esta mansión hasta los cimientos! —profirió airada la pirómana Mokou.
— Si nos quedamos aquí demasiado tiempo no podré garantizar que mis chicas se comporten como es debido durante toda la noche... —amenazó Kanako "Moriya".
En cualquier momento, todo el público se abalanzaría sobre las vampiresas y el caos asolaría el salón. Parecía que todo estaba a punto de estallar cuando una fuerte bocanada de aire azotó a todos los presentes, haciendo que algunos pierdan el equilibrio. Cuando amainó el tornado, una mujer de piel pálida y vista cansada entró por la puerta que daba a un pasillo que se dirigía al Ala Este de la mansión.
— Quieto todo el mundo, nadie tiene por qué salir herido. A ninguna de de las presentes les hará bien alguno enfrentarnos entre nosotras, solo sería beneficioso para la culpable de este incidente. Os ruego que mantengan la calma hasta que se resuelva este asunto. Si de verdad quieren salir de aquí, sería de agradecer que colaborasen con la investigación -soltado el discurso, la extraña mujer regresó por donde vino.
Como si acabasen de anestesiar a toda la sala, las quejas cesaron y no se volvió a oír ni una sola amenaza más. Por fin la escena del crimen se había estabilizado, estaba en condiciones óptimas para que pudiese comenzar con mi investigación. Era el momento de que entrase en acción... o no. Cierta inspectora se cruzó en mi camino, echándome una desafiante mirada en un intento de intimidarme.
— Sin duda alguna todo esto es obra de MK. ¡Pero ha sido descuidada tratando de aislarnos aquí! ¡Ahora ella también está encerrada con nosotras y no tendrá donde esconderse!
Se la veía tan animada que me daba pena desilusionarla, pero no es bueno dejar que la gente viva en la mentira y acababa de decir una enorme incoherencia que solo podría haber cometido alguien que no ha estado presente durante los hechos.
— Inspectora Hakurei, me sorprende que diga que su deseada malhechora haya sido quien nos ha encerrado. ¿No ha prestado la suficiente atención como para oír la orden que recibió la sirvienta Sakuya de Lady Scarlet?
— Así es, pero es imposible que fuese ella quien cerrase todas las vías que daban al exterior. ¡No se movió ni un ápice de su sitio!
— ¡Oh, sí que lo hizo! ¡Por supuesto que lo hizo! —mi sorpresa no era que se desconociese la razón por la que la mayordoma fuese capaz de atrancar puertas y ventanas, sino que fuese ELLA la que desconociera este hecho—. Verá, no se puede considerar todo lo que ven los ojos como la absoluta verdad, hay cosas que solo la visión de la mente es capaz de ver y comprender, así mismo es imposible que sus ojos pudiesen ver a Sakuya acatando la orden de Lady Scarlet porque fue un suceso espontáneo —cuando abrió los ojos supe que ella ya sabía adónde quería llegar. Noté que se estaba mordiendo el labio inferior, clara señal de que se arrepentía de haber cometido un error tan elemental—. Así es, parece haber olvidado que la sirvienta de la vampiresa tiene la habilidad de detener el tiempo, por lo que no era ningún problema tapiar cualquier salida antes de que el público pudiese reaccionar.
La inspectora comenzó a irritarse ante tan vergonzosa derrota. Parecía increíble que aquella persona quien se enfrentó y venció a Sakuya Izayoi en el pasado haya olvidado algo tan importante. Su cara comenzó a adquirir la misma tonalidad que la de su uniforme y, antes de estallar, me dio una advertencia.
— Escuche, Holmes. Esa rata ladrona está arrinconada y no pienso dejar que se escape esta noche, así que usted se ocupará de mantenerse alejada y no interferir en mis asuntos. ¿Ha quedado claro o debería arrestarla por obstrucción a la autoridad?
— No se preocupe, inspectora. Me ha quedado bastante claro. Hay otro crimen que requiere mi atención, usted siga cazando ratas. No debería "perder el tiempo" conmigo —dije finalizando con un tono sarcástico.
La inspectora Hakurei me lanzó una mirada digna de una asesina en serie y se marchó del salón. Ahora que todos los obstáculos habían desaparecido, podía centrarme en el caso que me aguardaba. Durante mi conversación con la inspectora los invitados se habían dispersado por la mansión; los que aún seguían aquí, que era la enorme mayoría, se habían sentado tranquilamente para charlar, sin mostrar indicio alguno de que pensasen contribuir con la investigación.
Puesto que era simplemente absurdo interrogar a cualquier invitado, decidí dirigirme directamente hacia Lady Scarlet, la organizadora de este evento. Lady Scarlet estaba en el lugar donde supuestamente habría estado el pudin gigante, regañando a voces a sus empleadas, incluida Sakuya.
— ¿Cómo ha podido desaparecer la estrella de nuestra fiesta? ¡Qué vergüenza! ¡Qué bochorno! ¿Cómo podéis explicar que algo TAN grande haya desaparecido sin más? ¿Es que estabais echándoos la siesta o estabais vagueando como siempre? —las sirvientas se miraron unas a otras con arrepentimiento, me daba la sensación de que las palabras de su jefa no iban muy desencaminadas—. De vosotras me podría esperar semejante decepción, ¿pero tú, Sakuya? ¡No es propio de ti!
— Le doy mis más sinceras disculpas, Lady Scarlet. Esta negligencia es imperdonable, aceptaré el castigo que considere oportuno —la respuesta de su fiel mayordoma no satisfacía completamente a su señora.
— Da igual, el caso es que nuestro pudin ha desaparecido y con castigos no se resolverá nada. Si tan arrepentidas estáis, empezad a buscar a nuestra ladrona.
— Sí, mi Señora —respondieron las sirvientas a coro antes de dispersarse en todas las direcciones.
Cuando todas las sirvientas desaparecieron, Lady Scarlet suspiró y acarició el pelo de su hermanita.
— Nuestra magnífica noche se ha ido al traste... Me temo que tu hermana ha vuelto a fracasar.
— No te pongas triste, Remi, seguro que Sakuya encontrará a la culpable en menos que canta un youkai —consolaba la pequeña vampiresa.
En ese momento, las dueñas de la mansión se percataron de mi presencia e interrumpieron su momento fraternal.
— ¿Quién demonios eres? ¿No deberías estar fuera del escenario junto con los demás invitados resolviendo el crimen o riéndote de nuestro patético acto?
Eché un vistazo a las mesas de los invitados, reían con mucho entusiasmo, una reacción bastante extraña dada la situación. Las palabras de Lady Scarlet parecían ser ciertas a menos que se hubiese puesto de moda contar algún chiste sobre pudins y no me haya enterado.
— Perdone mi maleducada intromisión, Lady Scarlet. Creo que aún no me he presentado, soy Hatate Holmes, detective de Gensokyo y encargada del diario Kakashi Spirit News. A su servicio —saludé con una reverencia.
Como es propio de la gente de alta alcurnia, devolvió mi saludo con su respectiva reverencia.
— Disculpa mis modales, son momentos tensos. A veces es difícil mantener la compostura en ciertas circunstancias. Soy Lady Scarlet, dueña de la Scarlet Devil Mansion, y ésta de aquí es mi hermana pequeña Flandre Scarlet —cuando la nombró hizo una reverencia imitando a su hermana—. Bien, usted es detective, he de suponer que está aquí para investigar el crimen.
— Así es, pero antes de empezar a inspeccionar la escena me gustaría saber cuándo fue la última vez que vio su... pudin gigante —aún me costaba creer que todo este revuelo se debiese a un dichoso pudin.
— Vamos a ver... Estaba recibiendo a las primeras invitadas cuando Sakuya me avisó de que el pudin ya estaba listo para ser transportado al escenario. Pero no lo llegué a ver, mandé a la guardiana y a Flandre para que lo fuesen trayendo. Cuando la guardiana me confirmó que el pudin ya estaba preparado, le ordené que volviese a su puesto y Flandre se quedó conmigo recibiendo al resto de invitadas. ¡Tuvo que ser en ese momento cuando robaron mi orgullo!
No necesitaba realizar una investigación exhaustiva de la impoluta escena del crimen para comprobar que en su testimonio había una evidente incoherencia.
— Lady Scarlet, comprendo que sus palabras no tienen intención de mentirme, pues no ganaría nada con eso, pero temo que hay algo de lo que ha dicho que no es cierto -las dos vampiresas se miraron confusas-. El pudin no fue robado en el escenario, es más, nunca llegó a subir a tal sitio.
¿Cómo sabe Hatate Holmes que el pudin no llegó a subir al escenario?
Capítulo 3 - Mucho sueño en una noche de verano
— ¡Eso es imposible! ¿En qué se basa para hacer tal afirmación?
Lady Scarlet aún no daba crédito a lo que le estaba diciendo, aunque es muy posible que su estupefacción se deba principalmente a que se estaba reprochando que no hubiese barajado esa posibilidad. Con el poco tiempo que he estado hablando con la dueña de la mansión, he observado que es más perspicaz de lo que aparenta. Podría ser una buena detective.
— Contemple con atención el escenario, más concretamente su superficie. ¿No nota nada raro? —yo me quedé en el sitio mientras Lady Scarlet miraba más de cerca el suelo e incluso lo palpaba.
— No veo nada fuera de lo normal. El suelo está impecable y por tener no tiene ni una mota de polvo. Sakuya siempre hace extraordinariamente bien su labor, por eso confío tanto en ella.
— Y por eso mismo estoy segura de que el pudin gigante no subió al escenario. Permítame preguntarla, solo para asegurarme. ¿Cómo de grande es nuestro pudin? —una sonrisa orgullosa afloró en el rostro de la vampiresa.
