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Fondo
–A veces hay que tocar fondo para salir a la superficie. –Eso se dice por ahí.
Cuando menos lo pensé ya iba en el aire antes de caer al agua. Todos mis amigos se lanzaron sin pensarlo al mar y yo, por supuesto, me tiré también. Aunque claro que fue miedo al rechazo, mi propia vergüenza ante mi estatura y sobre todo las risas de mis amigos lo que me motivó. Jamás había considerado complicado zambullirme, a decir verdad me gusta mucho la sensación de cero gravedad que otorga el agua. Sin embargo, no había tenido la necesidad de nadar o de aprender a hacerlo.
Todo era tan simple como tocar fondo y levantarme de nuevo. Rápido y sencillo. Manoseaba un poco, bajo el disfraz de juego con agua, y alcanzaba el borde de todas las albercas a las que había asistido toda la vida. Donde crecí no había playas cercas. Y, como no quería ser el único jugando en la arena, me lancé desde el muelle como todos.
El contacto con la superficie fue frio, y con un singular camino por delante me fui sumergiendo. Mis ojos estaban cerrados en la intensidad correcta para percibir la poca luz aventurándose a lo profundo. En mi boca la sal se hacía presente, algo incómoda pero resistible. Y en mi rostro una gran sonrisa se oponía a desvanecerse, como la de un niño jugando en un mundo nuevo y fantástico. Triunfante en mis propios pensamientos dejé el drama de un lado y me preparé para el retorno. Enfoqué mis pensamientos al instante en que tocaría el suelo marino. Pero no hubo respuesta oportuna. En mis pies se filtraba una corriente más helada, subiendo hasta mi espalda lentamente hasta descontrolarme, la luz a mí alrededor se diluía y en mi piel las vibraciones distorsionaban el entorno. Mientras seguía bajando, esperando a tocar fondo.
La felicidad momentánea empezó a mutar en conceptos terroríficos. Tal vez aniquilada por una sensación de peligro, o quizás enardecida por mi propio orgullo, que impedía reconocer la absurda situación en la que me encontraba. Sin embargo, seguía aferrado a llegar hasta el final para salir a la superficie. No se puede llegar a algún lugar, si no se parte de otro previo. Y esos razonamientos justificaban cada oportunidad de decisión, que terminaba donde mismo; mi cuerpo bajando.
La carencia de oxígeno llegó inevitablemente, y bajo la perspectiva de la necesidad básica de respirar, abrí mis ojos. Mi cuerpo estaba parcialmente fundido con la oscuridad, y un miedo invadió mis sentidos. Inmediatamente luché para regresar a la superficie. En cuestión de segundos mi ego se desvaneció por unas sinceras ganas de golpearme a mí mismo. ¿Por qué estaba aquí? Me cuestioné, como todos aquellos temerosos de sus propias decisiones. Si había tomado algo de tiempo bajar, era lógico que aún tuviera todo ese camino por delante. Así que me aferré a mi propio dolor, pues la desesperación me obligó a saborearlo hasta que algo pasara. Moví mi cuerpo al azar y di mi mayor esfuerzo para regresar al punto de partida. Y cuando sentía tentación de respirar, invocaba en mi mente el más noble deseo de redención. Sin embargo, una vez que se cruza la línea de la mitad, volver resulta imposible. Por instinto respiré y mi nariz filtró un sabor salado que retorció mi cuerpo, justo a pocos centímetros de la línea que separa el aire del agua. Mi pelea terminó en derrota, pues mi mayor enemigo; mi orgullo. No cedió hasta que mi propio cuerpo se disipaba en la profundidad.
Finalmente, batiéndome en agonía, recibí, por si no fuese suficiente, un tremendo golpe en la cabeza. Al parecer uno de mis amigos se tiró justo donde yo intentaba salir. Me sujetó y me sacó a la superficie, donde tomé con angustia una bocanada de aire. En la ironía de las cosas se disculpó porque casi me ahogaba por su culpa. Aunque intenté dejarle en claro que no lo era, me resultó difícil hacerlo entender lo contrario. Salí del agua y me tiré en la arena, sorprendido de mi propia estupidez. Pues parece ser que se necesita existir la posibilidad de perder algo, para que podamos apreciar lo que tenemos.
Y bajo el cielo azul que es completamente diferente del mar oscuro del que había escapado. Repetí en mi cabeza una particular frase que alardeaba tener mucho sentido.
– El fondo no es un lugar del que sea posible regresar.
Palabras del autor: Dym_sKm.
Una historia corta que quise compartir. Cualquier comentario es bienvenido.