— Enorme, más grande que un humano de estatura media. ¡Si estirabas los brazos ni siquiera podías rodearlo!
— Entonces no me cabe la menor duda de que para transportarlo necesitaríais la ayuda de algún tipo de carro u objeto similar. ¿Correcto?
— Así es, ¿pero qué más da eso?
— Importa mucho. Acaba de decir que el suelo está totalmente impoluto, así mismo tampoco hay ningún rastro de huellas de zapatos ni de ruedas por el escenario, en un suelo tan limpio cualquier mancha habría sido notoria. Por eso mismo estoy tan convencida de que nadie ha pisado este lugar hasta que llegamos nosotras.
Mi interlocutora entendió mi explicación, pero no parecía convencida del todo.
— Pero no tiene por qué haber dejado nadie huella alguna. Esta noche fuimos especialmente concienzudas con la limpieza y pusimos esmero en no dejar ni una pelusa en el escenario ni en cualquier utensilio que usasen las sirvientas, incluso las obligué a que lustrasen sus zapatos.
— Y no lo niego. Sin embargo, ¿limpió absolutamente toda la mansión? Estoy convencida de que tuvieron que hacer un buen trayecto desde la cocina hasta aquí y algo acabaríais arrastrando. No tiene por qué ser una mancha intensa, solo el simple hecho de empujar el carro arrastra suciedad y en otras circunstancias no se habría notado, pero en un suelo tan limpio como éste llama bastante la atención -la vampiresa se quedó pensativa, ahora se la veía más convencida.
— Puede que tenga razón, en estas circunstancias es extraño no encontrar ninguna huella. Además, el pudin llevaba bastante caramelo y casi con toda seguridad se habría vertido alguna gota en el suelo, por mucho cuidado que llevasen —después de autoconvencerse definitivamente, me echó una mirada y sonrió de forma que podía ver uno de sus blancos colmillos—. Creo que es usted la única persona de esta sala en la que realmente puedo confiar este caso. Ahora que sabemos que mi pudin no llegó a su destino, tengo ligeras sospechas que me decepcionan...
Lady Scarlet se dirigió hacia su hermana, quien había estado escuchando la conversación en absoluto silencio. Flandre dio un paso hacia atrás y dejó entrever la sorpresa en su mirada.
— ¡Yo no me he comido el pudin! ¡Lo juro!
— ¿Entonces dónde está el carro, Flan? ¡Os encargué a ti y a China que lo trajeseis! ¡Sois las últimas que lo visteis! ¿Dónde está? —Lady Scarlet se estaba poniendo cada vez más furiosa, hasta el punto de que se había acercado hasta su hermana y parecía que en cualquier momento iba a saltar sobre ella. Viendo el pánico en los ojos de la pequeña, intervine.
— Flandre no es la única que transportó el pudin, esa tal China también estuvo ayudando. Lo mejor sería que viniese aquí e hiciese su declaración junto con tu hermana. Así ahorraremos tiempo.
Mis palabras parecieron calmarla. Se acomodó el vestido y se alejó un paso de Flandre.
— Está bien, llamaré inmediatamente a China y cuando venga aclararemos de una vez todo este asunto.
Lady Scarlet se dirigió al salón y llamó a la primera sirvienta que se cruzó en su mirada. A gritos ordenó que trajesen a Hong Meiling sin demora. La intimidada sirvienta salió a toda prisa antes de que ciertas amenazas que prefiero omitir se hiciesen realidad. Tardaron cerca de 10 minutos hasta que volvieron con la mujer a la que llamaban "China".
— ¿Por qué habéis tardado tanto?—preguntó exaltada Lady Scarlet.
— Siento la tardanza, la señorita Meiling se encontraba fuera de la mansión y tuve que llamar a Sakuya para que saliese y volviese a entrar sin que se escapase ninguno de los invitados, tal y como ordenó —se excusó la atemorizada sirvienta.
Ciertamente, para salir de la mansión se necesitaría desbloquear la puerta y dado que eso podría haber hecho que los invitados quisieran salir en estampida, era una idea sensata dejar este trabajo de nuevo a Sakuya quien podría hacerlo sin que pasase ni un solo segundo. Hablando de ella, no la veía por ningún lado. Imaginé que, con el caos que estaba originando la situación, estaría siendo una noche muy agitada para todo el personal de la mansión. La sirvienta se retiró, dejando a nuestra primera sospechosa a solas. Era una mujer alta, pelirroja, cintura estrecha, piernas fornidas y piel tersa. Su uniforme estaba compuesto de un vestido oriental verde con una boina del mismo color con una delgada placa metálica en forma de estrella. Me fijé que en la parte frontal de la boina tenía algunas manchas de color marrón oscuro, posiblemente pertenecientes al estampado del vestido, aunque las encontraba extrañas. Lo cierto es que ya la había visto en algún lado y muy recientemente. Un improvisado bostezo me ayudó a identificarla: se trataba de la guardiana de la mansión que vi antes de entrar. No parecía ser el tipo de persona activa que sería capaz de realizar tanto esfuerzo para comerse un simple pudin, pero no podía empezar a descartar sospechosos por las apariencias.
— ¡Uuaaah! Esto... ¿Me llamaba, Remilia? —decía la guardiana con voz somnolienta.
— ¿Cuántas veces tengo que decirte que dejes de usar mi verdadero nombre? Da igual, hay cosas más importantes de las que hablar —ahora se dirigió a mí para presentármela—. Esta perezosa es Hong Meiling, la vigilante de la entrada de la Scarlet Devil Mansion; aunque muchas de aquí la apodan "China" —acabada la presentación, volvió a ponerse seria—. Bien, Meiling. ¿No te pedí que llevases el pudin al escenario?
— Así es, señorita Remilia. Tal y como ordenaste, lo traje en un periquete. Fue pim, pam, dicho y hecho. ¡Uuaaaah!
La desidia que estaba mostrando la guardiana empezaba a irritar a su jefa, quien no estaba para que pusiesen a prueba su paciencia.
— ¿Ah, sí? ¡Entonces explícame por qué el pudin ha desaparecido!
De pronto, como si hubiese sonado la alarma, Meiling se despertó y se puso nerviosa. En vista de que no parecía que supiese qué decir, Flandre decidió explicar por fin lo sucedido.
— Cuando veníamos de camino, tuvimos un accidente con el pudin y tuvimos que regresar a la cocina, dejando sólo el pudin. Cuando regresamos, el carro ya había desaparecido. ¡Perdóname, hermanita! —Flandre empezó a llorar y su hermana la abrazó para consolarla.
— Está bien, tú no has tenido la culpa de que desapareciese el pudin. Sin embargo... —Lady Scarlet miró amenazadoramente a Hong Meiling—. ¿De qué accidente estáis hablando?
Flandre dejó de llorar y miró a Meiling quien le devolvió la mirada. China respondió a la pregunta como si estuviese a punto de decir sus últimas palabras.
— Íbamos por el corredor del Ala Este, tropezamos con la pata de un mueble, el carro se volcó hacia delante y el pudin se... cayó.
Al oír estas palabras, Lady Scarlet palideció completamente. No imagino el esfuerzo que estaría haciendo para no ponerse histérica. Lo que me sorprendía es que esta mujer no haya sido despedida todavía, no tenía ninguna cualidad para desempeñar su trabajo. China levantó los brazos para defenderse de cualquier cosa que pudiese hacer la señora de la mansión.
— ¿Que se ha... qué? —dijo la enfurecida vampiresa con el puño apretado.
— Ca... caído, Remi... Lady Scarlet.
Remilia dejó escapar un grito de furia y dio un fuerte pisotón. Los invitados que estaban ajenos a la discusión de pronto se callaron, seguramente su grito había tronado por toda la mansión.
— ¿Qué-habéis-hecho-con-el-PUDIN? —ahora Lady Scarlet se estaba poniendo roja mientras que era Meiling la que palidecía.
— Lo... lo dejamos donde estaba y fuimos a la cocina para intentar levantar lo que se había caído al suelo.
En ese instante, recordé cierto detalle que me había llamado la atención y una bombilla se iluminó en mi atareada mente.
— Un momento. Señorita Meiling, respóndame a una pregunta: ¿Hacia qué dirección ha dicho que se cayó el pudin?
— Hacia... delante... creo —dijo la guardiana dubitativa.
— Muy bien, ahora conteste a otra pregunta. ¿Por qué nos está mintiendo?
Meiling se quedó atónita. Puede que no esperase que la pillara, pero había una evidencia que demostraba claramente que los hechos no sucedieron tal y como nos lo estaba contando.
¿Por qué dice Hatate Holmes que el pudin no pudo caer hacia delante?
Capítulo 4 - El pudin siempre llama tres veces
La guardiana estaba muy nerviosa, miraba a ambos lados como si estuviese buscando alguna salida por donde escapar, pero aunque lo hiciese no podría salir de la mansión y la acabaríamos atrapando. Si la conseguía presionar más, solo un poco más, estaba segura de que cantaría todo lo que supiese y estaría más cerca de descubrir la identidad de la ladrona del pudin.
— Desde que la vi me llamó la atención la gorra que lleva puesta. Al principio pensé que se trataba del propio estampado del uniforme, pero dado a la irregularidad de las manchas y que el resto del vestido no presenta nada similar, comencé a sospechar. Ésto sumado a su declaración me lleva a la inequívoca conclusión de que el pudin no se cayó hacia delante, sino más bien todo lo contrario: se cayó hacia atrás, es decir, sobre usted.
China se sobresaltó nada más terminar de explicar mi deducción y se echó las manos a la manchada boina, debía de estar en lo cierto. Su nerviosismo se acrecentaba por momentos, ya casi la tenía. Sin embargo, Meiling no se rendiría sin luchar.
— Pero... pero... ¿En qué te basas para decir eso? ¡Estas manchas podrían ser de cualquier cosa, como...! ¡Como de café! ¡Eso es, podría ser café!
— No, estoy convencida de que fue el caramelo del pudin, y para no dejar dudas al respecto les explicaré qué fue exactamente lo que pasó —Lady Scarlet me miró con interés mientras que China tragaba forzosamente temiendo lo peor: la verdad—. Durante todo el camino desde la cocina hasta el escenario habéis tenido el pudin delante vuestra, oliéndolo, viendo su suculento aspecto. En algún momento del trayecto no pudiste resistirte más y caíste en la tentación de probarlo, seguramente con las manos pues no tenías ningún utensilio en aquel momento. Empezaste a coger varios trozos del pudin esperando que nadie lo notase, o que al menos no les importase; no obstante, no habías tenido en cuenta que si cogías del mismo lado el pudin se acabaría volcando por su propio peso. La zona más lógica desde donde lo habrías comido sería desde donde estabas empujando el carro, y si comprobáis a comeros cualquier pudin y quitarle una parte de la base podréis ver que el pudin se cae hacia esa dirección. Por lo tanto, el pudin no cayó hacia delante como decías, sino que cayó sobre usted, provocando las manchas que ahora mismo expone su gorro.
Hong Meiling se rompió por semejante ataque, podía enorgullecerme de haber dado en el clavo. Pero esta etapa del caso parecía no haber terminado, pues me rebatió la persona que menos esperaba que lo hiciese.
— Ha sido una teoría fascinante, pero hay algo que no me cuadra en todo esto —Lady Scarlet pensó durante un segundo las palabras exactas que usaría para formular su pregunta—. Si realmente el pudin se cayó sobre China, ¿por qué solo está manchado su gorro y no el resto del vestido? Por el tamaño del pudin, habría quedado totalmente enterrada.
Por lo visto, Lady Scarlet era el tipo de persona que no le gustaba dejar ningún cabo suelto, cosa que me agradaba bastante. Sin embargo, aquella pregunta era mucho más fácil de resolver una vez averiguada la primera incógnita.
— Concuerdo con su pregunta, pero todo tiene una explicación. Cuando cayó el pudin, la señorita Meiling tuvo que quedarse enterrada por la montaña de pudin y el traje tuvo que calarse de caramelo de arriba a abajo. Por eso mismo para ocultar las pruebas, China, acompañada de Flandre, se fueron al baño o a alguna sala que uséis de lavandería para limpiar el vestido y después se iría a su habitación para cambiarse de ropa. ¿Pero por qué no se cambió el gorro? Aquí me encuentro con dos posibilidades: o bien no se dio cuenta de que el gorro también se había manchado y debía cambiárselo para no evitar sospechas, o bien no tenía más gorros y prefirió ir con el que tenía manchado a ir sin ninguno, lo que probablemente levantaría más sospechas. ¿Estoy en lo cierto, Hong Meiling?
La guardiana se dejó caer al suelo, abatida por la absoluta derrota; pero su reacción fue inesperada. En lugar de salir corriendo, enfadarse o atacarnos como solían hacer los criminales cuando eran descubiertos, se arrodilló frente a Lady Scarlet y se puso a llorar.
— ¡Buaaah! ¡Perdóname, Remilia! ¡Solo quería probar un poquito! ¡No era mi intención cargarme tu obra maestra! ¡No me despidas, por favor! ¡Buaaah! —suplicaba China secándose las lágrimas en el vestido de su jefa.
Lady Scarlet miró a su subordinada con una mezcla de furia, resignación y lástima; era la mirada propia de una madre. Se agachó hasta que se quedó a la altura de Meiling y le acarició la cabeza.
— Ya está, no pasa nada... Has dicho la verdad, eres una buena chica. No llores más —consolaba Lady Scarlet como si estuviese acunando a su hija.
China se frotó los ojos y contempló a su señora. En su alma sentí que había crecido el arrepentimiento, ambas se abrazaron creando una entrañable escena. Lady Scarlet posó su cabeza en uno de los hombros de la guardiana y con suavidad y dulzura le susurró algo.
— Pero tu falta me ha dejado en evidencia. Me pregunto qué castigo debería decirle a Sakuya que te imponga...
China se quedó aterrorizada y toda la ternura desapareció de un porrazo. Dejaron de abrazarse y Meiling se levantó. Acababa de recobrar la compostura a la fuerza, observada por el escalofriante semblante de Lady Scarlet. Por otro lado, Flandre miraba a las dos con cierta preocupación, no sé si temía por la guardiana o por que su hermana decidiese extender el castigo a ella también.
— Muchas gracias, señorita Holmes —me agradeció Lady Scarlet—. Sin usted no podría haber resuelto quién había destrozado mi maravilloso pudin. Ahora...
— ¡Espere un momento! —no podía dejar que continuase, se estaban dando por hecho demasiadas cosas. El gesto de todas las presentes se torció al interrumpir—. No he dicho en ningún momento que ella haya sido quien robó el pudin. No cabe ninguna duda que comió parte del pudin y lo destrozó, pero nos estamos olvidando de algo muy importante. ¿Qué pasó con el carro que llevaba el resto del pudin?
Entre mis oyentes hubo muchas caras largas, todas pensaban que ya se había resuelto todo, pero estábamos muy lejos de terminar.
— Ya hemos confesado la verdad, ¿no es suficiente con que China sea castigada? —protestó Flandre.
— No son los castigos los que me complacen, sino la verdad, y aún no la hemos hallado. Señorita Meiling, ¿sería tan amable de relatarnos todo lo que vio?
— Es... está bien. Iba transportando el pudin cuando...
— No, desde el principio —interrumpí a la guardiana.
— ¿Eh? Vale, el principio... ¿Desde que recogimos el pudin?
— Incluido, quiero saber si ocurrió algo más en la cocina.
— ¿En la cocina? No, te equivocas. El pudin no lo recogimos en la cocina.
No esperaba que en este punto me sorprendieran, pero lo consiguieron. Había dado por hecho que el pudin fue transportado desde la cocina hasta el escenario, pero si no fue así nos encontrábamos ante un nuevo abanico de posibilidades.
— ¿Entonces dónde lo recogisteis? Por favor, cuéntemelo todo al detalle.
— De acuerdo —Meiling se acarició el pelo y miró ligeramente hacia arriba, señal de que estaba tratando de rememorar los acontecimientos—. Remilia nos mandó a Flandre y a mí que transportásemos el pudin al escenario. Ya sabíamos dónde se encontraba, así que nos dirigimos directas a la biblioteca.
— Disculpe, ¿ha dicho la biblioteca?
— Así es. Cuando se cocinó el pudin, Sakuya y otras sirvientas se llevaron el postre a la biblioteca para que Patchouli revisara que la elaboración se realizó debidamente —explicó Meiling, causando que afloraran en mí decenas de incógnitas.
— ¿Quién es Patchouli?
— Ella es la maga de la mansión, la representación de la sabiduría de la familia Scarlet —me explicó Lady Scarlet.
— Exacto, fue ella quien investigó la receta del pudin gigante —añadió Flandre.
— Entiendo. ¿Y dónde podría encontrarla?
— Patchy siempre se queda encerrada en su biblioteca, nunca sale a menos que ocurra algo importante —respondió Hong Meiling.
Aquello me parecía muy raro. Si solo sale cuando sucede algo importante, ¿por qué no había aparecido ahora que se había cometido un robo? En ese momento pensé que sería muy buena idea hacerla una visita cuando terminase en el salón.
— De acuerdo, prosiga con su declaración, por favor.
— Uy, pues no recuerdo muy bien por dónde iba —dijo Meiling pensativa.
— La biblioteca... —le chivó Flandre suspirando.
— Ah, sí, eso. La biblioteca. Fuimos allí para recoger el pudin y lo llevamos por el corredor del Ala Este, volvimos por el corredor principal y allí... —Meiling se sonrojó—. Y allí fue donde me comí el pudin. El resto ya lo sabéis.
— No, no lo sabemos. Por favor, continúe —instigué, pues aún no se había detallado sobre cómo y en qué condiciones desapareció el carro con el pudin.
— Bueno... vale. Cuando me comí el pudin y se cayó sobre mí, Flandre me recomendó que dejase mi ropa en la cocina y que me cambiase. Primero subí a mi habitación para cambiarme de ropa y luego llevé mi vestido sucio a lavar. Cuando volvimos al corredor principal descubrimos que el carro ya había desaparecido. Como no sabíamos qué hacer, dejamos las cosas estar y cada una siguió como si ya estuviese el trabajo hecho.
— Es decir, una vez abandonasteis el pudin, no volvisteis a verlo.
— Así es —contestó Flandre apenada.
Esto descartaba de momento a China y a Flandre como sospechosas, salvo si las dos estaban mintiendo. A falta de más pruebas, me limité a creerlas y procedí con la siguiente etapa de la investigación.
— Muy bien, en ese caso deberíamos hablar con la señorita Patchouli.
Lady Scarlet estuvo de acuerdo conmigo. Flandre y China pidieron permiso para irse, pero la vampiresa se negó.
— Hasta que no se aclare lo que ha pasado os quiero tener bien cerquita. Consideradlo como la primera parte de vuestro castigo.
Entre quejidos, las cuatro nos dirigimos a la biblioteca. Salimos del elegante salón por el corredor principal. Mientras paseábamos por la mansión me fijé que todas las paredes interiores estaban recubiertas por mármol rosado y la fantasmagórica luz que emitían las lámparas las dotaba de una tonalidad escarlata. Pero no solo la extraña luz aportaba a la singular atmósfera de la mansión, los relieves de las columnas de estilo victoriano junto con la esplendorosa alfombra de terciopelo rojo que recubría la mayoría del suelo del corredor ofrecían un panorama singular. Claro que ésta no era una mansión cualquiera, era la mansión de unas vampiresas.