Cuando menos lo pensé ya iba en el aire antes de caer al agua. Todos mis amigos se lanzaron sin pensarlo al mar y yo, por supuesto, me tiré también. Aunque claro que fue miedo al rechazo, mi propia vergüenza ante mi estatura y sobre todo las risas de mis amigos lo que me motivó. Jamás había considerado complicado zambullirme, a decir verdad me gusta mucho la sensación de cero gravedad que otorga el agua. Sin embargo, no había tenido la necesidad de nadar o de aprender a hacerlo.
Todo era tan simple como tocar fondo y levantarme de nuevo. Rápido y sencillo. Manoseaba un poco, bajo el disfraz de juego con agua, y alcanzaba el borde de todas las albercas a las que había asistido toda la vida. Donde crecí no había playas cercas. Y, como no quería ser el único jugando en la arena, me lancé desde el muelle como todos.
El contacto con la superficie fue frio, y con un singular camino por delante me fui sumergiendo. Mis ojos estaban cerrados en la intensidad correcta para percibir la poca luz aventurándose a lo profundo. En mi boca la sal se hacía presente, algo incómoda pero resistible. Y en mi rostro una gran sonrisa se oponía a desvanecerse, como la de un niño jugando en un mundo nuevo y fantástico. Triunfante en mis propios pensamientos dejé el drama de un lado y me preparé para el retorno. Enfoqué mis pensamientos al instante en que tocaría el suelo marino. Pero no hubo respuesta oportuna. En mis pies se filtraba una corriente más helada, subiendo hasta mi espalda lentamente hasta descontrolarme, la luz a mí alrededor se diluía y en mi piel las vibraciones distorsionaban el entorno. Mientras seguía bajando, esperando a tocar fondo.
La felicidad momentánea empezó a mutar en conceptos terroríficos. Tal vez aniquilada por una sensación de peligro, o quizás enardecida por mi propio orgullo, que impedía reconocer la absurda situación en la que me encontraba. Sin embargo, seguía aferrado a llegar hasta el final para salir a la superficie. No se puede llegar a algún lugar, si no se parte de otro previo. Y esos razonamientos justificaban cada oportunidad de decisión, que terminaba donde mismo; mi cuerpo bajando.
La carencia de oxígeno llegó inevitablemente, y bajo la perspectiva de la necesidad básica de respirar, abrí mis ojos. Mi cuerpo estaba parcialmente fundido con la oscuridad, y un miedo invadió mis sentidos. Inmediatamente luché para regresar a la superficie. En cuestión de segundos mi ego se desvaneció por unas sinceras ganas de golpearme a mí mismo. ¿Por qué estaba aquí? Me cuestioné, como todos aquellos temerosos de sus propias decisiones. Si había tomado algo de tiempo bajar, era lógico que aún tuviera todo ese camino por delante. Así que me aferré a mi propio dolor, pues la desesperación me obligó a saborearlo hasta que algo pasara. Moví mi cuerpo al azar y di mi mayor esfuerzo para regresar al punto de partida. Y cuando sentía tentación de respirar, invocaba en mi mente el más noble deseo de redención. Sin embargo, una vez que se cruza la línea de la mitad, volver resulta imposible. Por instinto respiré y mi nariz filtró un sabor salado que retorció mi cuerpo, justo a pocos centímetros de la línea que separa el aire del agua. Mi pelea terminó en derrota, pues mi mayor enemigo; mi orgullo. No cedió hasta que mi propio cuerpo se disipaba en la profundidad.
Finalmente, batiéndome en agonía, recibí, por si no fuese suficiente, un tremendo golpe en la cabeza. Al parecer uno de mis amigos se tiró justo donde yo intentaba salir. Me sujetó y me sacó a la superficie, donde tomé con angustia una bocanada de aire. En la ironía de las cosas se disculpó porque casi me ahogaba por su culpa. Aunque intenté dejarle en claro que no lo era, me resultó difícil hacerlo entender lo contrario. Salí del agua y me tiré en la arena, sorprendido de mi propia estupidez. Pues parece ser que se necesita existir la posibilidad de perder algo, para que podamos apreciar lo que tenemos.
Y bajo el cielo azul que es completamente diferente del mar oscuro del que había escapado. Repetí en mi cabeza una particular frase que alardeaba tener mucho sentido.
– El fondo no es un lugar del que sea posible regresar.
Palabras del autor: Dym_sKm.
Una historia corta que quise compartir. Cualquier comentario es bienvenido.
Bury me softly in this womb
The sacrifice of hiding in a lie.
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