Durante el recorrido, Lady Scarlet me explicó la distribución de la mansión como si de una guía turística se tratase.
— Partiendo desde el salón del sur, que hace las veces de vestíbulo, tenemos este elegante corredor principal que divide la mansión en dos. Por un lado tenemos el Ala Oeste, donde se encuentran la cocina, las salas donde mis sirvientas hacen sus tareas (que no tengo muy claro cuáles son, pero las hacen) y los dormitorios, incluidas mis dependencias privadas. En el otro lado está el Ala Este, desde donde se puede ir a la biblioteca y al sótano.
— ¿Y qué hay en el sótano? -inquirí con suma curiosidad.
— Allí... —hizo una pausa—. No me mire mal, pero resulta que allí es donde...
De pronto vimos algo que hizo que detuviésemos la conversación. A unos metros delante nuestra se hallaba una notable mancha oscura en mitad de la alfombra. De la mancha partían dos líneas del mismo color que continuaban recto hasta el final del pasillo.
— ¡Oh! ¡Ahora me acuerdo! ¡Aquí fue donde se nos cayó el pudin! —exclamó Meiling posando un puño sobre la palma de la otra mano.
Con que ésa era la verdadera escena del crimen... Valía la pena pararse un momento para examinarla. La mancha estaba muy seca, de hecho estaba demasiado difuminada para el poco tiempo que había pasado y tratándose de caramelo no podía haberlo absorbido todo la alfombra. Solo cabía una posibilidad.
— Esta mancha ha sido limpiada. El criminal volvió a la escena del crimen para borrar las pruebas; pero no consiguió eliminarlas del todo, así que intentó quitarlas todo lo que pudo. Aunque por desgracia para la culpable, la mancha sigue quedando lo suficientemente visible como para poder ayudarnos. Gracias a ella podremos saber hacia dónde se dirigió nuestra ladrona.
— ¿Y cómo vas a hacerlo? —preguntó Flandre.
— Siguiendo el rastro —dije mientras señalaba el rastro de caramelo.
Con el corazón en la mano, rezando por que el rastro aclarase alguna cosa, seguimos hasta el final del corredor. Sin embargo, no solo no pudimos solventar nuestras dudas sino que todo se complicó todavía más.
— ¿Qué demonios significa esto? —expresó Lady Scarlet con la misma confusión que el resto de nosotras.
En la encrucijada no había uno, sino tres rastros distintos que formaban un triángulo de lados curvos: uno partía desde nuestra posición hacia el pasillo que daba al Ala Este, otro partía también desde nuestra posición hasta el pasillo del Ala Oeste y otro que iba de un ala a otra.
— ¿Cómo encontraremos así a la culpable? —se cuestionó Meiling que parecía haber perdido la esperanza de un plumazo.
Sin hacer caso a las quejas de Meiling ni a las maldiciones de Lady Scarlet, escudriñé el estado de los rastros. El rastro que llevaba al pasillo de la izquierda era muy irregular y había zonas donde el rastro era discontinuo. Pasando al siguiente rastro que tenía más cerca, las líneas de caramelo que iban de un ala a la otra eran completamente continuas y rectas; pero noté que eran ligeramente más anchas que la anterior y a mitad de camino parecía haber una amplia mancha, aunque no tan grande como la mancha de origen. Por último, el rastro que iba del pasillo de la derecha al corredor principal era también continuo y regular, pero era el más seco de todos. Terminé de recorrer el triángulo caramelizado y volví al punto de origen.
— ¿Y bien? ¿Qué has averiguado? —interpeló con impaciencia Lady Scarlet.
— Que deberíamos hablar con la señorita Patchouli inmediatamente.
¿En qué se basa Hatate Holmes para decidir ir a hablar con Patchouli?
— Desde que la vi me llamó la atención la gorra que lleva puesta. Al principio pensé que se trataba del propio estampado del uniforme, pero dado a la irregularidad de las manchas y que el resto del vestido no presenta nada similar, comencé a sospechar. Ésto sumado a su declaración me lleva a la inequívoca conclusión de que el pudin no se cayó hacia delante, sino más bien todo lo contrario: se cayó hacia atrás, es decir, sobre usted.
China se sobresaltó nada más terminar de explicar mi deducción y se echó las manos a la manchada boina, debía de estar en lo cierto. Su nerviosismo se acrecentaba por momentos, ya casi la tenía. Sin embargo, Meiling no se rendiría sin luchar.
— Pero... pero... ¿En qué te basas para decir eso? ¡Estas manchas podrían ser de cualquier cosa, como...! ¡Como de café! ¡Eso es, podría ser café!
— No, estoy convencida de que fue el caramelo del pudin, y para no dejar dudas al respecto les explicaré qué fue exactamente lo que pasó —Lady Scarlet me miró con interés mientras que China tragaba forzosamente temiendo lo peor: la verdad—. Durante todo el camino desde la cocina hasta el escenario habéis tenido el pudin delante vuestra, oliéndolo, viendo su suculento aspecto. En algún momento del trayecto no pudiste resistirte más y caíste en la tentación de probarlo, seguramente con las manos pues no tenías ningún utensilio en aquel momento. Empezaste a coger varios trozos del pudin esperando que nadie lo notase, o que al menos no les importase; no obstante, no habías tenido en cuenta que si cogías del mismo lado el pudin se acabaría volcando por su propio peso. La zona más lógica desde donde lo habrías comido sería desde donde estabas empujando el carro, y si comprobáis a comeros cualquier pudin y quitarle una parte de la base podréis ver que el pudin se cae hacia esa dirección. Por lo tanto, el pudin no cayó hacia delante como decías, sino que cayó sobre usted, provocando las manchas que ahora mismo expone su gorro.
Hong Meiling se rompió por semejante ataque, podía enorgullecerme de haber dado en el clavo. Pero esta etapa del caso parecía no haber terminado, pues me rebatió la persona que menos esperaba que lo hiciese.
— Ha sido una teoría fascinante, pero hay algo que no me cuadra en todo esto —Lady Scarlet pensó durante un segundo las palabras exactas que usaría para formular su pregunta—. Si realmente el pudin se cayó sobre China, ¿por qué solo está manchado su gorro y no el resto del vestido? Por el tamaño del pudin, habría quedado totalmente enterrada.
Por lo visto, Lady Scarlet era el tipo de persona que no le gustaba dejar ningún cabo suelto, cosa que me agradaba bastante. Sin embargo, aquella pregunta era mucho más fácil de resolver una vez averiguada la primera incógnita.
— Concuerdo con su pregunta, pero todo tiene una explicación. Cuando cayó el pudin, la señorita Meiling tuvo que quedarse enterrada por la montaña de pudin y el traje tuvo que calarse de caramelo de arriba a abajo. Por eso mismo para ocultar las pruebas, China, acompañada de Flandre, se fueron al baño o a alguna sala que uséis de lavandería para limpiar el vestido y después se iría a su habitación para cambiarse de ropa. ¿Pero por qué no se cambió el gorro? Aquí me encuentro con dos posibilidades: o bien no se dio cuenta de que el gorro también se había manchado y debía cambiárselo para no evitar sospechas, o bien no tenía más gorros y prefirió ir con el que tenía manchado a ir sin ninguno, lo que probablemente levantaría más sospechas. ¿Estoy en lo cierto, Hong Meiling?
La guardiana se dejó caer al suelo, abatida por la absoluta derrota; pero su reacción fue inesperada. En lugar de salir corriendo, enfadarse o atacarnos como solían hacer los criminales cuando eran descubiertos, se arrodilló frente a Lady Scarlet y se puso a llorar.
— ¡Buaaah! ¡Perdóname, Remilia! ¡Solo quería probar un poquito! ¡No era mi intención cargarme tu obra maestra! ¡No me despidas, por favor! ¡Buaaah! —suplicaba China secándose las lágrimas en el vestido de su jefa.
Lady Scarlet miró a su subordinada con una mezcla de furia, resignación y lástima; era la mirada propia de una madre. Se agachó hasta que se quedó a la altura de Meiling y le acarició la cabeza.
— Ya está, no pasa nada... Has dicho la verdad, eres una buena chica. No llores más —consolaba Lady Scarlet como si estuviese acunando a su hija.
China se frotó los ojos y contempló a su señora. En su alma sentí que había crecido el arrepentimiento, ambas se abrazaron creando una entrañable escena. Lady Scarlet posó su cabeza en uno de los hombros de la guardiana y con suavidad y dulzura le susurró algo.
— Pero tu falta me ha dejado en evidencia. Me pregunto qué castigo debería decirle a Sakuya que te imponga...
China se quedó aterrorizada y toda la ternura desapareció de un porrazo. Dejaron de abrazarse y Meiling se levantó. Acababa de recobrar la compostura a la fuerza, observada por el escalofriante semblante de Lady Scarlet. Por otro lado, Flandre miraba a las dos con cierta preocupación, no sé si temía por la guardiana o por que su hermana decidiese extender el castigo a ella también.
— Muchas gracias, señorita Holmes —me agradeció Lady Scarlet—. Sin usted no podría haber resuelto quién había destrozado mi maravilloso pudin. Ahora...
— ¡Espere un momento! —no podía dejar que continuase, se estaban dando por hecho demasiadas cosas. El gesto de todas las presentes se torció al interrumpir—. No he dicho en ningún momento que ella haya sido quien robó el pudin. No cabe ninguna duda que comió parte del pudin y lo destrozó, pero nos estamos olvidando de algo muy importante. ¿Qué pasó con el carro que llevaba el resto del pudin?
Entre mis oyentes hubo muchas caras largas, todas pensaban que ya se había resuelto todo, pero estábamos muy lejos de terminar.
— Ya hemos confesado la verdad, ¿no es suficiente con que China sea castigada? —protestó Flandre.
— No son los castigos los que me complacen, sino la verdad, y aún no la hemos hallado. Señorita Meiling, ¿sería tan amable de relatarnos todo lo que vio?
— Es... está bien. Iba transportando el pudin cuando...
— No, desde el principio —interrumpí a la guardiana.
— ¿Eh? Vale, el principio... ¿Desde que recogimos el pudin?
— Incluido, quiero saber si ocurrió algo más en la cocina.
— ¿En la cocina? No, te equivocas. El pudin no lo recogimos en la cocina.
No esperaba que en este punto me sorprendieran, pero lo consiguieron. Había dado por hecho que el pudin fue transportado desde la cocina hasta el escenario, pero si no fue así nos encontrábamos ante un nuevo abanico de posibilidades.
— ¿Entonces dónde lo recogisteis? Por favor, cuéntemelo todo al detalle.
— De acuerdo —Meiling se acarició el pelo y miró ligeramente hacia arriba, señal de que estaba tratando de rememorar los acontecimientos—. Remilia nos mandó a Flandre y a mí que transportásemos el pudin al escenario. Ya sabíamos dónde se encontraba, así que nos dirigimos directas a la biblioteca.
— Disculpe, ¿ha dicho la biblioteca?
— Así es. Cuando se cocinó el pudin, Sakuya y otras sirvientas se llevaron el postre a la biblioteca para que Patchouli revisara que la elaboración se realizó debidamente —explicó Meiling, causando que afloraran en mí decenas de incógnitas.
— ¿Quién es Patchouli?
— Ella es la maga de la mansión, la representación de la sabiduría de la familia Scarlet —me explicó Lady Scarlet.
— Exacto, fue ella quien investigó la receta del pudin gigante —añadió Flandre.
— Entiendo. ¿Y dónde podría encontrarla?
— Patchy siempre se queda encerrada en su biblioteca, nunca sale a menos que ocurra algo importante —respondió Hong Meiling.
Aquello me parecía muy raro. Si solo sale cuando sucede algo importante, ¿por qué no había aparecido ahora que se había cometido un robo? En ese momento pensé que sería muy buena idea hacerla una visita cuando terminase en el salón.
— De acuerdo, prosiga con su declaración, por favor.
— Uy, pues no recuerdo muy bien por dónde iba —dijo Meiling pensativa.
— La biblioteca... —le chivó Flandre suspirando.
— Ah, sí, eso. La biblioteca. Fuimos allí para recoger el pudin y lo llevamos por el corredor del Ala Este, volvimos por el corredor principal y allí... —Meiling se sonrojó—. Y allí fue donde me comí el pudin. El resto ya lo sabéis.
— No, no lo sabemos. Por favor, continúe —instigué, pues aún no se había detallado sobre cómo y en qué condiciones desapareció el carro con el pudin.
— Bueno... vale. Cuando me comí el pudin y se cayó sobre mí, Flandre me recomendó que dejase mi ropa en la cocina y que me cambiase. Primero subí a mi habitación para cambiarme de ropa y luego llevé mi vestido sucio a lavar. Cuando volvimos al corredor principal descubrimos que el carro ya había desaparecido. Como no sabíamos qué hacer, dejamos las cosas estar y cada una siguió como si ya estuviese el trabajo hecho.
— Es decir, una vez abandonasteis el pudin, no volvisteis a verlo.
— Así es —contestó Flandre apenada.
Esto descartaba de momento a China y a Flandre como sospechosas, salvo si las dos estaban mintiendo. A falta de más pruebas, me limité a creerlas y procedí con la siguiente etapa de la investigación.
— Muy bien, en ese caso deberíamos hablar con la señorita Patchouli.
Lady Scarlet estuvo de acuerdo conmigo. Flandre y China pidieron permiso para irse, pero la vampiresa se negó.
— Hasta que no se aclare lo que ha pasado os quiero tener bien cerquita. Consideradlo como la primera parte de vuestro castigo.
Entre quejidos, las cuatro nos dirigimos a la biblioteca. Salimos del elegante salón por el corredor principal. Mientras paseábamos por la mansión me fijé que todas las paredes interiores estaban recubiertas por mármol rosado y la fantasmagórica luz que emitían las lámparas las dotaba de una tonalidad escarlata. Pero no solo la extraña luz aportaba a la singular atmósfera de la mansión, los relieves de las columnas de estilo victoriano junto con la esplendorosa alfombra de terciopelo rojo que recubría la mayoría del suelo del corredor ofrecían un panorama singular. Claro que ésta no era una mansión cualquiera, era la mansión de unas vampiresas.
Durante el recorrido, Lady Scarlet me explicó la distribución de la mansión como si de una guía turística se tratase.
— Partiendo desde el salón del sur, que hace las veces de vestíbulo, tenemos este elegante corredor principal que divide la mansión en dos. Por un lado tenemos el Ala Oeste, donde se encuentran la cocina, las salas donde mis sirvientas hacen sus tareas (que no tengo muy claro cuáles son, pero las hacen) y los dormitorios, incluidas mis dependencias privadas. En el otro lado está el Ala Este, desde donde se puede ir a la biblioteca y al sótano.
— ¿Y qué hay en el sótano? -inquirí con suma curiosidad.
— Allí... —hizo una pausa—. No me mire mal, pero resulta que allí es donde...
De pronto vimos algo que hizo que detuviésemos la conversación. A unos metros delante nuestra se hallaba una notable mancha oscura en mitad de la alfombra. De la mancha partían dos líneas del mismo color que continuaban recto hasta el final del pasillo.
— ¡Oh! ¡Ahora me acuerdo! ¡Aquí fue donde se nos cayó el pudin! —exclamó Meiling posando un puño sobre la palma de la otra mano.
Con que ésa era la verdadera escena del crimen... Valía la pena pararse un momento para examinarla. La mancha estaba muy seca, de hecho estaba demasiado difuminada para el poco tiempo que había pasado y tratándose de caramelo no podía haberlo absorbido todo la alfombra. Solo cabía una posibilidad.
— Esta mancha ha sido limpiada. El criminal volvió a la escena del crimen para borrar las pruebas; pero no consiguió eliminarlas del todo, así que intentó quitarlas todo lo que pudo. Aunque por desgracia para la culpable, la mancha sigue quedando lo suficientemente visible como para poder ayudarnos. Gracias a ella podremos saber hacia dónde se dirigió nuestra ladrona.
— ¿Y cómo vas a hacerlo? —preguntó Flandre.
— Siguiendo el rastro —dije mientras señalaba el rastro de caramelo.
Con el corazón en la mano, rezando por que el rastro aclarase alguna cosa, seguimos hasta el final del corredor. Sin embargo, no solo no pudimos solventar nuestras dudas sino que todo se complicó todavía más.
— ¿Qué demonios significa esto? —expresó Lady Scarlet con la misma confusión que el resto de nosotras.
En la encrucijada no había uno, sino tres rastros distintos que formaban un triángulo de lados curvos: uno partía desde nuestra posición hacia el pasillo que daba al Ala Este, otro partía también desde nuestra posición hasta el pasillo del Ala Oeste y otro que iba de un ala a otra.
— ¿Cómo encontraremos así a la culpable? —se cuestionó Meiling que parecía haber perdido la esperanza de un plumazo.
Sin hacer caso a las quejas de Meiling ni a las maldiciones de Lady Scarlet, escudriñé el estado de los rastros. El rastro que llevaba al pasillo de la izquierda era muy irregular y había zonas donde el rastro era discontinuo. Pasando al siguiente rastro que tenía más cerca, las líneas de caramelo que iban de un ala a la otra eran completamente continuas y rectas; pero noté que eran ligeramente más anchas que la anterior y a mitad de camino parecía haber una amplia mancha, aunque no tan grande como la mancha de origen. Por último, el rastro que iba del pasillo de la derecha al corredor principal era también continuo y regular, pero era el más seco de todos. Terminé de recorrer el triángulo caramelizado y volví al punto de origen.
— ¿Y bien? ¿Qué has averiguado? —interpeló con impaciencia Lady Scarlet.
— Que deberíamos hablar con la señorita Patchouli inmediatamente.
¿En qué se basa Hatate Holmes para decidir ir a hablar con Patchouli?
Capítulo 5 - Receta para un desastre
Lady Scarlet ya no se sorprendía por mis rápidas conclusiones, ambas éramos conscientes de la perspicacia de cada una, lo que podría ser algo a favor de nuestro caso... o en contra. La vampiresa iba a marchar a la biblioteca sin hacer preguntas cuando Hong Meiling la sustituyó en su papel.
— ¿Por qué la biblioteca? Allí no creo que haya nada interesante. Bueno, sin contar a Patchouli.
— No espero encontrar un algo, sino a alguien. Los rastros aún son muy confusos como para sacar teorías consistentes; pero lo que sí he podido averiguar con seguridad es que el primer lugar al que fue la ladrona es a la biblioteca.
— ¿Pero por qué? —insistió Meiling. Temí que iba a tener que explicarlo todo.
— Si te fijas en los rastros, el que lleva al Ala Este es el más seco de todos y, por lo tanto es el que más tiempo lleva en el suelo, el primer rastro que fue trazado. Como por allí es donde queda la biblioteca esa tuvo que ser la dirección que tomó nuestra delincuente. Aún desconozco la naturaleza de los otros dos rastros, pero de lo que sí estoy segura es de que la culpable se dirigió a la biblioteca.
China soltó un breve "¡Oh!" por la explicación mientras que Lady Scarlet se limitó a sonreír levemente. Pero Flandre no parecía estar conforme.
— ¿Y cómo has sido capaz de distinguir entre un rastro y otro? Quiero decir, si estos rastros se hicieron esta misma noche la diferencia de tiempo entre uno y otro tuvo que ser muy pequeña. ¿No?
La menor de las Scarlet era más inteligente de lo que aparentaba, supuse que había cometido el típico prejuicio de los adultos. Los niños no son tontos y una niña vampiresa, menos.
— Flandre, nunca dudes de la capacidad de observación de una detective. Una verdadera detective que se precie podría diferenciar perfectamente a cada una de las hormigas de un mismo hormiguero —contesté guiñando un ojo.
— ¡Uuaaaaauh! ¡Es usted asombrosa señora Holmes! —exclamó la pequeña con una evidente admiración.
Ignoré el hecho de que me llamase "señora" y, encabezando la marcha, nos pusimos rumbo a la biblioteca. Por el camino, Lady Scarlet se acercó a mí.
— Parece que le ha caído en gracia a mi hermanita. Es difícil llevarse bien con ella, ¿sabe?
— Supongo que siempre se me habrán dado bien los niños.
— Pero tengo una duda respecto a su teoría, Holmes. Antes le expliqué que en el Ala Este se encontraba la biblioteca, pero... ¿No habrá pasado por alto que por aquí también se va al sótano?
— Ciertamente pensé en ello, pero ubicando a cada sospechosa que tenemos hasta ahora, todas tienen una coartada que imposibilita el hecho de que durante el crimen estuviesen tanto en el sótano como en la biblioteca, a excepción de la señorita Patchouli. Porque nadie fue al sótano, ¿verdad? —empezaba a pensar que mi afirmación podía tener lagunas. Además, estaba dando por hecho que tanto Flandre como Meiling estaban diciendo la verdad cuando ambas coartadas se estaban sosteniendo entre ellas. Si caía una, la otra iría detrás. Lady Scarlet miró un momento hacia atrás, exactamente a su hermana, como si estuviese comprobando algo.
— No, nadie pudo haber bajado al sótano. China estaba con Flandre y yo seguía fuera recibiendo a los invitados. Aunque ahora que lo pienso, Sakuya todavía estaba haciendo la limpieza, puede que ella sí haya ido al sótano.
¡La mayordoma! Me había olvidado por completo de ella. Aún no ha dado su coartada y era muy posible que ella tuviese la llave para resolver muchas de mis dudas. Si estaba limpiando la mansión habría visitado muchas estancias durante el tiempo en que se desarrolló el crimen, por lo que podré confirmar los testimonios de las sospechosas y descartar varias teorías. Incluso cabía la posibilidad de que ella fuese la culpable, sin contar con que su habilidad de detener el tiempo podía haber desempeñado un papel crucial en el crimen. Este caso se estaba complicando más de lo que había pensado en un principio. ¿Por qué tantas molestias por un pudin?
— En ese caso debería visitar a Sakuya más adelante, pero primero hablemos con la bibliotecaria.
Con más preguntas por responder, todas nos dirigimos a la entrada de la biblioteca. Por desgracia, a mitad de camino la alfombra y el suelo aterciopelado desaparecían dando lugar a un suelo empedrado, al igual que ocurrió con las paredes y el techo. Un cambio un tanto brusco en mi opinión, quizás esta mansión tenía más de una fachada. Lo importante era que por culpa de esta superficie pedregosa el rastro de caramelo había desaparecido por completo, por lo que no podría analizar si la primera parada de nuestra criminal fue efectivamente la biblioteca o el sótano. Esperaba que Patchouli tuviese la respuesta.
La biblioteca no era grande, no era enorme; era inconmensurable. No era posible que semejante lugar existiese dentro de la mansión, apenas podía distinguir el techo y las paredes estaban ocultas por la distribución desigual de las estanterías que llegaban hasta donde alcanzaba la vista, límite que muy probablemente sería el mismo techo que veía a duras penas. Anduvimos por el intrincado laberinto de libros mientras me quedaba estupefacta por la gigantesca colección de volúmenes. Era imposible que los hubiese leído todos, ni en cinco vidas humanas daría tiempo a leerse todo lo que había aquí. Se veía a la legua que esta biblioteca no era normal, la magia se respiraba en el ambiente.
— Impresionante, ¿verdad? Pues todo lo que ves aquí es obra de nuestra querida Patchouli. Absolutamente todos los libros los ha escrito ella —relataba Lady Scarlet con sumo orgullo.
— ¿Todos los libros, escritos por ella? ¡Imposible! ¿Cuántos años tiene? —debía de haber contado un chiste muy bueno, pues era la primera vez que la veía reír.
— Aunque su apariencia diga lo contrario Patchouli ha vivido mucho más que yo, y eso que tengo casi 500 años. No le gusta hablar de su edad, pero una vez me confesó que había vivido más de un milenio.
¿500 años? ¿Un milenio? Sabía de sobra que un detective nunca debía llevarse por las apariencias, pero esto era demasiado. A Lady Scarlet le había echado unos 100 años, tenía entendido que los vampiros vivían más que los humanos. ¿Pero tanto? Claro que tampoco es que hubiese estado con ninguno antes y, pensándolo bien, no es que sea algo extremadamente raro; es la clase de cosas que solo suceden en Gensokyo. Si Lady Scarlet desprendía esa aura de inteligencia con su edad, ¿cómo sería Patchouli? Empezaba a tener ganas de encontrarme con esa mujer.
Seguimos atravesando la biblioteca guiadas por Flandre quien, según Meiling, pasaba mucho tiempo jugando por aquí y se conocía cada uno de los recovecos. Cuando giramos una esquina, nos topamos de frente con una cara conocida.
— Nos volvemos a encontrar, señorita Holmes —se trataba de la inspectora Hakurei. Por lo visto, su búsqueda la había deparado hasta aquí.
— Hola de nuevo, inspectora. ¿Qué tal va la caza?
La inspectora se estremeció como si se hubiese golpeado el meñique del pie contra la pata de una mesa. Pero como buena inspectora que se suponía que era, mantuvo la calma.
— Una caza conlleva mucho tiempo. Hay que ser paciente, esperar a que la presa se relaje y baje la guardia para, entonces, abalanzarse sin piedad y que no pueda escapar de mis garras.
— Es decir, que aún no la ha atrapado.
— Tsk. Su punto de vista es muy pesimista, Holmes. MK todavía sigue en la mansión, siento que anda muy cerca. No tiene escapatoria. Tarde o temprano la encontraré —en ese momento reparó en mi grupo—. Veo que viene acompañada. ¿Estaban con...?
— El caso de la desaparición de mi pudin gigante —respondió tajantemente Lady Scarlet.
— Sí... Eso, el "valioso" pudin. Bien, sigan jugando a la búsqueda del tesoro. Yo me encargaré de los asuntos verdaderamente importantes. Que tengan suerte, señoritas. La inspectora se marchó mirando con cierto desprecio a mis acompañantes. Se podía ver a simple vista el disgusto de las dos Scarlet.
— Hermanita, no me gusta esa mujer. ¿Me la puedo comer? —pidió Flandre.
— No, Flan. Nosotras ya no comemos humanos, y menos a humanas que no podemos vencer.
La popularidad de la inspectora no parecía ser muy buena entre las residentes de la Scarlet Devil Mansion. Parecían tenerla respeto, pero dudo mucho que fuese de su agrado. Dado que no podían hacer mucho contra las palabras de la inspectora Hakurei, Flandre se resignó a sacarla la lengua a pesar de que estaba de espaldas y no la vería.
Continuamos el trayecto hasta que al fin alcanzamos el centro de la biblioteca. Era un espacio circular amplio, gobernado en el centro por un escritorio repleto de columnas de libros y papeles sueltos. Patchouli no se encontraba por aquí así que, por recomendación de la guardiana, la decidimos esperar. Cada una se dispersó por la estancia: Remilia había cogido un libro que parecía haberle llamado la atención, Flandre sacó otro libro con aspecto más infantil que usó para practicar el tiro al blanco lanzando unas pequeñas llamas (no a todo el mundo le gusta la lectura), y China se quedó vigilando a Flandre detenidamente; aunque se estaba empezando a quedar dormida, se esforzaba por cumplir con su deber.
Yo en lugar de hojear sin interés un libro al azar, preferí dirigirme al escritorio y realizar mis propias investigaciones. El mueble era un verdadero campo de batalla literario. Folios por doquier y extraños utensilios ocupaban gran parte del poco espacio que dejaban las montañas de libros. En sus más de mil años habrá aprendido muchas cosas, pero por lo visto el orden era una asignatura pendiente. En mitad del desastre se hallaba un grueso libro titulado "1000 recetas para todos". Tenía un marcapáginas asomando, lógicamente abrí el libro por donde marcaba el papelito azulado. Entonces brotó un aroma a canela, las páginas estaban algo pegajosas, pero no se encontraban estropeadas. La página detallaba la "Receta de Pudin Casero". ¡Bingo! Esta sería una lectura muy interesante...
— Por favor, ¿podría dejar el libro donde estaba? No me gusta que cojan mis cosas sin mi consentimiento.
Me asomé por la montaña de libros. Me había hablado una mujer no muy alta, de piel pálida y ojos violeta. Llevaba un vestido muy holgado y perceptiblemente ligero del mismo color que su pelo y sus ojos. En su cabello llevaba un lazo azul y otro púrpura, al igual que en su estrafalario gorro que parecía más bien un gorro de baño. En la cabeza portaba el emblema de una luna creciente. Daba la sensación de que realmente iba en pijama, quizás no estaba muy equivocada.
Haciendo memoria caí en que ya la había visto antes: era la misma mujer que apaciguó el caos del salón. La controladora de masas insistió en que dejase el libro. La hice caso y lo dejé en su sitio. Después ambas nos acercamos para iniciar la conversación.
— Así que usted debe de ser la tan comentada Patchouli, ¿correcto?
— Está en lo cierto. Soy Patchouli Knowledge, la maga bibliotecaria de la Scarlet Devil Mansion y estás en la mayor fuente de conocimiento que podrás encontrar en todo Gensokyo —su voz era fría y algo inexpresiva.
— Pues mucho gusto, yo soy la detective Hatate Holmes. Estoy encargándome de la investigación de la desaparición del pudin gigante.
— Ya lo sé. Esta noche no se habla de otra cosa en la mansión. Ese maldito pudin está dando demasiados problemas. ¿Ve cómo ésto no nos llevaría a ningún lado? —dijo Patchouli dirigiéndose a Lady Scarlet.
— Sigo sin estar de acuerdo. Iba a demostrar que para las Scarlet no había nada imposible; pero parece que los acontecimientos han torcido mis planes.
— ¿Y cuál era su papel en este evento? Tengo entendido que estuvo investigando la receta del pudin —pregunté para continuar con el tema inicial.
— Y no se equivoca. Yo fui la encargada de diseñar cuidadosamente la receta y elaboración del pudin gigante. Gracias a mis investigaciones descubrimos los ingredientes y medidas exactas.
— Más bien mandaste a Sakuya que comprase un libro de recetas en la tienda de variedades Kourindou —añadió Flandre.
— Pero fui yo quien localizó la receta. Después la transcribí para adaptarla a las dimensiones del pudin gigante.
— ¿Y de qué dimensiones estaríamos hablando? —indagué con curiosidad. Aún nadie me había dicho con exactitud cómo de grande era el pudin del que siempre hablaban.
— Eran exactamente 3 metros de diámetro y 2,4 metros de altura. Tenía forma de cono truncado cuya base superior era de 2,58 metros de diámetro. Suficiente para repartir a toda la familia Scarlet, a las sirvientas y al menos a 97 invitados más.
Ahora pude hacerme una idea del colosal proyecto. La palabra gigante le quedaba como anillo al dedo. No me extrañaba que Meiling se hubiese manchado el gorro cuando se le cayó encima. No me imagino cómo se quedaría el traje, era obvio que se tuvo que deshacer del vestido sí o sí. Con ese tamaño entendí que no era ninguna broma cuando, en la presentación, Lady Scarlet afirmó que se había necesitado de magia para sostener el pudin.
— Entonces habréis usado una cantidad ingente de ingredientes para llevarlo a cabo.
— Demasiados en mi opinión. Se podrían haber hecho muchas cosas más interesantes con todo eso, pero mi señora prefirió hacer un pudin —Patchouli echó una mirada acusadora a Lady Scarlet quien miró hacia otro lado silbando—. Si quieres saber los ingredientes exactos, puedes comprobarlo por ti misma.
Me resultaba molesto tener que consultar el mismo libro que me habían exigido que cerrase, pero no me quedaba otra. Volví al escritorio y abrí de nuevo la página marcada. Leí el contenido:
PUDÍN CASERO - Receta para 150 personas
INGREDIENTES
- 150 Kg de azúcar
- 4.000 huevos
- 500 litros de leche
- 30 ramas de canela
- 10 cucharones de aroma de vainilla
- Ralladuras de limón y de naranja
Añadir pan para aumentar la consistencia (echar a ojo).
¡Vaya! Con todo eso me apostaba a que se podría dar de comer a todo Gensokyo. Estaba claro que en la Scarlet Devil Mansion no escatimaban en gastos. Era una pena que todo se hubiese echado a perder, me habría gustado probarlo. Pero el sabor que acababa de degustar también era bastante satisfactorio: era el sabor de la victoria.
— Vaya, vaya... ¿Y estaba bueno el pudin?
— ¿Perdone? No entiendo lo que quiere decir —la bibliotecaria seguía indiferente. No era la reacción que esperaba, pero confiaba en mi teoría.
— ¡Vamos! ¡No se haga la loca! ¡Sé que comió del pudin! Al menos díganos si salió bueno.
¿Por qué Hatate Holmes está tan convencida de que Patchouli comió del pudin?Pregunta extra: ¿Cuántas sirvientas tiene la Scarlet Devil Mansion?
— ¿Por qué la biblioteca? Allí no creo que haya nada interesante. Bueno, sin contar a Patchouli.
— No espero encontrar un algo, sino a alguien. Los rastros aún son muy confusos como para sacar teorías consistentes; pero lo que sí he podido averiguar con seguridad es que el primer lugar al que fue la ladrona es a la biblioteca.
— ¿Pero por qué? —insistió Meiling. Temí que iba a tener que explicarlo todo.
— Si te fijas en los rastros, el que lleva al Ala Este es el más seco de todos y, por lo tanto es el que más tiempo lleva en el suelo, el primer rastro que fue trazado. Como por allí es donde queda la biblioteca esa tuvo que ser la dirección que tomó nuestra delincuente. Aún desconozco la naturaleza de los otros dos rastros, pero de lo que sí estoy segura es de que la culpable se dirigió a la biblioteca.
China soltó un breve "¡Oh!" por la explicación mientras que Lady Scarlet se limitó a sonreír levemente. Pero Flandre no parecía estar conforme.
— ¿Y cómo has sido capaz de distinguir entre un rastro y otro? Quiero decir, si estos rastros se hicieron esta misma noche la diferencia de tiempo entre uno y otro tuvo que ser muy pequeña. ¿No?
La menor de las Scarlet era más inteligente de lo que aparentaba, supuse que había cometido el típico prejuicio de los adultos. Los niños no son tontos y una niña vampiresa, menos.
— Flandre, nunca dudes de la capacidad de observación de una detective. Una verdadera detective que se precie podría diferenciar perfectamente a cada una de las hormigas de un mismo hormiguero —contesté guiñando un ojo.
— ¡Uuaaaaauh! ¡Es usted asombrosa señora Holmes! —exclamó la pequeña con una evidente admiración.
Ignoré el hecho de que me llamase "señora" y, encabezando la marcha, nos pusimos rumbo a la biblioteca. Por el camino, Lady Scarlet se acercó a mí.
— Parece que le ha caído en gracia a mi hermanita. Es difícil llevarse bien con ella, ¿sabe?
— Supongo que siempre se me habrán dado bien los niños.
— Pero tengo una duda respecto a su teoría, Holmes. Antes le expliqué que en el Ala Este se encontraba la biblioteca, pero... ¿No habrá pasado por alto que por aquí también se va al sótano?
— Ciertamente pensé en ello, pero ubicando a cada sospechosa que tenemos hasta ahora, todas tienen una coartada que imposibilita el hecho de que durante el crimen estuviesen tanto en el sótano como en la biblioteca, a excepción de la señorita Patchouli. Porque nadie fue al sótano, ¿verdad? —empezaba a pensar que mi afirmación podía tener lagunas. Además, estaba dando por hecho que tanto Flandre como Meiling estaban diciendo la verdad cuando ambas coartadas se estaban sosteniendo entre ellas. Si caía una, la otra iría detrás. Lady Scarlet miró un momento hacia atrás, exactamente a su hermana, como si estuviese comprobando algo.
— No, nadie pudo haber bajado al sótano. China estaba con Flandre y yo seguía fuera recibiendo a los invitados. Aunque ahora que lo pienso, Sakuya todavía estaba haciendo la limpieza, puede que ella sí haya ido al sótano.
¡La mayordoma! Me había olvidado por completo de ella. Aún no ha dado su coartada y era muy posible que ella tuviese la llave para resolver muchas de mis dudas. Si estaba limpiando la mansión habría visitado muchas estancias durante el tiempo en que se desarrolló el crimen, por lo que podré confirmar los testimonios de las sospechosas y descartar varias teorías. Incluso cabía la posibilidad de que ella fuese la culpable, sin contar con que su habilidad de detener el tiempo podía haber desempeñado un papel crucial en el crimen. Este caso se estaba complicando más de lo que había pensado en un principio. ¿Por qué tantas molestias por un pudin?
— En ese caso debería visitar a Sakuya más adelante, pero primero hablemos con la bibliotecaria.
Con más preguntas por responder, todas nos dirigimos a la entrada de la biblioteca. Por desgracia, a mitad de camino la alfombra y el suelo aterciopelado desaparecían dando lugar a un suelo empedrado, al igual que ocurrió con las paredes y el techo. Un cambio un tanto brusco en mi opinión, quizás esta mansión tenía más de una fachada. Lo importante era que por culpa de esta superficie pedregosa el rastro de caramelo había desaparecido por completo, por lo que no podría analizar si la primera parada de nuestra criminal fue efectivamente la biblioteca o el sótano. Esperaba que Patchouli tuviese la respuesta.
La biblioteca no era grande, no era enorme; era inconmensurable. No era posible que semejante lugar existiese dentro de la mansión, apenas podía distinguir el techo y las paredes estaban ocultas por la distribución desigual de las estanterías que llegaban hasta donde alcanzaba la vista, límite que muy probablemente sería el mismo techo que veía a duras penas. Anduvimos por el intrincado laberinto de libros mientras me quedaba estupefacta por la gigantesca colección de volúmenes. Era imposible que los hubiese leído todos, ni en cinco vidas humanas daría tiempo a leerse todo lo que había aquí. Se veía a la legua que esta biblioteca no era normal, la magia se respiraba en el ambiente.
— Impresionante, ¿verdad? Pues todo lo que ves aquí es obra de nuestra querida Patchouli. Absolutamente todos los libros los ha escrito ella —relataba Lady Scarlet con sumo orgullo.
— ¿Todos los libros, escritos por ella? ¡Imposible! ¿Cuántos años tiene? —debía de haber contado un chiste muy bueno, pues era la primera vez que la veía reír.
— Aunque su apariencia diga lo contrario Patchouli ha vivido mucho más que yo, y eso que tengo casi 500 años. No le gusta hablar de su edad, pero una vez me confesó que había vivido más de un milenio.
¿500 años? ¿Un milenio? Sabía de sobra que un detective nunca debía llevarse por las apariencias, pero esto era demasiado. A Lady Scarlet le había echado unos 100 años, tenía entendido que los vampiros vivían más que los humanos. ¿Pero tanto? Claro que tampoco es que hubiese estado con ninguno antes y, pensándolo bien, no es que sea algo extremadamente raro; es la clase de cosas que solo suceden en Gensokyo. Si Lady Scarlet desprendía esa aura de inteligencia con su edad, ¿cómo sería Patchouli? Empezaba a tener ganas de encontrarme con esa mujer.
Seguimos atravesando la biblioteca guiadas por Flandre quien, según Meiling, pasaba mucho tiempo jugando por aquí y se conocía cada uno de los recovecos. Cuando giramos una esquina, nos topamos de frente con una cara conocida.
— Nos volvemos a encontrar, señorita Holmes —se trataba de la inspectora Hakurei. Por lo visto, su búsqueda la había deparado hasta aquí.
— Hola de nuevo, inspectora. ¿Qué tal va la caza?
La inspectora se estremeció como si se hubiese golpeado el meñique del pie contra la pata de una mesa. Pero como buena inspectora que se suponía que era, mantuvo la calma.
— Una caza conlleva mucho tiempo. Hay que ser paciente, esperar a que la presa se relaje y baje la guardia para, entonces, abalanzarse sin piedad y que no pueda escapar de mis garras.
— Es decir, que aún no la ha atrapado.
— Tsk. Su punto de vista es muy pesimista, Holmes. MK todavía sigue en la mansión, siento que anda muy cerca. No tiene escapatoria. Tarde o temprano la encontraré —en ese momento reparó en mi grupo—. Veo que viene acompañada. ¿Estaban con...?
— El caso de la desaparición de mi pudin gigante —respondió tajantemente Lady Scarlet.
— Sí... Eso, el "valioso" pudin. Bien, sigan jugando a la búsqueda del tesoro. Yo me encargaré de los asuntos verdaderamente importantes. Que tengan suerte, señoritas. La inspectora se marchó mirando con cierto desprecio a mis acompañantes. Se podía ver a simple vista el disgusto de las dos Scarlet.
— Hermanita, no me gusta esa mujer. ¿Me la puedo comer? —pidió Flandre.
— No, Flan. Nosotras ya no comemos humanos, y menos a humanas que no podemos vencer.
La popularidad de la inspectora no parecía ser muy buena entre las residentes de la Scarlet Devil Mansion. Parecían tenerla respeto, pero dudo mucho que fuese de su agrado. Dado que no podían hacer mucho contra las palabras de la inspectora Hakurei, Flandre se resignó a sacarla la lengua a pesar de que estaba de espaldas y no la vería.
Continuamos el trayecto hasta que al fin alcanzamos el centro de la biblioteca. Era un espacio circular amplio, gobernado en el centro por un escritorio repleto de columnas de libros y papeles sueltos. Patchouli no se encontraba por aquí así que, por recomendación de la guardiana, la decidimos esperar. Cada una se dispersó por la estancia: Remilia había cogido un libro que parecía haberle llamado la atención, Flandre sacó otro libro con aspecto más infantil que usó para practicar el tiro al blanco lanzando unas pequeñas llamas (no a todo el mundo le gusta la lectura), y China se quedó vigilando a Flandre detenidamente; aunque se estaba empezando a quedar dormida, se esforzaba por cumplir con su deber.
Yo en lugar de hojear sin interés un libro al azar, preferí dirigirme al escritorio y realizar mis propias investigaciones. El mueble era un verdadero campo de batalla literario. Folios por doquier y extraños utensilios ocupaban gran parte del poco espacio que dejaban las montañas de libros. En sus más de mil años habrá aprendido muchas cosas, pero por lo visto el orden era una asignatura pendiente. En mitad del desastre se hallaba un grueso libro titulado "1000 recetas para todos". Tenía un marcapáginas asomando, lógicamente abrí el libro por donde marcaba el papelito azulado. Entonces brotó un aroma a canela, las páginas estaban algo pegajosas, pero no se encontraban estropeadas. La página detallaba la "Receta de Pudin Casero". ¡Bingo! Esta sería una lectura muy interesante...
— Por favor, ¿podría dejar el libro donde estaba? No me gusta que cojan mis cosas sin mi consentimiento.
Me asomé por la montaña de libros. Me había hablado una mujer no muy alta, de piel pálida y ojos violeta. Llevaba un vestido muy holgado y perceptiblemente ligero del mismo color que su pelo y sus ojos. En su cabello llevaba un lazo azul y otro púrpura, al igual que en su estrafalario gorro que parecía más bien un gorro de baño. En la cabeza portaba el emblema de una luna creciente. Daba la sensación de que realmente iba en pijama, quizás no estaba muy equivocada.
Haciendo memoria caí en que ya la había visto antes: era la misma mujer que apaciguó el caos del salón. La controladora de masas insistió en que dejase el libro. La hice caso y lo dejé en su sitio. Después ambas nos acercamos para iniciar la conversación.
— Así que usted debe de ser la tan comentada Patchouli, ¿correcto?
— Está en lo cierto. Soy Patchouli Knowledge, la maga bibliotecaria de la Scarlet Devil Mansion y estás en la mayor fuente de conocimiento que podrás encontrar en todo Gensokyo —su voz era fría y algo inexpresiva.
— Pues mucho gusto, yo soy la detective Hatate Holmes. Estoy encargándome de la investigación de la desaparición del pudin gigante.
— Ya lo sé. Esta noche no se habla de otra cosa en la mansión. Ese maldito pudin está dando demasiados problemas. ¿Ve cómo ésto no nos llevaría a ningún lado? —dijo Patchouli dirigiéndose a Lady Scarlet.
— Sigo sin estar de acuerdo. Iba a demostrar que para las Scarlet no había nada imposible; pero parece que los acontecimientos han torcido mis planes.
— ¿Y cuál era su papel en este evento? Tengo entendido que estuvo investigando la receta del pudin —pregunté para continuar con el tema inicial.
— Y no se equivoca. Yo fui la encargada de diseñar cuidadosamente la receta y elaboración del pudin gigante. Gracias a mis investigaciones descubrimos los ingredientes y medidas exactas.
— Más bien mandaste a Sakuya que comprase un libro de recetas en la tienda de variedades Kourindou —añadió Flandre.
— Pero fui yo quien localizó la receta. Después la transcribí para adaptarla a las dimensiones del pudin gigante.
— ¿Y de qué dimensiones estaríamos hablando? —indagué con curiosidad. Aún nadie me había dicho con exactitud cómo de grande era el pudin del que siempre hablaban.
— Eran exactamente 3 metros de diámetro y 2,4 metros de altura. Tenía forma de cono truncado cuya base superior era de 2,58 metros de diámetro. Suficiente para repartir a toda la familia Scarlet, a las sirvientas y al menos a 97 invitados más.
Ahora pude hacerme una idea del colosal proyecto. La palabra gigante le quedaba como anillo al dedo. No me extrañaba que Meiling se hubiese manchado el gorro cuando se le cayó encima. No me imagino cómo se quedaría el traje, era obvio que se tuvo que deshacer del vestido sí o sí. Con ese tamaño entendí que no era ninguna broma cuando, en la presentación, Lady Scarlet afirmó que se había necesitado de magia para sostener el pudin.
— Entonces habréis usado una cantidad ingente de ingredientes para llevarlo a cabo.
— Demasiados en mi opinión. Se podrían haber hecho muchas cosas más interesantes con todo eso, pero mi señora prefirió hacer un pudin —Patchouli echó una mirada acusadora a Lady Scarlet quien miró hacia otro lado silbando—. Si quieres saber los ingredientes exactos, puedes comprobarlo por ti misma.
Me resultaba molesto tener que consultar el mismo libro que me habían exigido que cerrase, pero no me quedaba otra. Volví al escritorio y abrí de nuevo la página marcada. Leí el contenido:
PUDÍN CASERO - Receta para 150 personas
INGREDIENTES
- 150 Kg de azúcar
- 4.000 huevos
- 500 litros de leche
- 30 ramas de canela
- 10 cucharones de aroma de vainilla
- Ralladuras de limón y de naranja
Añadir pan para aumentar la consistencia (echar a ojo).
¡Vaya! Con todo eso me apostaba a que se podría dar de comer a todo Gensokyo. Estaba claro que en la Scarlet Devil Mansion no escatimaban en gastos. Era una pena que todo se hubiese echado a perder, me habría gustado probarlo. Pero el sabor que acababa de degustar también era bastante satisfactorio: era el sabor de la victoria.
— Vaya, vaya... ¿Y estaba bueno el pudin?
— ¿Perdone? No entiendo lo que quiere decir —la bibliotecaria seguía indiferente. No era la reacción que esperaba, pero confiaba en mi teoría.
— ¡Vamos! ¡No se haga la loca! ¡Sé que comió del pudin! Al menos díganos si salió bueno.
¿Por qué Hatate Holmes está tan convencida de que Patchouli comió del pudin?Pregunta extra: ¿Cuántas sirvientas tiene la Scarlet Devil Mansion?
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La fantasía se nutre de nuestros sueños, mientras sigamos soñando la fantasía pervivirá.